domingo, 1 de febrero de 2009

TODOS ESTOS POEMAS FORMAN PARTE DEL LIBRO DE OGSMANDE LESCAYLLERS, "LOS DINOSAURIOS NO SABÍAN VOLAR."

















El poeta en su jardín. foto izq. A la derecha en casa de su amigo el gran poeta Sirio, Alí Ahmad Said Asber en Qassabin, juntos de Izq. a dcha. el traductor, escritor y poeta Rifaat Atfé, Adonis, Lescayllers, y su amigo, Ousama Asber, poeta, editor y traductor, unos minutos antes de su recital en Jable, Lattakia. 13.07.08.


A TECHO ABIERTO.

A techo abierto, el mundo,
A techo abierto.
De los pies a la cabeza,
De la cabeza hasta los pies.

Rumores y temores,
Brocas del armador ante tus ojos.
Despalillan los senos de la luna,
La faz intercostal de los ejércitos.

Y median en mitades progresivas
Los atletas del viento que enmudecen
Mientras nos van cargando de inmundicias,
De sal y plomos;
Plumas y agujeros,
Los canales del aire que te asfixia.

A techo, sembrador,
A techo abierto,
Tan viejo como ayer,
Hoy menos cálido,
Paradójicos salmos de profetas,
Púrpura noche donde sestea la curia.

A techo tenedores de responsos.
Híbridos de agujetas y medallas,
¡Oh, Píndaro,
Venid, habladme a solas!
Que estoy de cal en las murmuraciones.

A penas quepo,
Y todos los incisos
Se me hacen plausibles en un verso.
Converso yo,
Sin agua muchas veces,
Hablo de los dolores de la tierra
Y me duelo,
Hasta quedar marcado en la distancia,
De los que me persiguen sin descanso
Por denunciar las felonías del mundo.
Por burlarme de Dios y sus acróbatas.
Por no asistir a misas los domingos.

Hablas de libertad y ves un plato
Vacío y roto encima de tu mesa.
Hablas de amor y te dejan desnudo.
Hablas de paz, mientras te descuartizan.
Qué hacer: dices entonces.
Mientras rebotas entre agujeros negros
Y mil puñales se clavan a tu espalda.

Busco luz,
Busco paz,
Camino a ciegas,
Entre reactores de máximas frecuencias.
Pilatos nos conduce hacia el abismo.
Cleofás pasa marcando a los caídos;
Yo esmirriado y sombrío me quedo a solas,
Con cinco parabienes en la lengua
Y diez grapas de más, en la garganta.

COMO LAS FORMAS.

Como las formas,
Reducido a un combate sin fronteras,
Erguido sobre un sueño de panteones;
Erguido simplemente,
Como todo animal, erguido hasta la muerte.

He navegado solo hasta el fondo del agua;
He ido y vuelto en mí,
Con un clavo en el hueso de la vida.
He merodeado entorno a las espigas
Y he quedado en el aire,
Inciso en las paredes de su nombre.

La tierra se alimenta en una cofradía de tendones.
Unos van prodigando las alturas,
Otros se van de mares tras las sombras
Y tras la mar me quedo suspirando,
Allende a los océanos que aún no existen.

Absuelvo y me disuelvo;
En dos canastas repletas de ilusiones,
En la red que me inserta en las cuadrículas,
Para vivir la estancia de un segundo.

Siempre me llegan ellos,
Siempre vuelven,
Deshilachados sastres del destino.

Mi búsqueda se extiende por los márgenes.
Se guinda de los márgenes, se rompe,
No calibra la altura
Y se remolca sobre un panteón de mármol.

Como las formas,
El tiempo se postula entre dos flechas.
Se encierra en una funda de ilusiones,
Se despide de sí, sin dejar huellas,
Se crema lentamente;
Se deshace,
Como un mechón de pelos en la hoguera.

Siempre a la saga,
En busca del camino.
El uno marca al dos;
El tres al cuatro.
Unas cuantas preguntas resucitan,
Entre los escondrijos de las sombras.

Alguien pondera el tiempo y se desmarca.
Alguien clava una huella en la memoria.
Fija y precisa un punto en el recuerdo,
Arma un plantel de luces,
Que los ciegos descubren sin hallarlo.

En la margen opuesta de la noche,
Despunta un día
De ausencias y reencuentros.

DOLOR Y PÉRDIDAS.

Cuando pienso en mi casa y en mis padres
Un resplandor se inserta en mis recuerdos.
Cuando busco a través de la memoria
En la sustancia de mis cavilaciones,
Un animal deforme sale al paso
De los embrujos que afloran en mis sueños.

Con todas las tristezas sepultadas
Dentro y fuera de mí, como un extraño,
Las voces mutiladas por el viento
Me traen noticias de mi pueblo:
Me dicen, que ya los míos no existen;
Y los que están caminan sin saberlo.

Bajo la triada que alumbran los relámpagos
En medio de la noche tempestuosa,
Yo salgo a desandar por los caminos
Intentando calzar el horizonte
Donde mi patria huérfana delira.
Yo deliro también, con dos puñales,
Clavados al costado de mi ausencia.

Madre murió, y yo quemé mis lágrimas.
Mi hermana, como un lirio, también fue incinerada
Mientras yo suspirara desde lejos,
Sin poder acercarme a la ventana.
De aquel lado estaban los soldados,
Con tánatos en los brazos disparando.
De aquel lado, los brujos me apuntaban.

Ajeno en mi desgano, frío e incierto,
Yo domaba a pedazos la paciencia;
Tejía con nudos largos y opulentos
El eco que los truenos me lanzaban.
De olvido y paramentos, si mi sangre,
Terminara cosida por los plomos,
O por los clavos que anuncian sacrificio,
Cuando intentan rendirte y no pueden.

Oculto en el silencio y en la sombra,
Visible en el concierto de las voces
Me alzo entre dolores y conjuros,
Como un hombre sin miedos y sin tiempo;
Erguido frente al muro que me impone,
La distancia y el hueso de la muerte.
Cuando la ausencia me va pariendo muertos
Y los soldados me apuntan desde lejos.

Todo el camino es mío.
Aniquilo la ausencia con mis ojos.
A mis muertos le insuflo un mar de vida;
Como a los girasoles de mis sueños.


EL DEICIDA.

En la sabida fuga entre el verso y mi sombra,
Descubro el desafuero en que caen las palabras.
Y la poesía ahogada, en la versión inerte,
Del poetastro de turno que aparece en los diarios.
Todos somos culpables por mendigar un verso,
A la estación de lluvia que preside la siembra.
Todos somos culpables de almacenar palabras,
Hilando rimas turbias, yendo por todas partes,
Diciendo: soy poeta.

No quiero ver más cábalas.
No quiero oír más versos,
Sin el organigrama de quien los representa;
En las tertulias ferias
O en ferias de feriantes,
Que empalagan el aire
Con discursos infames.

Me niego,
Me arrepiento de acariciar la noche,
De besar la madera que verbo me regala
Prisionera del tiempo y de los adjetivos,
Que la razón humana deforesta cuando habla.

Vayamos a la lógica.
Vayamos a los números.
Incoemos las huellas.
Tiremos las sandalias.
La poesía es una ciencia
Y la expresión un arma,
Que no cualquier persona,
Puede talar el alba,
Ni escribir cosas nuevas
Ni labrar el camino
Donde la voz del pueblo,
Es la voz del que canta.
¿Poeta?
Me pregunto:
¿Dónde están los poetas?
Y salen diez millones de pregones en alza.
Y luego me pregunto:
¿Dónde está la poesía?
Y escarbo,
Viro el mundo,
Empujo las estrellas.
Desnudo el universo
Pero no encuentro nada.

Voy buscando en el tiempo mis libros favoritos.
Voy colocando ideas sobre el mantel del alba.
Voy escribiendo a solas, el nombre de las cosas,
Y después las coloco encima de una tabla.

A lo lejos descubro los poetas malditos.
Más lejos todavía los de la herencia clásica.
A mi lado los bravos que anhelaban ser bardos,
En un cesto, apilados, una jauría que ladra.
Les miro y les pregunto: ¿vosotros sois poetas?
Se arma un cataclismo y no se entiende nada.

Hagamos la poesía.
Démosles paso al verso
Y el que no sea poeta,
Que se abstenga nombrarla.


EL TIEMPO VUELA.

Te dejaré este sueño
Atado con un sueño,
Para que me respondas
Con tu sombra.

Te dejaré la luz a medio hacerse,
Bajo los flamboyanes de la huerta.
Encima de tu sol
Pondré este sol,
Con el fuego de todos los veranos.

Esperaré.
Esperaré en la tierra
Sin esperar respuestas;
Sin descifrar las siglas,
Sin convertir el antes
En el después que esperas.

Sé hasta dónde es posible
La marca y el calibre de tus ojos
Y la intensión de búsquedas,
Que viajan hacia ti,
Sobre una cuerda.

No quiero penetrar
A esa región que habitan los recuerdos.
No quiero que la lluvia moje el tiempo.
Lo que deseo es verte
Alzada y despejada de temores.
Uniendo las corrientes que te apremian
Al cálido manejo de mi sombra.

Las apariencias,
A veces se despeinan sin ser vistas.
Las apariencias,
Son resortes de ideas sin respuestas.
También, lo dicho a flote,
Muchas veces se rompe en la caída
Y la visión se escapa,
Como la fuga de Ícaro en la nieve.

Muchos pueden tejer y hacer preguntas;
Partir la tierra en dos:
Poner el norte abajo,
El sur arriba.
Saltar sobre un trapecio sin saberlo
Hasta reaparecer en la caída,
Sin más tiempo que el tiempo que le dieron.

Cuando uno no entiende,
Qué significa hacerse fugitivo,
Destripa el aire a voluntad del viento
Y camina despaldas por las nubes,
Enceguecido por su propia sombra.
Entonces, se hace necesario hallar la luz.

Cuando no existe más hallazgo que tu mismo
Y clonas tu dolor en los del mundo;
La palabra despierta
Para romper las barreras del silencio.

Sumida, en la negrura que te ofrecen,
El antes y el después de los pronósticos,
La luz, no deja de crecer, y el tiempo vuela.


EN EL REINO DE DIOS…

Hay cosas insensatas,
Terriblemente impúdicas,
Como son:
Caerse en medio de la calle.
Llegar tarde a una cita.
Ser atropellado por un gato.
Intentar abrir la puerta con las uñas.
Llorar en público, sin tener deseos.
Nadar de espaldas para mirar el cielo.
Caminar descalzo
Para que no se te rompan los zapatos.
Tener sed y no beber para no gastar agua;
Cosas así, señoras y señores.
Pero lo peor de todo es
Un poeta frustrado,
O alguien que dice serlo,
Sin jamás haber escrito un verso;
Sólo porque ha soñado.



LA RAYA.

En esta raya larga
Que se desliza por las estrías del mundo,
Hoy las flores
Amanecieron húmedas.
Anoche llovió largo,
Los pétalos unidos entre sí
Mojaron con ternura
La base de sus sueños.

En esa raya que esconde los sentidos
Se alimenta la luz cada mañana,
Luego,
Como los jeroglíficos,
El sol se expande sobre las cuadraturas
Para iniciar los ciclos de la luna.

Ardiente en un compás
La geometría del aire,
Interrumpe su paso
Y aflora por la manga de los sueños,
Para confederarse con los días.

Altamente la raya,
Hasta el abismo,
Nos indica el camino de salida.
Después baja en silencio,
Timbra la puerta de los que están dormidos,
Para que nadie se aísle de sí mismo.

Todas las veces un nombre y una mano.
Una raya que entra y se desliza,
Una voz que palpita como un trueno
Y al otro lado,
Donde pierde su ruta la existencia
Un brocado desnuda sus colores,
Cuando los barcos se alejan de los puertos.

Cuando esa raya indemne
Desaparece en medio de la noche
Y los trinos,
Ahora convertidos en inciensos,
Pican la tierra y se hacen espejismos,
Atan parte del tiempo en una huella
Y caminan desnudos hasta los horizontes,
Con la nariz brocada por el aire.

Las rayas,
Que de repente brotan,
No tienen un lugar ni un punto fijo.
Están marcadas a voluntar del viento
En la pechina de las catedrales,
O en el aljibe de una casa antigua;
Hasta allí van los perros,
Sucedáneos los unos de los otros,
Para entrar en las rayas del misterio
Donde la voz se rompe y se hace luz.

Una mirada más allá;
Un poco más allá,
Sobre tu hombro,
Se puede convertir en una raya
Hasta que dios apaciente sus ovejas.



LA VISIÓN POR FUERA.

Toma mi espada,
Mi dolor,
Mis manos.
Toma el hilo que afuera,
Sobre la rama,
Ha tejiendo la araña.
Aprende de ella.
Mientras te envuelves con el hilo;
Mírate en el espejo
Que el aire mancornó para tus ojos.

No pienses que caerse
Es iniciar el ciclo hacia las pérdidas,
O que muriendo de ganas por las cosas,
El parto se anticipa
Antes que sea la luz quien lo propicie.

Es prudente,
Que si hablas del hombre
Te palpes bien el sitio…
Para que los sedantes no te dejen ilesos.
Porque a veces conviene morir dos o tres veces,
Antes de apoderarte
De las redes que intentas
Tejer para los otros.

Por eso es conveniente
Que recuerdes la araña,
Que te dejó en la rama,
Sus hilos despeinados.


MIS HECHIZOS.

Esta noche
Han venido a buscarme
Todas las ganas de la vida.
Esta noche no estoy
Pero aquí está mi ausencia
Sobrevolando por todos los rincones.

Los que me desafían se desatinan.
Intentan alcanzarme
Preñar los orificios por los que ellos sospechan
Yo he de pasar un día.
Pero yo me conozco.
Conozco y reconozco las trampas que me ponen.

Nunca dije ni digo donde me hallo
Jamás ando de espaldas,
Por eso cuando intenta pisotearme
Se les rompen los pies.

Ayer, un pez dormido,
Soñaba conmigo en la trastienda,
Estaba mojadito como un sueño.
Tenía sed, según dicen,
Por no entender que el agua
Es quien calma la sed.

Pobre pez,
Que soñaba conmigo mojadito y sediento,
Mientras yo caminaba por la orilla del mar
Con el siete de bastos enumerando estrellas.

Esta noche,
Indefectiblemente,
Yo no siento deseos de regresar a casa.
Quiero tener la certeza absoluta
Del peso de la sombra,
Del olor de la tierra
O las intimidades, con que a veces,
La luna nos despierta.

A veces cuando sueño juego un poco.
A veces juego, pero en el acto dejo de soñar.
Me han dicho los hechizos,
Los que me iluminan por el día,
Que cuando cierre un ojo,
Procure, dejar el otro bien abierto.



TENER, SOÑAR.

No es posible ser ciego y ver la luna,
Olvidar la razón y ser poeta.
No es posible que un hombre se confunda
Con el espantapájaros en la huerta.

No tener,
No soñar,
No ser el mismo,
Al precipitarte por la cuerda.
La vaguedad no es parte del convenio,
Vivimos vigilados por la muerte.

Borrachos de marismas y tambores,
De gélidas palabras sin acentos.
De ríos y proyectos incumplidos
Por la metamorfosis de los sueños.

Destaco en miles la sangre, los dolores,
Las apariencias que acaban siendo ciertas,
Los túmulos del aire que te dejan;
La baja en vertical de las ideas.

Todo yo me deshago y me desato,
De espalda al que me busca y no me halla
Ausente en la canal de los silencios,
Silenciado a la entrada de la puerta.

Nimiedades, palabras obsoletas,
Frutal como la tierra
Y al comienzo,
De un siglo que termina con un año;
Un día que empieza ardiendo en la visera.

Marcado por los crespos de las eras,
Húmedo a toda lanza mis dos huesos,
Pírrico y contrariado me levanto,
Agobiado me acuesto y no me duermo.

Absurdo como todos los absurdos,
Tantas veces sin voz, cuento los números.
Tantas veces dormido me despiertan,
Dormido en Fa mayor cuento hasta trece.

Entre tantos dolores académicos,
Me siento analfabeto en el rebaño
Y me voy a mis cuentas, por si acaso,
Con los escalofríos de la tierra.

Enciendo pabellones y despierto,
Con la luz forestándome la lengua.



TODO ES POSIBLE.

Voy despacito,
A veces,
Casi a nado,
Por el cráneo oloroso
De una hermosa cebolla.

La cebolla me causa tanta gracia
Que hasta me hace llorar si la pellizco.
Si la muerdo,
Estoy devolviendo una semana
Su aliento de nodriza parturiente.

Eso mismo me ocurre
Con los poemas
De algunos tertulianos
O con los cuentos de Edgar Allan Poe.
También Gogol me deja ensombrecido
Hasta que me despierta Yevguieni Onegin.

A veces me pregunto si los cataros,
Los fenicios, o Gengis Can, escribieron poesía.
A veces,
Interrogo a los ajos
A ver si más allá de sus olores
Tienen insertos un verso alimenticio.

Pero no doy más vueltas
Y vuelvo quietamente a la cebolla,
Para tejer unos versos de mostazas.
Ogsmande Lescayllers

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