EL VERBO SE HIZO CARNE.
El Verbo se hizo carne y yo eran entonces,
Una espiga en el sueño de mis padres.
Una espiguita azul, que no sabía,
En qué rincón del mundo aposentarse.
Pero una madrugada, los obreros;
Del trigo, el metal y la palabra,
Con el barro del río y con el agua,
Hicieron mi figura inanimada.
Luego viniste Tú. Soplaste en ella
Y me dejaste en medio de la plaza.
Alguien que pasó dijo: ahí hay un hombre.
Desde entonces soy esto, Señor mío.
¿Qué culpa tengo yo, de ser ahora,
Uno más, en el mar de la existencia?
ANTONOMASIA.
El Verbo se hizo carne y yo eran entonces,
Una espiga en el sueño de mis padres.
Una espiguita azul, que no sabía,
En qué rincón del mundo aposentarse.
Pero una madrugada, los obreros;
Del trigo, el metal y la palabra,
Con el barro del río y con el agua,
Hicieron mi figura inanimada.
Luego viniste Tú. Soplaste en ella
Y me dejaste en medio de la plaza.
Alguien que pasó dijo: ahí hay un hombre.
Desde entonces soy esto, Señor mío.
¿Qué culpa tengo yo, de ser ahora,
Uno más, en el mar de la existencia?
ANTONOMASIA.
Me culpo de ser palabra.
Me culpo de ser silencio.
Me culpo de todo aquello,
Que amordaza mis deseos.
Me alargo y me quedo corto.
Me acorto y me quedo largo.
Me amargo y me vuelvo dulce.
Me endulzo y me vuelvo amargo.
Me columpio y me detienen.
Me detengo y me columpian:
Soy un objeto del tiempo.
Soy silencio y me hago bulla
Y cuando me vuelvo bulla;
Entonces es cuando me callo.
CANDOR DEL VERBO.
Me culpo de ser silencio.
Me culpo de todo aquello,
Que amordaza mis deseos.
Me alargo y me quedo corto.
Me acorto y me quedo largo.
Me amargo y me vuelvo dulce.
Me endulzo y me vuelvo amargo.
Me columpio y me detienen.
Me detengo y me columpian:
Soy un objeto del tiempo.
Soy silencio y me hago bulla
Y cuando me vuelvo bulla;
Entonces es cuando me callo.
CANDOR DEL VERBO.
La diosa luz, me inunda con sus soles,
Me pone pedernal en las comidas;
Me calienta los sueños con sus mañas,
Pondera mis calambres y mis ansias.
Tengo una línea cóncava en el dedo;
Un pedigrí, rondándome en el pecho,
Un río de mayúsculas, arbotantes,
Se escapa diariamente de mi lengua.
Barruntan los arrieros la mañana,
Con gritos y voces plañideras.
El todo nace ahí; donde la nada,
Construye el paladar de los pronósticos.
El escriba sentado no me importa.
¿Adónde llega un hombre, si se sienta?
CASIDA PARA ELLA.
Me pone pedernal en las comidas;
Me calienta los sueños con sus mañas,
Pondera mis calambres y mis ansias.
Tengo una línea cóncava en el dedo;
Un pedigrí, rondándome en el pecho,
Un río de mayúsculas, arbotantes,
Se escapa diariamente de mi lengua.
Barruntan los arrieros la mañana,
Con gritos y voces plañideras.
El todo nace ahí; donde la nada,
Construye el paladar de los pronósticos.
El escriba sentado no me importa.
¿Adónde llega un hombre, si se sienta?
CASIDA PARA ELLA.
Podo el viento y me quedo con su siembra.
Con esta miel fabrico la colmena.
Me desnudo en tu alcoba, te desnudas;
La danza del océano es la marea.
Vuelvo donde quedamos. Te acaricio.
Hago hilos de aromas y cordeles.
Duplico los deseos sobre las hojas,
Y me quedo con ellas bajo el agua.
Busco la perfección en lo imperfecto.
Rompo todas las piedras del camino;
Escarbo en los sonidos y en las sombras.
Reinvento al hombre, con huesos de la tierra.
Recorto aquí y allá. Me quedo y vuelvo;
Como un ajiaco, en la sartén del viento.
EL ALBUM DE MIS SUEÑOS.
Converso con el hombre que siempre va conmigo.
Antonio Machado.
Nadie mejor que Tú, conoces, Padre,
A quien se ha de juzgar sobre la tierra.
Yo no vine a juzgar, sino a servirte,
Con mis manos, mi sueño, mis ideas.
Me diste la palabra, la existencia,
Un collado de luz y una ventana.
Me diste amor y paz, para que hiciera
Tu voluntad, sin desafiar a nadie.
Yo no juzgo, Señor, Tú bien lo sabes.
También sabes que suelo equivocarme;
Pues, soy tu semejante. Así me hiciste.
Soy conforme a escuchar y a que me escuches.
Y mis sueños reposan en los tuyos,
Hasta el día final, de la partida.
FABULARIO
Con esta miel fabrico la colmena.
Me desnudo en tu alcoba, te desnudas;
La danza del océano es la marea.
Vuelvo donde quedamos. Te acaricio.
Hago hilos de aromas y cordeles.
Duplico los deseos sobre las hojas,
Y me quedo con ellas bajo el agua.
Busco la perfección en lo imperfecto.
Rompo todas las piedras del camino;
Escarbo en los sonidos y en las sombras.
Reinvento al hombre, con huesos de la tierra.
Recorto aquí y allá. Me quedo y vuelvo;
Como un ajiaco, en la sartén del viento.
EL ALBUM DE MIS SUEÑOS.
Converso con el hombre que siempre va conmigo.
Antonio Machado.
Nadie mejor que Tú, conoces, Padre,
A quien se ha de juzgar sobre la tierra.
Yo no vine a juzgar, sino a servirte,
Con mis manos, mi sueño, mis ideas.
Me diste la palabra, la existencia,
Un collado de luz y una ventana.
Me diste amor y paz, para que hiciera
Tu voluntad, sin desafiar a nadie.
Yo no juzgo, Señor, Tú bien lo sabes.
También sabes que suelo equivocarme;
Pues, soy tu semejante. Así me hiciste.
Soy conforme a escuchar y a que me escuches.
Y mis sueños reposan en los tuyos,
Hasta el día final, de la partida.
FABULARIO
Le dieron de comer piedras con ajos.
Le clavaron un hueso en el bienio,
Luego fotografiaron su esqueleto
Con el ojo de un perro callejero.
Estuvo a punto de enloquecer por eso.
Y se tomó un purgante de tomillos
Con agua de limón y hierbabuena.
Se fue del barrio, hasta que se hizo hombre
Y se compró un caballo y una terna.
Se hizo procurador, sin procurarlo.
Se adueñó de todas las mujeres,
Del gobierno y la banca de aquel pueblo.
Se apoderó de todos los poderes:
Vivió para contarlo, sin problemas.
Le clavaron un hueso en el bienio,
Luego fotografiaron su esqueleto
Con el ojo de un perro callejero.
Estuvo a punto de enloquecer por eso.
Y se tomó un purgante de tomillos
Con agua de limón y hierbabuena.
Se fue del barrio, hasta que se hizo hombre
Y se compró un caballo y una terna.
Se hizo procurador, sin procurarlo.
Se adueñó de todas las mujeres,
Del gobierno y la banca de aquel pueblo.
Se apoderó de todos los poderes:
Vivió para contarlo, sin problemas.
GEMELOS, ENTRE CARTONES.
Solían dormir ahí, entre cartones,
Abovedados como los terremotos.
Alrededor, los gatos y los perros,
Vivían como curieles y despojos.
Se atornillaban en medio de las plazas,
Como el maderamen de los barcos.
Solían desnudarse los domingos,
Para cantarles al viento sus canciones.
Gemían, como gimen el dromedario,
Con un desgano casi apocalíptico.
Y le comían el corazón al tiempo.
Desnudos, como Dios, volvían de noche,
Con los remiendos que le ofrecían las horas.
Allí morían, ausentes de la ausencia.
MITOLOGÍA.
Mitología. Todo es mitología.
Incluso el escenario, la escalera,
El cierre de la puerta, la madera,
La religión y la filosofía.
La guerra es la matriz del que extravía,
El verbo, la raíz y los papeles,
Y la sabiduría, los anaqueles;
Dios y los elementos: la poesía.
Mitología, mimético misterio
Del plantar, el nacimiento humano.
Todo está escrito. Lo llevas en la mano.
Nada está muerto, donde los cementerios.
Mitología también, son los arcanos,
Aunque te miren levemente serios.
MONSERGAS.
Solían dormir ahí, entre cartones,
Abovedados como los terremotos.
Alrededor, los gatos y los perros,
Vivían como curieles y despojos.
Se atornillaban en medio de las plazas,
Como el maderamen de los barcos.
Solían desnudarse los domingos,
Para cantarles al viento sus canciones.
Gemían, como gimen el dromedario,
Con un desgano casi apocalíptico.
Y le comían el corazón al tiempo.
Desnudos, como Dios, volvían de noche,
Con los remiendos que le ofrecían las horas.
Allí morían, ausentes de la ausencia.
MITOLOGÍA.
Mitología. Todo es mitología.
Incluso el escenario, la escalera,
El cierre de la puerta, la madera,
La religión y la filosofía.
La guerra es la matriz del que extravía,
El verbo, la raíz y los papeles,
Y la sabiduría, los anaqueles;
Dios y los elementos: la poesía.
Mitología, mimético misterio
Del plantar, el nacimiento humano.
Todo está escrito. Lo llevas en la mano.
Nada está muerto, donde los cementerios.
Mitología también, son los arcanos,
Aunque te miren levemente serios.
MONSERGAS.
Me descombro solícito de viento,
En la cuádruple hacienda del concierto.
Me hago tela de lana en las agujas,
Y entre las telarañas costaneras.
Embrido el brezo, breve, lloviznado,
Cual embriago de polen y cartones,
Retardo el ondular de las palabras;
En el plinton del cónyuge y el grial.
Me atempero en el agua. Me atempero,
Con acordes, bordones y cordeles.
En la quilla de una estación despierto.
Despierto con el óleo de tu nombre,
Cadavérico, efímero, gigante;
Como una lombriz del pleistoceno.
CREDO.
En la cuádruple hacienda del concierto.
Me hago tela de lana en las agujas,
Y entre las telarañas costaneras.
Embrido el brezo, breve, lloviznado,
Cual embriago de polen y cartones,
Retardo el ondular de las palabras;
En el plinton del cónyuge y el grial.
Me atempero en el agua. Me atempero,
Con acordes, bordones y cordeles.
En la quilla de una estación despierto.
Despierto con el óleo de tu nombre,
Cadavérico, efímero, gigante;
Como una lombriz del pleistoceno.
CREDO.
Yo Te reconocí una mañana,
En un lejano sueño de mi infancia,
Cuando nadie sabía que yo era un sueño
Y Tú me conducías en la alborada.
Si al despertar Te hallé, junto conmigo,
En el camino por donde van los hombres;
No fue casualidad, que nuestro aliento,
Se uniera con el tiempo en un abrazo.
Vinieron días profundos, dolorosos,
Pero allí estabas Tú, con mis dos manos,
Alimentando la fe que me inculcaste.
Desde la tierra, y en pos de la madera;
Me diste el agua, el canto y las espigas,
La luz, la inspiración, y la Palabra.
SONETO.
Pienso la vida y, al pensar la vida,
También la muerte va pensada en ella.
Lo mismo ocurre si miras hacia el cielo,
Donde están recostadas las estrellas.
Si busco luz, y encuentro una centella,
Donde la luz, a veces refundida,
Te sirve de quietud para el develo,
Que nos deja por dentro cierta huella.
Lo supe ayer, antes de la partida.
Y eso ha calmado todos mis anhelos.
La vida, desde luego, siempre es bella.
Sobre todo, cuando en la noche sellas,
Un arco sideral a tu medida,
Que has hecho con amor, ternura y celo.
SONETO
Alta escalera de tramos cadenciosos,
Yo me dispongo a subirla sin desvelo.
Y al final continuar mi viaje airoso,
Hasta alcanzar la cúspide del cielo.
Si alguien quiere seguirme en la contienda,
Le ruego calma, amor, fuerza, paciencia:
Y, sobre todo, usar la inteligencia,
Para enfrentar las cosas que no entienda,
Me río de los airados, pretenciosos,
Que dicen descubrir un ritmo al vuelo,
De las palabras, en un poema oleoso.
Pero, ¿qué es un poema?, sino el vuelo
De un sueño y un deseo pecaminoso,
Que es parte de tus ansias y tus anhelos.
En un lejano sueño de mi infancia,
Cuando nadie sabía que yo era un sueño
Y Tú me conducías en la alborada.
Si al despertar Te hallé, junto conmigo,
En el camino por donde van los hombres;
No fue casualidad, que nuestro aliento,
Se uniera con el tiempo en un abrazo.
Vinieron días profundos, dolorosos,
Pero allí estabas Tú, con mis dos manos,
Alimentando la fe que me inculcaste.
Desde la tierra, y en pos de la madera;
Me diste el agua, el canto y las espigas,
La luz, la inspiración, y la Palabra.
SONETO.
Pienso la vida y, al pensar la vida,
También la muerte va pensada en ella.
Lo mismo ocurre si miras hacia el cielo,
Donde están recostadas las estrellas.
Si busco luz, y encuentro una centella,
Donde la luz, a veces refundida,
Te sirve de quietud para el develo,
Que nos deja por dentro cierta huella.
Lo supe ayer, antes de la partida.
Y eso ha calmado todos mis anhelos.
La vida, desde luego, siempre es bella.
Sobre todo, cuando en la noche sellas,
Un arco sideral a tu medida,
Que has hecho con amor, ternura y celo.
SONETO
Alta escalera de tramos cadenciosos,
Yo me dispongo a subirla sin desvelo.
Y al final continuar mi viaje airoso,
Hasta alcanzar la cúspide del cielo.
Si alguien quiere seguirme en la contienda,
Le ruego calma, amor, fuerza, paciencia:
Y, sobre todo, usar la inteligencia,
Para enfrentar las cosas que no entienda,
Me río de los airados, pretenciosos,
Que dicen descubrir un ritmo al vuelo,
De las palabras, en un poema oleoso.
Pero, ¿qué es un poema?, sino el vuelo
De un sueño y un deseo pecaminoso,
Que es parte de tus ansias y tus anhelos.
EL BHAGAVAD-GITÁ.
Monos y hombres unidos,
En una misma expresión.
En un mundo compartido
Donde monos y hombres son
Un referente perdido
Entre una y otra estación.
Porque el ser y la razón
Hoy caminan divididos.
El ayer es el olvido.
Referencias, referidas,
Espejo donde la vida
Excava los tiempos idos.
Aquellos tiempos perdidos
Que la memoria no olvida.
EL I CHING.
Entre números y arpegios.
Adivina, adivinanza,
Si la palabra en su andanza
Forma un catálogo egregio.
Imaginar es tan bello
Que la belleza se espanta,
Cuando la imagen no implanta
El sentido de un destello
El río del entendimiento:
Aguas oscuras y claras.
Número que se equipara
A los collares del viento.
Todo es el firmamento,
Donde Todo es todo y Nada.
EL TALMUD.
El fuego era la idea.
La zarza era el sujeto.
El bastón el amuleto.
El sendero, la pelea.
La Ley era el centinela
De la verdad confirmada.
Israel, la desposada.
La Tierra la sementera.
Fue el Éxodo la primera,
Forma de agrandar el mundo.
Hecho segundo a segundo
A la sombra de una higuera.
Nadie entendió lo que era,
Lo primero o lo segundo.
LA BIBLIA.
Dios, que hizo el pensamiento
Hizo también la escritura,
Senda, fragua y envoltura,
Diosa y madre del talento.
Narró todos los eventos:
La luz, amor que fulgura.
Venturas y desventuras;
Vidas y muertes. Contentos.
Nos presentó el firmamento
Como una fruta madura,
La esperanza, la ternura.
Las sagas del mar y el viento.
La claridad, y la oscura,
Imagen del sufrimiento.
Monos y hombres unidos,
En una misma expresión.
En un mundo compartido
Donde monos y hombres son
Un referente perdido
Entre una y otra estación.
Porque el ser y la razón
Hoy caminan divididos.
El ayer es el olvido.
Referencias, referidas,
Espejo donde la vida
Excava los tiempos idos.
Aquellos tiempos perdidos
Que la memoria no olvida.
EL I CHING.
Entre números y arpegios.
Adivina, adivinanza,
Si la palabra en su andanza
Forma un catálogo egregio.
Imaginar es tan bello
Que la belleza se espanta,
Cuando la imagen no implanta
El sentido de un destello
El río del entendimiento:
Aguas oscuras y claras.
Número que se equipara
A los collares del viento.
Todo es el firmamento,
Donde Todo es todo y Nada.
EL TALMUD.
El fuego era la idea.
La zarza era el sujeto.
El bastón el amuleto.
El sendero, la pelea.
La Ley era el centinela
De la verdad confirmada.
Israel, la desposada.
La Tierra la sementera.
Fue el Éxodo la primera,
Forma de agrandar el mundo.
Hecho segundo a segundo
A la sombra de una higuera.
Nadie entendió lo que era,
Lo primero o lo segundo.
LA BIBLIA.
Dios, que hizo el pensamiento
Hizo también la escritura,
Senda, fragua y envoltura,
Diosa y madre del talento.
Narró todos los eventos:
La luz, amor que fulgura.
Venturas y desventuras;
Vidas y muertes. Contentos.
Nos presentó el firmamento
Como una fruta madura,
La esperanza, la ternura.
Las sagas del mar y el viento.
La claridad, y la oscura,
Imagen del sufrimiento.
EL CORAN.
Dios no refrendó la idea
De lo que antes había dicho.
Él no actuaba por capricho;
Buscaba paz en la tierra.
Si dijo Alá, allí donde,
Otros decir Dios quisieron,
Lo segundo o lo primero
No debe enfadar al hombre.
Que de nada sirve un nombre,
Si el hombre no es lo primero.
Lo cierto, lo verdadero,
Sólo lo sabe el Supremo,
Pero apenas comprendemos,
Que el amor es lo primero.
LA ESPIGA.
La espiga,
Cuando brota, tiene sus días contados;
Por eso es tan difícil ser espiga.
LOS GOZOS SUCESIVOS.
Saber que estás dormido, sin embargo,
Piensan que estás profundamente muerto.
Pero una vez y sales del letargo,
Descubren que de nuevo estás despierto.
Hay quienes juzgan, lo cierto por incierto,
Y te hacen beber ese mal trago;
Porque hay dormidos, que creen estar despiertos.
Y hay despiertos que duermen. Sin embargo,
Qué más da, saberte vivo o muerto,
Si el mundo es, como un inmenso lago,
Donde vas de concierto en desconcierto,
Como si fueras el bastón de un mago.
Pero es mejor, tener el ojo abierto,
Para ver lo que me hacen y lo que hago.
Dios no refrendó la idea
De lo que antes había dicho.
Él no actuaba por capricho;
Buscaba paz en la tierra.
Si dijo Alá, allí donde,
Otros decir Dios quisieron,
Lo segundo o lo primero
No debe enfadar al hombre.
Que de nada sirve un nombre,
Si el hombre no es lo primero.
Lo cierto, lo verdadero,
Sólo lo sabe el Supremo,
Pero apenas comprendemos,
Que el amor es lo primero.
LA ESPIGA.
La espiga,
Cuando brota, tiene sus días contados;
Por eso es tan difícil ser espiga.
LOS GOZOS SUCESIVOS.
Saber que estás dormido, sin embargo,
Piensan que estás profundamente muerto.
Pero una vez y sales del letargo,
Descubren que de nuevo estás despierto.
Hay quienes juzgan, lo cierto por incierto,
Y te hacen beber ese mal trago;
Porque hay dormidos, que creen estar despiertos.
Y hay despiertos que duermen. Sin embargo,
Qué más da, saberte vivo o muerto,
Si el mundo es, como un inmenso lago,
Donde vas de concierto en desconcierto,
Como si fueras el bastón de un mago.
Pero es mejor, tener el ojo abierto,
Para ver lo que me hacen y lo que hago.
Ogsmande Lescayllers.
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