jueves, 22 de enero de 2009

COMENTARIO CRÍTICO AL POEMARIO ÍNDICE EXTENDIDO DEL POETA GONZALO MELGAR.

GONZALO MELGAR: LA OTRA FORMA DE LA FUENTE.


Considerando ahora lo que se entiende por poesía habría que caminar muchas jornadas para hallar a un poeta. Pero si además, lo que buscamos es a un poeta místico, tendríamos que doblar ese trayecto. Eso puede ocurrir o pensarse. En realidad los tiempos no están para mística, porque el mito ha suplantado con su acción maniquea, la búsqueda hacia dentro que habita en todo ser. Ahora que la ciencia lo va derrumbando todo y el ideal poético cada día se corrompe más y más, no a causa del ideal mismo, sino por la acción, o más bien por la inacción de los que dicen formar parte de ese gremio.

Cuando Firdusis (943-1020), escribió su famoso Schah-nameh (el paraíso) intentaba, como Salomón, indagar en los resquicios de las almas, aquel espacio consagrado a Dios, que en lo adelante cumpliría la función de fuente; objeto del espíritu. Otros, antes que ellos, buscaban tras las sombras del demiurgo los paramentos en los cuales el alma, como cuerpo, florecería y daría lugar a una estancia que serviría de asiento y asidero a la vida. Desde luego, no tenían claro entre ellos, que el sentido de la vida es la propia vida, o que el sueño que no se sueña tampoco existe. Pero aquella idea estaba bien como metáfora y, sobre todo, si era posible ser cantada llegaría el momento en que se convertiría en sujeto de la existencia misma.

Rumoreando, quizás, por algunas de las esquinas de la idea se cimentó un ideal mayor. Dentro de él, crecieron las voces que salieron al rescate del Altísimo, para desde Él, trasmitirnos con palabras Sus señales.

Ibn Al´Arabi, (1165-1240) el gran poeta árabe de Murcia, desde su bello libro, El tabernáculo de las luces, sabedor profundo del misterio de Dios y del drama del hombre sobre la tierra, intentó poner luces a lo desconocido de las sombras y temperar las almas para que alcanzaran y tomaran el camino de la fe desde una más profunda visión o acción espiritual, directamente en Dios y no por Dios, porque de lo que se trataba era de alcanzar el mayor número de fieles o de hombres felices bajo el manto de la divinidad.

Dante Alighieri (1265-1321), el Creador de la Divina Comedia, bebió de allí y, en el intento de fundar, refundó, con nuevos motivos el gran paráclito, donde Dios, y todos los demás dioses diseñarían un estadio de luces y de sombras: Paraíso, Infierno, Purgatorio. Ya el ser, el hombre no era dual, ahora en el horizonte se abría una triada, o más bien una especie de atajo que sustentaba la visión del Concilio de Calcedonia en el 451 d. C. donde la Trinidad se convertiría en un hecho. San Juan de la cruz (1542-1591), Santa Teresa de Jesús (1515-1582), Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695), esta última, tal vez un poco más rebelde en sus procederes, abrirían a partir de entonces otros canales o puertas para entrar al mundo mágico de la mística. Sobre esas marcas quedaba expuesto Rabindranath Tagore (1861.1941) que, como San Francisco de Asís, regaba florecillas por todas partes.

Pero son estos tiempo, y ya no sólo el hombre de estos tiempos, apremiados en otros menesteres que no les dejan espacio para asimilar y confirmar la fuga hacia delante en los espacios: la manifestaciones del ser y la razón, que revertidos, quién sabe por qué raro misterio de faetón, pretenden cabalgar como ruedas de molinos, en vez de serenarse, confiar y apercibirse de sí mismos.

Una voz nueva, voz con tino y vocación mística y poética, quizás era lo que hacía falta, o lo que se demandara por la naturaleza misma de las cosas, para crear sobre la base de la nueva ciencia del lenguaje, un canto que fuera representativo de esa voz ausente que le hacía falta, desde mi punto de vista, a la nueva liturgia.

La epifanía era la nueva ola que debía romper el viejo acantilado, donde en pose de sombra dormía la idea de que todo debía seguir siendo como antes, pero sabemos que eso no es así, porque después de dos mil años, Dios no puede ser el mismo dios y, por ende, la visión y comprensión del culto deben ser otras.

A lo mejor sin saberlo, porque si lo supiera ya no sería misterio, nos llega, para llenar ese espacio vacío Gonzalo Melgar, que nos trae con su mística nueva, el nuevo y más pleno sentido del misterio, donde el actor no es otro que Dios mismo, en la versión certera de estos tiempos que corren.

Su poesía es de una frescura impresionante, donde, ya no desde lo dual, sino desde la misma acción y proyección de la Trinidad, el juego se sustenta hacia un mundo real, que se yergue hacia afuera una vez sabido lo de adentro. Porque ahí afuera es donde está el camino y, donde, una vez alcanzado el encuentro con Dios y consigo mismo, se sale al encuentro o a la búsqueda de y, con los demás.

Gonzalo Melgar ha construido, con feliz acierto su propia poética. Su propia mística. Una poética y una mística nueva que van a la captura de los sentidos o del sentido de las cosas que están dentro y fuera del agua; es decir, de las fuentes que sustentan la unión matrimonial del hombre con Dios y con la vida.

En su bellísimo libro, Índice Extendido, Gonzalo Melgar teje y desteje el sentido de la vida frente al sinsentido de la muerte. Las dudas lógicas que lo invaden salen a la luz proyectadas desde un profundo desgano de ausencias y presencias consumidas por tiempo. “Tiempo anhelante que se extiende ahora”, es decir en este presente caótico en el que nunca sabemos, a ciencia cierta, que nos traerá el mañana.

Oigámoslos y así nos daremos perfecta cuenta de cual o cuáles son las dudas o los abismos a los se aproxima este magnífico poeta.

Más muerte que la Muerte es el sombrío
tiempo anhelante que se extiende ahora
y siempre, sin espejo, sin aurora
ni ocaso, ni calor, ni sol, ni frío.

La negación negada, o contrapartida del suceso, crea una especie de dicotomía, que a pesar del desgarramiento interno que ello provoca en el lector, da un soplo de aliento y vitalidad al cuadro que se difumina desde lo trascendental que lo trasciende.

Esta visión centrada y ajena al juego, formula pares, pero no en la unidad del sentido al que están superpuestas las cosas, sino dentro de un compuesto seriado para la perfección del juego. Del juego dinámico que sirve de cuadratura al actante.

En sus magníficos estudios sobre San Juan de la Cruz, el crítico y pensador francés Jean Barozzi, hablaba de esas visiones ocultas de lo trascendentes, que sólo son visualizadas por una mente poética capaz de desdibujar en las alturas, el fondo de la idea o el ideal que funda y se sustenta en lo finito eterno.

El ejemplo siguiente nos muestra el rastro de lo dimensional, sobre la ilación de una idea que se centra en la a-temporalidad de un hecho o suceso equis, que bajo la luz, objeto o sujeto de la búsqueda, construye el formato perfecto, donde se proyecta una especie de deixis de lo sicológico o psicologística, que emerge, entre bastidores, del sombrío mundo de la nada, que sirve de trasfondo para una leitmotiv de lo posible.

Mucho ha llovido desde entonces. Llueve
constantemente desde entonces, tanto
que el tiempo es lluvia y pasa borrascoso
en una procesión de nubes grises,
cegando al sol, al mundo, dando tumbos.

Tiempo de lluvia. Tiempo borrascoso: nubes grises, sol cegado, mundo dando tumbos. Es decir el caos sobre instalado en una especie de catrocrisis espiritual que a la larga nos conducirá hacia el Apocalipsis nuevo testamentario que nos anunciara el apóstol San Juan.

Técnicamente o, quizás más allá de las técnicas tradicionales, que algunos escasos o estrechos de mentes aún insisten en mantener, Gonzalo abre nuevas vías o canales a la expresión poética, aportando una técnica nueva en la ruptura o segmentación voluntaria, para que el verso, en su caso personalísimo, adquiera su propia identidad, más allá de los entresijos y extrañamientos tradicionales. En el verso de Gonzalo Melgar, la voz es quien manda y gobierna todos los ciclos de la escala. Nada hace de preferente, por que el Único preferido es Dios.

Para que pase algo espero. Espero
desde hace tanto. Espero tontamente
un signo. En la clausura de mi mente,
circunvolucionando, nada: cero;

Circunvolando fuera: nada. Huero,
sin fecundar, mi tiempo pasa y siente
pasarse el corazón. Sólo es simiente
para este secarral, ya sin tempero,

la Poesía que fluye: ese hilo fino
de luz desnuda y dulce, derretida,
que cae; sólo con ella algo ilumino

esta senda jamás preconcebida.
¿Es un signo? Yo espero ante un camino
que va a dar a la mar… quizás a la vida.

Aquí queda especificado todo lo dicho y, lo que, desde luego, falta por decir de este exquisito poeta, que no funda, desde el desgarramiento místico una mística más, sino su propia mística; que es y debía de ser la mística de todos.


Dr. Ogsmande Lescayllers.
Madrid. 25 de septiembre de 2008.

2 comentarios:

Ele Bergón dijo...

Siempre me ha gustado cómo escribe Gonzalo Melgar. Efectivamente su poesía es fresca y fluye "desnuda y dulce, derretida". Mi enhorabuena a Gonzalo por su libro.

Un abrazo.

Luz

(Espero que esta vez sí slaga el comentario)

Gonzalo Melgar dijo...

Muchísimas gracias por tu comentario a este libro que espero pronto "vea la luz" (parte del libro se llama "tratado de la Luz"). Me parece un estudio de una profundidad sorprendente. Cuando tuve ocasión de leerlo me aclaró muchos aspectos sobre esto, sobre lo que me siento impelido a escribir.

Gracias también a Luz

Gonzalo Melgar (gonzalo.melgar@uclm.es)