domingo, 25 de enero de 2009

TEXTO TOMADO DEL LIBRO "LA ESTRUCTURA DEL DESEO" DE OGSMANDE LESCAYLLERS.


HORIZONTES MENTALES

La mente es el sitio donde se alojan o se archivan los recuerdos. Al recordar retrotraemos el pasado a nuestra imaginación, pero esos recuerdos son fragmentados; es la idea de algo que fue.
Durante la acción o el acto mental, entran a la imaginación a gran velocidad, infinidad de imágenes, sonidos y sensaciones que en determinados momentos percibimos. Pero nada de eso está en nuestra mente, llegan cuando se activan los canales perceptivos.
De ahí que, si queremos, podemos apartar los malos pensamientos o las ideas perturbadoras.
Las ideas no son parte de mí. No viven en mí. Sólo aparecen cuando las buscamos y se hacen fuertes, cuando las somatizamos y las convertimos en sustancia de nuestra acción mental cotidiana.
Si tomamos una idea y la dirigimos a nuestro campo de percepción, la estamos convirtiendo en ideal. Ese ideal será el encargado de desarrollar el recuerdo que nos hacen felices o desgraciados. Desde luego, esto será así, si aplicamos en el supuesto caso, los calificativos de agradable o desagradable, bueno o malo, mejor o peor, etc.
Pero si en vez, de sostener ese recuerdo, o ese ideal, le hacemos fluir. Lo liberamos y le aplicamos los purificadores del consciente, percibiremos entonces, como una idea o un pensamiento nocivo se convierte en algo útil y vital. Ese será el resultado de la meditación, la observación y el análisis. Porque al estar despierto y alerta, la acción cósmica no da opción al pensante para cuestionar lo que es o no es, porque en ese instante todo es.
Cuando meditas, la mente queda en blanco; liberada de todo ideal. Es entonces cuando entra en acción el mental o conciencia cósmica, es decir, soy uno con el cosmos y el cosmos es uno conmigo. No existe entre ambos, división ni fragmentación, el ser es uno y, a la vez, es el todo indivisible. La nada es la totalidad del todo. El vacío es el continente de la materia. Lo incorpóreo contendrá a lo corpóreo. Pero todo es resultado de una única realidad o verdad, no absoluta sino existente.
El meditador no busca ese instante, llamémosle mágico, que lo pone en relación directa con la unidad cósmica. Como todo es mental, somos la esencia de eso. Pero debido a nuestra programación, bifurcamos los rumbos y nos posesionamos en la tríada del tiempo, sin percatarnos, que ese tiempo, es también indivisible e intemporal, como nosotros mismos.
Toda acción antes fue pensada aunque no se tenga conciencia de ello. La acción es un acto mecánico. Por el contrario, el pensamiento es un acto que emana de la voluntad. Surge del propósito o despropósito de la percepción que registra o estimula la mente.
Cuando la mente está dormida, cuando no está alerta y vigilante frente a los estímulos recibidos, sigue los dictados de la programación y eso la hace ser ignorante del mundo en el que está. Ahí no hay observador. Si el observador no observa no es observado y cae en un punto muerto de la existencia. Es como si miráramos y no viéramos nada. Tengamos en cuenta que toda realidad es virtual. Que a través de los tiempos hemos ido nombrando los elementos de la naturaleza, viviendo en ellos, habitándoles sin conocerles.
Les damos nombres y los codificamos y a tenor con lo visto, reproducimos nuevos elementos a imitación de aquellos. Reproducimos intelectualmente, garantizando así, el proceso de aprendizaje. Este aprendizaje es memorístico, y si no se usa o se practica, corre el riesgo de caer en olvido. Esto ocurre, porque la información recibida sólo y únicamente queda registra en la mente y no se tiene en cuenta para nada el mental o la conciencia cósmica que es la que produce el contenido del conocimiento.
La naturaleza es un perpetuo caos, es además, el orden perfecto. Ambos extremos o estados, no están divididos ni polarizados, es un único sistema, sin aristas, sin puntos ni líneas divisorias.
La energía es la esencia y la conciencia cósmica del Universo.
La mente intenta confundirnos, y de hecho lo logra; En primer lugar, por la programación que habita en ella. En segundo lugar, por la incapacidad de nuestros sentidos para percibir el conjunto, es decir, no estamos capacitados o no nos hemos capacitados para recibir varias informaciones a la vez; como unidad que somos, en lo aparente, tendemos a ella, sin tener en cuenta para nada que somos múltiples.
Si somos uno con el cosmos es sencillamente porque somos cosmos, desde luego, esto no significa que seamos cósmicos, la estructura que nos envuelve es parte de nosotros, pero no somos la estructura misma. Lo particular y lo general tienen aspectos diferentes.
Cuando percibimos una parte imaginamos el todo. Con esa carencia informativa, no hacemos otra cosa que actuar como máquinas. Y es en esa lucha permanente por acumular conocimiento para satisfacer el ego, donde se consume nuestro efímero paso por la tierra.
Llevar el control de la mente no es tarea fácil, como tampoco es fácil vivir en un mundo lleno de contradicciones, ignorante de sus leyes y sus realizaciones primarias. Y es que no vinimos a este mundo a acumular nada, pero es lo primero que hacemos. Vinimos para comprender que somos uno con la Unidad y que sólo existe una y única Conciencia Cósmica, que no es privativa de nadie y de la que, por ende, nadie puede escapar.
El logro de la mente está en producir bienestar y felicidad para hoy. En no buscar límites, trazando metas absurdas. En despertar y estar alerta para comprender la acción y la reacción del Universo.
A esto se llega cuando desprogramas al ego, y arrancas los apegos que pugnan en la memoria, atrapados en el inconsciente, que a instante, aflora en el consciente, acelerando o retardando el encuentro o descubrimiento de la Acción Cósmica Universal.

Ogsmande Lescayllers.

(Texto tomado del libro "La estructura del deseo)




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