MACKANDAL, EL SIN LEY NI GOBIERNO.
Ti Noel había sido instruido
Por el profundo saber de Mackandal.
Alejo Carpentier.
Ti Noel había sido instruido
Por el profundo saber de Mackandal.
Alejo Carpentier.
Mackandal; brumas del viento,
Insobornable brisa.
Tejes, destejes las curvas del camino.
Hace sudar las yerbas que habitan el pantano.
Nadie te ve venir, cuando es de noche:
Roncas, gimes, afinas tus violines,
Y llenas las cacimbas, los arroyos, los charcos,
Con tus huevas blancas y amarillas.
Te marcas, te desmarcas.
Aquí y allá, das un aguijonazo,
Y el trópico se rasca, se revuelve;
Sabedor que eres un fugitivo dentro de él.
Y saltas, como un sapo,
Entre los cocoteros y los plátanos.
Mackandal, Mackandal, las islas son azules.
Están desnudas sobre las Antillas.
Están perladas, estas islas de vientos y de sal,
De arenas y olas rubias; irradiando colores,
Para curtir la piel de los guerreros negros.
Y tanta mar, y tanto sol,
Ignorados del mundo y tú de ellos.
Y la tierra girando, haciendo silogismos,
Zumbando el agua en los acantilados.
El agua inversa desde lo más profundo,
Enyuntando la tierra con el cielo;
La vieja mar, con las inexistencias,
Los peces voladores, las caguamas,
Pájaros y luciérnagas que iluminan la noche,
Sobre los curugeyes de la selva;
Noche de perros;
Sensemayá, aullando como un gato montés.
La culebra se enrosca
En la cintura ardiente de la negra
Y todas las corrientes del Caribe,
Comienzan a rotar,
Marcándoles los rumbos,
Como la oruga a un sexo milenario;
Hecho de espumas y olas, de caimito, mamey,
Tamarindo y Guanábanas,
Hasta que otra corriente le sucede,
Se entroniza en el viento
Y empiezan a moverse las yagrumas.
Aquí, bajo las sombras,
Gobiernan los lagartos.
Las estaciones son un avispero.
En el hondón del monte,
Se oyen las maracas;
Los tambores con humo, si hay avisos.
Y hasta se ve, de vez en vez pasar el güije,
Tan cimarrón e incierto,
Como el silencio y las mareas.
Tan de dios, como el aire y los secretos.
Estas islas,
Nada tienen que ver con las Hespérides.
Pero aquí ya cantaba el Manatí,
Cuando gimió la vida
Sobre la quilla de los acantilados.
Aquí nació el amor, y el sentimiento,
Puso en orden la voz de los jejenes,
Y el sol se desnudó,
Para que todos vieran su figura.
Y también se hizo el fuego,
Sobre las tierras altas,
En la gran asamblea de los volcanes.
¿Por qué sigues oculto, Mackandal?
¿Puedo saber, cuáles son tus temores?
Sospecho, que te ocultas de los hombres:
Y de los huracanes del Caribe,
De los negreros esclavistas,
Que asolaron a África;
De donde te arrancaron,
A fuego y látigo, y te echaron al mar,
Con los pies atados con grilletes.
O del puñal arriero, de aquellos mutilados,
Que murieron contigo y nunca más volvieron.
Y te mezclaste; luego te mezclaron.
Uniste tu voz con la de ellos,
Para hacer menos triste el cautiverio
Y cantabas en Creol, que es una lengua rara,
En estos tiempos,
De insensibles fonemas y morfemas.
Sé que jamás volviste al puerto.
Que estás en la cañada,
Acurrucado en las guajacas esperando la lluvia;
La lluvia familiar que apenas llega.
Kankán Muza, irá contigo allí donde tú estés;
Se apalencó una tarde
Y ahora está detrás del barracón,
Cepillando lentamente la madera.
Eres el diablo,
Que escupes azufre por los ojos.
Alcohol, palo y machetes,
Cuatro caminos,
Y,
Sobre ellos, una cruz de ceniza.
Después se hace el bembé,
Para que la negra se saque los sudores
Y el chivo baje al monte,
Donde le espera el muerto,
Con tres jícaras grandes
Para tomar la sangre.
Y al otro lado,
Metido en el hueco de una Ceiba,
Hay un majá enroscado,
Debajo de una yagua.
¡Palo monte, le dijo, palo monte!
Y el negro comenzó a chupar candela,
A beber aguardiente, a comer fuego;
Hasta quedar rendido,
Echando vapores por los poros,
Hincado, de rodillas, ante la prenda.
Mackandal, hoy es tu día, Mackandal.
Parece que habrá lluvia;
El río Jordán está sonando arriba.
Aquí, se siente la crecida.
Sobre el cañaveral,
Vienen soplando fuertes los tornados.
El Paso de los Vientos, lanza enormes olas.
El gallo colorado tiene la cresta roja.
El buey patea la tierra
Y embiste, con los cuernos,
Todo lo que se encuentra en el camino.
Vienen del sur los gavilanes.
La lechuza, lleva en el pico una gallina negra.
Los gavilanes y las lechuzas van al sur.
Insobornable brisa.
Tejes, destejes las curvas del camino.
Hace sudar las yerbas que habitan el pantano.
Nadie te ve venir, cuando es de noche:
Roncas, gimes, afinas tus violines,
Y llenas las cacimbas, los arroyos, los charcos,
Con tus huevas blancas y amarillas.
Te marcas, te desmarcas.
Aquí y allá, das un aguijonazo,
Y el trópico se rasca, se revuelve;
Sabedor que eres un fugitivo dentro de él.
Y saltas, como un sapo,
Entre los cocoteros y los plátanos.
Mackandal, Mackandal, las islas son azules.
Están desnudas sobre las Antillas.
Están perladas, estas islas de vientos y de sal,
De arenas y olas rubias; irradiando colores,
Para curtir la piel de los guerreros negros.
Y tanta mar, y tanto sol,
Ignorados del mundo y tú de ellos.
Y la tierra girando, haciendo silogismos,
Zumbando el agua en los acantilados.
El agua inversa desde lo más profundo,
Enyuntando la tierra con el cielo;
La vieja mar, con las inexistencias,
Los peces voladores, las caguamas,
Pájaros y luciérnagas que iluminan la noche,
Sobre los curugeyes de la selva;
Noche de perros;
Sensemayá, aullando como un gato montés.
La culebra se enrosca
En la cintura ardiente de la negra
Y todas las corrientes del Caribe,
Comienzan a rotar,
Marcándoles los rumbos,
Como la oruga a un sexo milenario;
Hecho de espumas y olas, de caimito, mamey,
Tamarindo y Guanábanas,
Hasta que otra corriente le sucede,
Se entroniza en el viento
Y empiezan a moverse las yagrumas.
Aquí, bajo las sombras,
Gobiernan los lagartos.
Las estaciones son un avispero.
En el hondón del monte,
Se oyen las maracas;
Los tambores con humo, si hay avisos.
Y hasta se ve, de vez en vez pasar el güije,
Tan cimarrón e incierto,
Como el silencio y las mareas.
Tan de dios, como el aire y los secretos.
Estas islas,
Nada tienen que ver con las Hespérides.
Pero aquí ya cantaba el Manatí,
Cuando gimió la vida
Sobre la quilla de los acantilados.
Aquí nació el amor, y el sentimiento,
Puso en orden la voz de los jejenes,
Y el sol se desnudó,
Para que todos vieran su figura.
Y también se hizo el fuego,
Sobre las tierras altas,
En la gran asamblea de los volcanes.
¿Por qué sigues oculto, Mackandal?
¿Puedo saber, cuáles son tus temores?
Sospecho, que te ocultas de los hombres:
Y de los huracanes del Caribe,
De los negreros esclavistas,
Que asolaron a África;
De donde te arrancaron,
A fuego y látigo, y te echaron al mar,
Con los pies atados con grilletes.
O del puñal arriero, de aquellos mutilados,
Que murieron contigo y nunca más volvieron.
Y te mezclaste; luego te mezclaron.
Uniste tu voz con la de ellos,
Para hacer menos triste el cautiverio
Y cantabas en Creol, que es una lengua rara,
En estos tiempos,
De insensibles fonemas y morfemas.
Sé que jamás volviste al puerto.
Que estás en la cañada,
Acurrucado en las guajacas esperando la lluvia;
La lluvia familiar que apenas llega.
Kankán Muza, irá contigo allí donde tú estés;
Se apalencó una tarde
Y ahora está detrás del barracón,
Cepillando lentamente la madera.
Eres el diablo,
Que escupes azufre por los ojos.
Alcohol, palo y machetes,
Cuatro caminos,
Y,
Sobre ellos, una cruz de ceniza.
Después se hace el bembé,
Para que la negra se saque los sudores
Y el chivo baje al monte,
Donde le espera el muerto,
Con tres jícaras grandes
Para tomar la sangre.
Y al otro lado,
Metido en el hueco de una Ceiba,
Hay un majá enroscado,
Debajo de una yagua.
¡Palo monte, le dijo, palo monte!
Y el negro comenzó a chupar candela,
A beber aguardiente, a comer fuego;
Hasta quedar rendido,
Echando vapores por los poros,
Hincado, de rodillas, ante la prenda.
Mackandal, hoy es tu día, Mackandal.
Parece que habrá lluvia;
El río Jordán está sonando arriba.
Aquí, se siente la crecida.
Sobre el cañaveral,
Vienen soplando fuertes los tornados.
El Paso de los Vientos, lanza enormes olas.
El gallo colorado tiene la cresta roja.
El buey patea la tierra
Y embiste, con los cuernos,
Todo lo que se encuentra en el camino.
Vienen del sur los gavilanes.
La lechuza, lleva en el pico una gallina negra.
Los gavilanes y las lechuzas van al sur.
Mackandal, yo sé que estás ahí:
Hoy se reunieron todos los cagüeiros.
Pronto serán, las doce de noche.
Hay que ir a descansar. Todo el Caribe duerme;
Ogún, le ha echado encima el mosquitero.
Hoy se reunieron todos los cagüeiros.
Pronto serán, las doce de noche.
Hay que ir a descansar. Todo el Caribe duerme;
Ogún, le ha echado encima el mosquitero.
Ogsmande Lescayllers.
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