domingo, 18 de enero de 2009

CON EL POETA AARON GARCÍA PEÑA.

Aarón García Peña, poeta y amigo entrañable de Lescayllers, juntos en la Asociación de Escritores y Artistas Españoles de la que ambos son miembros. En esta ocasión Aarón lo presenta al público.
PRESENTACIÓN DEL ESCRITOR OGSMANDE LESCAYLLER en la Asociación de Escritores y Artistas Españoles(Madrid, a 3 de junio de 2007)
Presentar un libro de Ogsmande Lescayllers y presentar a Ogsmande Lescayllers es hacer exactamente lo mismo. Esta dificultad para diferenciar la obra de su propio autor se da en muy pocas ocasiones, como si algo asustara o entumeciera a todo el que se pasa los días combinando adjetivos, inventando tildes, siempre de sitio en sitio con un manuscrito mejorable y atento a cualquier idea que poder desarrollar. Últimamente, el escritor en España, parece distanciarse de su propia obra, hasta llegarle incluso a ser ajena. Quizá sea porque el escritor está ahora más distraído que nunca: letreros luminosos, montones de propaganda hasta en el azucarillo, canales de televisión prepago; tonterías y pequeñeces por todos lados que se anuncian como verdaderas obras de arte. Hay tantos elementos que llaman la atención que muchos olvidamos, en plena calle, imposibilitando con ello estar a la altura de nuestras propias convicciones. Hoy sabemos que para poner en práctica las ideas no es suficiente con tener ideas, hay que descolgar el teléfono y apagarlo absolutamente todo. Pero quizá no sea sólo ese el problema. Quizá no vemos al escritor en su obra, porque no es del todo un escritor sino cualquier otra cosa que le ponga comida y le quiete la mesa, le vista al menos las partes bajas, y le permita de vez en cuando tomarse un vino y coger un taxi. Ya saben, los oficios normales: camarero, profesor de educación física, traficante de cocaína, portero en un colegio, publicista, político, acompañante ocasional de personas casadas...; cuanto haga falta para seguir bajo techo, y dejar para los ratos libres escribir, publicar y regalar el libro a todo el que se cruce por su vida y le ponga en un momento determinante una cara simpática. El escritor del S. XXI tiene su propio tejado apedreado por sí mismo. Pero Ogsmande Lescayllers es un escritor distinto, un escritor como los de antes: a tiempo completo. El Dr. Lescayllers es una frase muy larga que aumenta de tamaño cada veinte minutos; haga frío o manga corta, haya en los demás, sangre o gazpacho, esté en la más hermosa soledad o en la más terrible de las compañías. No concibe sus palabras como jugador en un momento determinado de cualquier partida, sino como el propio juego; no le cede tiempo a la literatura, sino que sale únicamente del trance literario para no mearse fuera de la taza o enamorar a una mujer durante la fase REM del sueño. Ogsmande Lescayllers está vivo casi todo el tiempo. Porque ser un escritor es, por encima de todo, estar vivo la mayor parte del día. Y estar vivo no es cualquier cosa. No basta con tener el cerebro encendido y mantener templado el ánimo. Para ser escritor hay varias posibilidades, a cada cual más tortuosa.La más extraña es juntar a una francesa con un sirio y nacer en Bayamo, Cuba. Recorrerse medio mundo con los ojos bien abiertos, y olvidarse una idea en América, perder una novia en árbol más alto de África; casarse a traición en Oriente Medio con la desembocadura de un río, y reescribir en la India el mismo verso diecisiete veces sobre la sombra de una vaca. Después sería imprescindible elegir a varios hombres y mujeres, y aprender de ellos mucho hasta que te llegue la muerte; y aún después de muerto leer y equivocarse, leer y equivocarse, y nunca estar satisfecho. Como decimos, hay varias posibilidades de ser un escritor, pero para ésta que hoy nos ocupa, se antoja imprescindible tocar todos los palos (poesía, narrativa, ensayo...), y pegarte cara a cara, durante varios asaltos, con el periodismo, el arte, el derecho penal, la economía, la diplomacia, el turismo, la gestión y dirección de empresas; docencia, ambiente, historia, semiótica, medios audiovisuales..., y una y otra vez repetir la operación como un perfecto estudiante. Llegar hasta aquí le cuesta a cualquier persona inteligente más de vida y media. Don Ogsmande comparte la opinión de Schopenhauer, cuando dijo: “la virtud original del ser humano es la rebeldía”. La frase es a primera vista sencilla, y seguro que la escribió mientras decidía una mañana ponerse una camisa u otra; pero ponerla en práctica es casi como una sentencia de muerte para alguien que nace en un país, lo tiene todo, está frecuentemente en los diarios culturales y tiene que abandonar la isla para seguir pensando en alto. Abandonar la patria para pensar en alto no debe ser precisamente cómodo, independientemente de que la comodidad y el pensar en alto sean ambas prácticas muy relativas según quién las ponga en práctica. Por ello, durante los 18 años que lleva en España, también ha tratado de practicar esa frase de las Madres del Dos de Mayo de Argentina, que dice: “La única lucha que se pierde es la que se abandona”. A primera vista también parece fácil, como sacada de la mesilla de noche de cualquier optimista, pero ser un optimista no es perder inmediatamente la razón, sino ganársela. Dice José Martí por la boca de Ogsmande Lescayllers: “Un pensamiento justo desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército”. Teniendo en cuenta que se trata de un disidente político condenado a pena de muerte y sacado de Cuba por los pelos, resulta inteligente comprobar que no pone reparos de ninguna clase en defender su afiliación intelectual al Martianismo y al Marxismo transigente. A muchos escritores esto nos dejó de piedra, acostumbrados a ver a tanto camicace cultural en las filas actuales de la ultraderecha cubana en España. Como diría Martí por la boca de Ogsmande, “Las grandes catástrofes no hay que vivirlas, basta con imaginárselas”.Este cubano, hace ya algunos años compatriota nuestro, es un político excelente. No un político como los que últimamente tenemos en España, no. Él no defiende una postura política más o menos enconada en este u otro nacionalismo, él defiende la política misma. Él no comprende la denominación “Guerra de civilizaciones” sino que te argumenta con absoluta eficiencia que lo que hoy en día existe es una lucha entre civilizados e incivilizados. Él habla y se le entiende sin demasiado mérito, y uno acaba dándole la razón en estos asuntos porque sencillamente la tiene. Deja huella por todas partes y hace negocio como el mejor de los mercaderes: En el Círculo de Bellas Artes se olvidó la dentadura pero se trajo a cambio los pomos de todas las puertas. En el Café Gijón quedaron sobre una de las mesas sus palabras más antiguas, pero a cambio puso el café a un precio razonable. En la Asociación de Escritores Colegiados de España se dejó la oreja izquierda encima de una silla, pero por descuido se llevó a su presidente y aún le están buscando. En la Asociación de Prensa Iberoamericana regaló toda la paciencia reservada para sus últimos años, pero a cambio pudo conversar con Dios sobre las cosas importantes. Con el Grupo Hispanoamericano de Escritores descubrió que toda la verdad cabe en una servilleta, pero se quedó la servilleta y compartió la verdad sin apropiársela. En el Centro Árabe Sirio más de una vez ha perdido la corbata, pero por cada una de ellas ha ganado un amigo más leal que una madre. Y en la Asociación de Escritores y Artistas Españoles aún le llaman Os mando Callar pero a cambio se ha ganado el respeto y la admiración de sus firmas más prestigiosas. Hoy vuelve a ésta, su casa, para seguir alargando su frase. Para seguir acercándonos su reformulación constante de todo (palabra, poesía, sociedad...). Para seguir su búsqueda personal por lo telúrico, lo cósmico, de todo aquello que está por encima de las cosas que creemos importantes. Sigue adelante, como de él se esperaba, en el afianzamiento de su propia conciencia y la de todos los hombres. Nos recuerda “la necesidad de que el hombre se fragüe a sí mismo”, porque “no se trata del hombre en un lugar determinado, se trata sólo del hombre”. Por todo esto su verso es como ver el fuego durante toda la noche, o como quedarse frente al mar y comprenderlo todo, o como una nana para un niño al que no duerme sino tranquiliza. Su voz propia es claramente litúrgica. Una liturgia cargada de intención e intensidad como se hacen estas cosas. Un concepto tras otro hasta construir la idea tantas veces sea necesario. Este escritor es, como diría Federico García Lorca, “un poeta río”. Sus posibilidades sobre una hoja son ilimitadas, como él mismo piensa que debe ser la poesía. Cierto es que a veces se le escapan un poco los caballos, o se desemboca demasiado por el ala narrativa, pero los controla en seguida en cualquier escenario si cabe más sorprendente, y lo hace con una atosigante vitalidad. Sus versos son largos como su propio atrevimiento. Sus reflexiones capaces de hacerte perder el olfato o las ganas de volverte tenebroso. Él siempre está en la luz porque ésta es la única que no sabe ni puede mentirnos. No te estropea jamás el silencio, y las pausas parecen estar siempre de su parte.Sus libros “El otro lado de la nada” y “El shofar del viento”, forman parte de esa frase tan larga. Incluso, uno es complemento del otro y viceversa. Y asimismo son el cuestionamiento filosófico de lo que no pudo o no le dio tiempo a cuestionar en sus otros libros: “La estructura del deseo y “Las reglas de la intencionalidad”; ambos de una profundidad ideológica más que sobresalientes.Ogsmande Lescayllers está tan vivo que asusta. Se ha convertido en una influencia necesaria para muchos escritores españoles y cubanos de aquí y de Cuba. No le pierdan de vista, no sólo en esta breve lectura de ahora, sino durante los próximos 35 años.

Aarón García Peña.



1 comentario:

Sonia dijo...

Buena descripción de la persona que, en este caso, coincide ser la misma que el personaje; así, tan natural, sin trampa ni cartón.
Al poeta Aarón García Peña, tampoco hay que perderle de vista por su gran valía personal y por su atención a que las cosas siempre salgan perfectas y, esta presentación del Dr. Lescayllers, es un ejemplo de ello. Felicidades. Nuria.