EL POETA, OGSMANDE LESCAYLLERS,
PRISIONERO DE LAS SOMBRAS.
Por José López Rueda *
PRISIONERO DE LAS SOMBRAS.
Por José López Rueda *
Ogsmande Lescayllers es un poeta cubano por cuyas venas corre sangre de sirios, franceses, españoles y autóctonos bayameses. Viajero impenitente, ha visitado diversos países de América, Africa, Oriente Medio y Europa, así como también la India, que, por cierto, ha impreso una profunda huella en su vida y en su obra. Es Dr. En Derecho Penal, poeta, narrador, periodista, crítico de arte y ensayista, y de todas esas actividades ha dejado constancia en artículos y libros. Es interesante señalar que nació en 1959, precisamente el año en que triunfó la revolución castrista. De modo que se formó en las aulas del nuevo régimen y trabajó con éxito en sus organizaciones culturales hasta que le llegó el desengaño y fue expulsado de su país para residir en España.
Esta tarde presentamos en este espacio prometeico del pub Kitty O'Shea's su nuevo libro suyo cuya lectura ha sido para mí una experiencia gratificada por la sorpresa de encontrarme con un poeta de verdad, rara avis en los tiempos que corren. Por lo que respecta al estilo, Lescayllers cultiva la imagen irracionalista para crear una realidad verbal en la mejor tradición de las vanguardias. A veces se advierten huellas del creacionismo huidobriano, como cuando nos dice que "Los veleros no velan, la palabra no pala, la madeja no maja/ Pero el corazón cora y corea". En algunos poemas el autor se propone construir objetos lingüísticos autorreferenciales, es decir, sin contenido semántico explícito; pero en los otros, que son los más, usa con suma eficacia ese mismo lenguaje vanguardista para comunicarnos su concepción del mundo y sus experiencias personales. Y es en estos poemas donde su poesía alcanza las más elevadas cotas.
Uno de los temas recurrentes en la poesía de Lescayllers es, lógicamente, Cuba, la isla admirable que tantas veces asoma su amado rostro en este libro. Y es natural, porque como ha dicho Antonio Machado, siempre "se canta lo que se pierde" : Los paisajes nativos, los paseos con el padre, el recuerdo del abuelo, ese veterano general que "murió en su retiro, a los noventa años, al meterse en el río un sábado de agosto a las seis de la tarde". El poemario abunda en alusiones a sus ancestros muertos y a sus parientes vivos y todo ello en versos cantados con esa lírica intensidad que tienen los poetas hispanoamericanos para poetizar la familia -pensemos en Vallejo- sin ponerse cursis ni solemnes.
Pero el núcleo semántico del libro es sin duda el drama político y social que está viviendo Cuba hace ya más de cuatro décadas. Los poemas fundamentales en este aspecto son Epílogo y Alfa y Omega, que constituyen una autobiografía ideológica del poeta, la crónica de una crisis existencial, que desemboca en la pérdida de una fe en la que el poeta había nacido y crecido. En ellos nos cuenta el autor su entusiasta adhesión sin fisuras al credo comunista y su afán de consagrar su vida a la defensa de los de abajo. "Me rebelé contra los dólares y los objetos de consumo -nos dice-. Me volví intolerante con los que se iban del país/ En contra de mis costumbres y hábitos/ buenamente me hice comunista/ Borré a Dios, a los santos/ a los ángeles todos. Nacido -como hemos dicho- el mismo año en que Fidel empezó a regir los destinos de Cuba, se educó en las doctrinas del marxismo y fue durante diez años profesor titular de la Universidad de la Habana. Pero como otros muchos disidentes, fue poco a poco advirtiendo las quiebras del sistema y por lo tanto desilusionándose. "Disfrazaban el mundo -nos dice de los castristas- con la filosofía del martillo y la hoz/ El martillo golpeaba largamente encima de nosotros/ La hoz desvanecía nuestros deseos y nos ponía de espaldas/ frente al muro de los desalentados.”
Como siempre que se impone una creencia totalitaria y omniexplicativa, sea del signo que sea, el intelectual se siente amordazado y si tiene reaños, acaba en la cárcel, en la hoguera o en el exilio. Creo que estos poemas constituyen uno de los testimonios que más acertadamente ilustran este tipo de experiencias. Vemos en ellos cómo el poeta pierde su fe en el comunismo, pero no sabe qué otro credo adoptar, pues el capitalismo le sigue pareciendo tan abominable como siempre. El proceso es análogo al del cristiano que deja de creer y se encuentra angustiosamente vacío. En el caso de Lescayllers, la solución ha sido marcharse al otro extremo: a la creencia en el amor universal y en la fraternidad humana sin distinción de razas. Todo ello sostenido por la fe con base cristiana en un Dios que es amor.
Pero en el aspecto religioso tenemos que matizar el cristianismo de Lescayllers, pues advertimos en su obra una cierta influencia de la filosofía de la India y, concretamente, del budismo, ya que en varios pasajes insinúa la idea de haber llegado a este mundo de otras esferas y que con la muerte ha de regresar al mismo sitio. En uno de sus textos nos dice que la mujer a quien ama vivió con él antes de encontrársela en este mundo. Amarse fue para ellos reconocerse. También es budista y yóguico el sentimiento panteísta que se manifiesta en muchos poemas. En El prisionero de las sombras, uno de los mejores del libro y su credo personal, expresa la renuncia a las vanidades del yo y su identificación con el universo. "Soy feliz -nos dice- sabiendo que soy nada/ Que simplemente pertenezco a Dios/ ..Que el mar es mi camisa/ los montes mis hermanos/ el cielo con los astros mi cabeza/ y el corazón del hombre,/la máquina ancestral de mi universo". Este sentimiento de religación absoluta con el Todo le llena de entusiasmo en el sentido griego de entheós, es decir, de estar lleno de Dios, y le inspira sus mejores cantos, que a veces son espléndidos himnos a la vida. Piensa, como Platón, que estamos en un mundo de sombras, pero sentimos siempre la luz y aspiramos a ella. Es una luz que baja, un delgado hilo luminoso que nos inunda por dentro. Es curioso que así lo ha descrito también el gran maestro yogui Sri Aurobindo. La vida terrestre es una cárcel transitoria y la muerte no sólo es un fin sino también un principio. Para Lescayllers, este mundo sublunar de sombras sólo tiene una salida: el amor que es luz, luz que es Dios. El principio y el fin. Alfa y Omega.
Esta tarde presentamos en este espacio prometeico del pub Kitty O'Shea's su nuevo libro suyo cuya lectura ha sido para mí una experiencia gratificada por la sorpresa de encontrarme con un poeta de verdad, rara avis en los tiempos que corren. Por lo que respecta al estilo, Lescayllers cultiva la imagen irracionalista para crear una realidad verbal en la mejor tradición de las vanguardias. A veces se advierten huellas del creacionismo huidobriano, como cuando nos dice que "Los veleros no velan, la palabra no pala, la madeja no maja/ Pero el corazón cora y corea". En algunos poemas el autor se propone construir objetos lingüísticos autorreferenciales, es decir, sin contenido semántico explícito; pero en los otros, que son los más, usa con suma eficacia ese mismo lenguaje vanguardista para comunicarnos su concepción del mundo y sus experiencias personales. Y es en estos poemas donde su poesía alcanza las más elevadas cotas.
Uno de los temas recurrentes en la poesía de Lescayllers es, lógicamente, Cuba, la isla admirable que tantas veces asoma su amado rostro en este libro. Y es natural, porque como ha dicho Antonio Machado, siempre "se canta lo que se pierde" : Los paisajes nativos, los paseos con el padre, el recuerdo del abuelo, ese veterano general que "murió en su retiro, a los noventa años, al meterse en el río un sábado de agosto a las seis de la tarde". El poemario abunda en alusiones a sus ancestros muertos y a sus parientes vivos y todo ello en versos cantados con esa lírica intensidad que tienen los poetas hispanoamericanos para poetizar la familia -pensemos en Vallejo- sin ponerse cursis ni solemnes.
Pero el núcleo semántico del libro es sin duda el drama político y social que está viviendo Cuba hace ya más de cuatro décadas. Los poemas fundamentales en este aspecto son Epílogo y Alfa y Omega, que constituyen una autobiografía ideológica del poeta, la crónica de una crisis existencial, que desemboca en la pérdida de una fe en la que el poeta había nacido y crecido. En ellos nos cuenta el autor su entusiasta adhesión sin fisuras al credo comunista y su afán de consagrar su vida a la defensa de los de abajo. "Me rebelé contra los dólares y los objetos de consumo -nos dice-. Me volví intolerante con los que se iban del país/ En contra de mis costumbres y hábitos/ buenamente me hice comunista/ Borré a Dios, a los santos/ a los ángeles todos. Nacido -como hemos dicho- el mismo año en que Fidel empezó a regir los destinos de Cuba, se educó en las doctrinas del marxismo y fue durante diez años profesor titular de la Universidad de la Habana. Pero como otros muchos disidentes, fue poco a poco advirtiendo las quiebras del sistema y por lo tanto desilusionándose. "Disfrazaban el mundo -nos dice de los castristas- con la filosofía del martillo y la hoz/ El martillo golpeaba largamente encima de nosotros/ La hoz desvanecía nuestros deseos y nos ponía de espaldas/ frente al muro de los desalentados.”
Como siempre que se impone una creencia totalitaria y omniexplicativa, sea del signo que sea, el intelectual se siente amordazado y si tiene reaños, acaba en la cárcel, en la hoguera o en el exilio. Creo que estos poemas constituyen uno de los testimonios que más acertadamente ilustran este tipo de experiencias. Vemos en ellos cómo el poeta pierde su fe en el comunismo, pero no sabe qué otro credo adoptar, pues el capitalismo le sigue pareciendo tan abominable como siempre. El proceso es análogo al del cristiano que deja de creer y se encuentra angustiosamente vacío. En el caso de Lescayllers, la solución ha sido marcharse al otro extremo: a la creencia en el amor universal y en la fraternidad humana sin distinción de razas. Todo ello sostenido por la fe con base cristiana en un Dios que es amor.
Pero en el aspecto religioso tenemos que matizar el cristianismo de Lescayllers, pues advertimos en su obra una cierta influencia de la filosofía de la India y, concretamente, del budismo, ya que en varios pasajes insinúa la idea de haber llegado a este mundo de otras esferas y que con la muerte ha de regresar al mismo sitio. En uno de sus textos nos dice que la mujer a quien ama vivió con él antes de encontrársela en este mundo. Amarse fue para ellos reconocerse. También es budista y yóguico el sentimiento panteísta que se manifiesta en muchos poemas. En El prisionero de las sombras, uno de los mejores del libro y su credo personal, expresa la renuncia a las vanidades del yo y su identificación con el universo. "Soy feliz -nos dice- sabiendo que soy nada/ Que simplemente pertenezco a Dios/ ..Que el mar es mi camisa/ los montes mis hermanos/ el cielo con los astros mi cabeza/ y el corazón del hombre,/la máquina ancestral de mi universo". Este sentimiento de religación absoluta con el Todo le llena de entusiasmo en el sentido griego de entheós, es decir, de estar lleno de Dios, y le inspira sus mejores cantos, que a veces son espléndidos himnos a la vida. Piensa, como Platón, que estamos en un mundo de sombras, pero sentimos siempre la luz y aspiramos a ella. Es una luz que baja, un delgado hilo luminoso que nos inunda por dentro. Es curioso que así lo ha descrito también el gran maestro yogui Sri Aurobindo. La vida terrestre es una cárcel transitoria y la muerte no sólo es un fin sino también un principio. Para Lescayllers, este mundo sublunar de sombras sólo tiene una salida: el amor que es luz, luz que es Dios. El principio y el fin. Alfa y Omega.
Dr. José López Rueda nació en Madrid en 1928. Es Doctor en Filosofía y Letras y Catedrático (jubilado) de la Universidad Simón Bolívar de Caracas. Ha sido profesor de la Universidad de Cuenca (Ecuador), de la Universidad de Oriente (Venezuela) y de la Universidad de Tamkang (Taiwan). Desde 1991 a 1999, fue Director del programa de la Universidad de Bowling Green (Ohio, U.S.A.) en España. Entre sus libros de investigación, destacan Helenistas Españoles del siglo XVI (C.S.I.C., Madrid, 1973, tesis doctoral con Premio Extraordinario en la Universidad Complutense) y Rómulo Gallegos y España (Monte Avila, Caracas, 1986, Premio "Andrés Bello" de la Universidad Simón Bolívar). Ha publicado varias novelas y seis poemarios. En el campo de la poesía, obtuvo el Premio "Alfonso Reyes" (Quito, Ecuador, 1958) y el "José Chacón" (Ayuntamiento de Alcalá de Henares, 1992). Ha sido Director del Capítulo de Madrid de la Academia Iberoamericana de Poesía y Presidente del Patronato de la Asociación Prometeo de Poesía. Algunos poemas suyos se han traducidos al chino, al italiano y al ruso.
- NARRATIVA:
Aldea 1936 (1958).La flecha intempestiva. Novela corta (1960). Hipoteca viviente. Novela corta (1961).Cuentos a Segovia (2007). [ET. AL.]
- POESÍA:
Soledad y memoria (1958).Testimonio de Sombra (1963). Cantos equinocciales (1977).Crónica del asedio (1983).Cuaderno de Tamkang (1996).Fervor Secreto (2002).
- NARRATIVA:
Aldea 1936 (1958).La flecha intempestiva. Novela corta (1960). Hipoteca viviente. Novela corta (1961).Cuentos a Segovia (2007). [ET. AL.]
- POESÍA:
Soledad y memoria (1958).Testimonio de Sombra (1963). Cantos equinocciales (1977).Crónica del asedio (1983).Cuaderno de Tamkang (1996).Fervor Secreto (2002).
- ENSAYO:
Helenistas Españoles del Siglo XVI (1973).Rómulo Gallegos y España (1986).González de Salas: humanista barroco y editor de Quevedo (2003).
Helenistas Españoles del Siglo XVI (1973).Rómulo Gallegos y España (1986).González de Salas: humanista barroco y editor de Quevedo (2003).
- OTRAS:
Artículos en revistas y periódicos.
Premios
1958: Primer premio. Mención Poesía. Concurso Nacional "Alfonso Reyes". Sociedad de Estudiantes Amigos de México. Quito. Ecuador.1959: Primera Mención de Honor. Concurso Nacional de Poesía del diario "El Universo". Guayaquil. Ecuador.1962: Séptima Mención de Honor del IV Concurso Nacional de Poesía del diario "El Universo". Guayaquil. Ecuador.1970: Summa cum laude y Premio Extraordinario en el Doctorado. Universidad Complutense. Madrid.1975: Diploma de Honor en reconocimiento a los servicios prestados durante diez años. Universidad de Oriente. Venezuela.1986: Premio "Andrés Bello" de Investigación. Asociación de Profesores de la Universidad Simón Bolívar. Caracas.1987: Orden 18 de Julio. Universidad Simón Bolívar. Caracas.1992: Primer premio de Poesía. III Certamen Literario "José Chacón". Ayuntamiento de Alcalá de Henares. Madrid.
Artículos en revistas y periódicos.
Premios
1958: Primer premio. Mención Poesía. Concurso Nacional "Alfonso Reyes". Sociedad de Estudiantes Amigos de México. Quito. Ecuador.1959: Primera Mención de Honor. Concurso Nacional de Poesía del diario "El Universo". Guayaquil. Ecuador.1962: Séptima Mención de Honor del IV Concurso Nacional de Poesía del diario "El Universo". Guayaquil. Ecuador.1970: Summa cum laude y Premio Extraordinario en el Doctorado. Universidad Complutense. Madrid.1975: Diploma de Honor en reconocimiento a los servicios prestados durante diez años. Universidad de Oriente. Venezuela.1986: Premio "Andrés Bello" de Investigación. Asociación de Profesores de la Universidad Simón Bolívar. Caracas.1987: Orden 18 de Julio. Universidad Simón Bolívar. Caracas.1992: Primer premio de Poesía. III Certamen Literario "José Chacón". Ayuntamiento de Alcalá de Henares. Madrid.
OGMANDE LESCAYLLERS, POETA.
Por José Ramón Ripoll. *
Es una cosa buena ser un híbrido. La humanidad, que en estos tiempos, se pelea por banderas, territorios, comarcas, signos de identidad, pertenencias, grupúsculos, equipos deportivos, pasaportes, idiomas, religiones y otras denominaciones de origen, no sabe lo que se pierde por no ser nada ni nadie. Si viviera en el mar o en territorios blancos, en desiertos tal vez, donde los límites fueran sólo un final imaginario, infinitos cerrados, materia del lenguaje, su condición seria distinta e incluso rozarían, aunque fuese por unos instantes, la ansiada libertad. Ser híbrido significa ser todo y nada a la vez, mezcla de unos y de otros para, al final, desechar cuanto ata y escoger el camino que conduce a una tierra sin dueño que nos permite reconocernos, no como nos han hecho, sino como hemos deseado ser. No todo el mundo tiene la suerte de nacer en esta tesitura. Unos son de un sitio, otros de aquél, y muy pocos pertenecen a ese lugar casi abstracto determinado por la hibridez. Ogsmande Lescayllers es un personaje de esta especie. Su nombre ya lo insinúa. Una mezcla extraña de fonemas exóticos. Qué maravilla en estos tiempos sonar así. El Oriente, Francia, las Antillas, España, todos puestos de acuerdo para lograr un poeta que cante con voz propia el resultado de un largo mestizaje.
Ogsmande Lescayllers es un híbrido, según sus propias palabras. Nació en la ciudad de Bayamo. Cuba. Una ciudad cubana donde se mezclan, a su vez, tres culturas distintas: la aborigen, la africana y la española. De ascendencia franco-sirio, se educó en una buena y variada escuela polifónica, en la que el resultado instrumental fue una voz en busca de su esencia. Partícipe de todos, su timbre parte de una vasta pluralidad en la que es fácil encontrar vestigios de la mejor tradición antillana y europea, resortes de la mejor poesía clásica, francesa, árabe, española y guiños a la modernidad, al invento, a un verbo nuevo. Quizás, por su pertenencia a ese abanico multicolor de lenguas y de razas, su verso se unifica, se desnuda, se deshace de un pesado equipaje, se adelgaza y se centra, como una brújula señalando el norte que, en este caso, es el ámbito donde el poeta puede mirarse, en un límpido espejo, libre de prejuicios y de sombras, para contemplarse en su totalidad, en el gran abismo de ser hombre, mirar su corazón sin referencias viejas y situarse frente al cosmos para medir su intensidad: "Soy feliz sabiendo que soy nada". Al igual que los poetas místicos, Lescayllers se funde con el paisaje, con un Dios deseado, no a la manera de Juan Ramón Jiménez, sino como lo hicieron los antiguos poetas persas, como lo hiciera Whitman o Robert Duncan, dejando su pálpito y el ritmo de su respiración al son del mundo y viviendo de acuerdo a las leyes de la naturaleza: "Soy tan feliz teniéndome por nada,/ que cuando escucho el canto de los pájaros/ o cuando veo la lluvia caer torrencialmente/ me siento acariciado por la vida..."
Pese a la gran aspiración de encontrarse en su más íntima y pura forma, Ogsmande Lescayllers es un poeta sencillo, es decir, trata con sensaciones humanas, las acaricia, las escoge, las canta de manera elegiaca, engarzando así con la mejor tradición iberoamericana, esa que parte de Neruda y Vallejo, sin perder nunca de vista a su sujeto, al hombre, su dolor, su maravilla, su sorpresa y hastío a la vez. En su hilo poético permanece vibrante la certeza de buscarse a sí mismo y desvelarse, sacar a flote el íntimo y verdadero reducto de su ser que, enmarañado entre la vegetación de la vida, responde a su imagen más profunda. Quizás, por ese sentimiento de venir de otras voces enfrentadas, de otros cánones diversos, de otras fuentes, nuestro poeta se encamina hacia la dirección interior, hacia el pozo del hombre, donde la excavación es universal y no se tienen en cuenta apellidos ni orígenes, todo es dual, nada es exclusivo. Nos dice el poeta en uno de los textos más largo del libro que presentamos hoy, precisamente titulado "Voces que escucho": "Nadie viene gratis a este mundo./ La desconfianza y la confianza son hermanas./ Gemela la virtud y la deshonra./ Todos vamos en pares, unos lo saben y otros no, esa es la diferencia". A lo largo de la lectura de Poemas de las sombras el lector va tomando conciencia de que las cosas no son tal y como nos las muestran las apariencias. Se establece una dialéctica entre lo uno y lo otro, entre la vida y la muerte, entre contrarios para entendemos, con la finalidad de conducimos hacia un mar donde todo desemboca para explicarnos en su complejidad: "El tiempo es esto, pero también puede que no sea el tiempo". Es curioso que en una poesía de grandes vuelos y anchas aspiraciones metafísicas, su lenguaje no se vaya por las ramas, no se quede vagando por las estratosferas del pensamiento. Al contrario, sus materiales son sencillos, justos, sensoriales, cotidianos a veces, discursivos y familiares que nos facilitan el acceso a un mundo espiritual y lleno de matices, en el que se nos invita a participar de la búsqueda vital del poeta. Búsqueda no exenta, por otra parte, de compromiso con su tiempo, con sus contemporáneos, con su gente y con su conducta moral, como bien se expone en el poema "Alfa y omega", ejemplo de un nuevo compromiso social, alejado del viejo panfleto o la manoseada consigna. Sin embargo, no hay mayor compromiso en la poesía de Ogsmande que consigo mismo, con su Dios en la forma más humana, a través de su palabra, que es llave de luz para abrir e iluminar el mundo que descubre paso tras paso: un mundo que no está afuera sino dentro del ser. "Cuando un caballo marcha/ el mundo va en sus cascos...”
Cuando se leen de seguido, los poemas de este libro parecen ríos torrenciales donde se precipitan las metáforas, las imágenes y los versos. Se tiene la sensación de estar frente a un poderoso caudal, al que uno espera para dejarse llevar por sus aguas. Sus largos discursos pertenecen a un ritmo, no derivado de la métrica, sino dictado por el pulso natural del hombre. Más que estar ante una proposición razonable, ante un pensamiento elaborado, el lector se encuentra ante un mosaico de sensaciones, donde cada detalle puede contemplarse por separado, pero que al retirarnos y obtener la perspectiva adecuada, vemos que cada motivo es el componente de un todo. Esto es aplicable a la forma y al contenido, si es que en poesía podemos separar tales conceptos. El anhelo del poeta es sentirse nada porque ya es el todo. Su integración con la totalidad depende del grado de amor a la naturaleza y a cuanto le rodea, pero también de acercamiento a la palabra, de ajuste a la hora de nombrar.
Así, en este ejercicio más que literario, Ogsmande Lescayllers, con acento circunflejo e y griega, se sitúa también en un terreno ambiguo, entre el cuerpo y el alma, híbrido como su linaje, aprendiendo a conocer la parte más sincera de si mismo, al tiempo que nos muestra, como un espejo, su experiencia para ayudar a descubrirnos.
Ogsmande Lescayllers es un híbrido, según sus propias palabras. Nació en la ciudad de Bayamo. Cuba. Una ciudad cubana donde se mezclan, a su vez, tres culturas distintas: la aborigen, la africana y la española. De ascendencia franco-sirio, se educó en una buena y variada escuela polifónica, en la que el resultado instrumental fue una voz en busca de su esencia. Partícipe de todos, su timbre parte de una vasta pluralidad en la que es fácil encontrar vestigios de la mejor tradición antillana y europea, resortes de la mejor poesía clásica, francesa, árabe, española y guiños a la modernidad, al invento, a un verbo nuevo. Quizás, por su pertenencia a ese abanico multicolor de lenguas y de razas, su verso se unifica, se desnuda, se deshace de un pesado equipaje, se adelgaza y se centra, como una brújula señalando el norte que, en este caso, es el ámbito donde el poeta puede mirarse, en un límpido espejo, libre de prejuicios y de sombras, para contemplarse en su totalidad, en el gran abismo de ser hombre, mirar su corazón sin referencias viejas y situarse frente al cosmos para medir su intensidad: "Soy feliz sabiendo que soy nada". Al igual que los poetas místicos, Lescayllers se funde con el paisaje, con un Dios deseado, no a la manera de Juan Ramón Jiménez, sino como lo hicieron los antiguos poetas persas, como lo hiciera Whitman o Robert Duncan, dejando su pálpito y el ritmo de su respiración al son del mundo y viviendo de acuerdo a las leyes de la naturaleza: "Soy tan feliz teniéndome por nada,/ que cuando escucho el canto de los pájaros/ o cuando veo la lluvia caer torrencialmente/ me siento acariciado por la vida..."
Pese a la gran aspiración de encontrarse en su más íntima y pura forma, Ogsmande Lescayllers es un poeta sencillo, es decir, trata con sensaciones humanas, las acaricia, las escoge, las canta de manera elegiaca, engarzando así con la mejor tradición iberoamericana, esa que parte de Neruda y Vallejo, sin perder nunca de vista a su sujeto, al hombre, su dolor, su maravilla, su sorpresa y hastío a la vez. En su hilo poético permanece vibrante la certeza de buscarse a sí mismo y desvelarse, sacar a flote el íntimo y verdadero reducto de su ser que, enmarañado entre la vegetación de la vida, responde a su imagen más profunda. Quizás, por ese sentimiento de venir de otras voces enfrentadas, de otros cánones diversos, de otras fuentes, nuestro poeta se encamina hacia la dirección interior, hacia el pozo del hombre, donde la excavación es universal y no se tienen en cuenta apellidos ni orígenes, todo es dual, nada es exclusivo. Nos dice el poeta en uno de los textos más largo del libro que presentamos hoy, precisamente titulado "Voces que escucho": "Nadie viene gratis a este mundo./ La desconfianza y la confianza son hermanas./ Gemela la virtud y la deshonra./ Todos vamos en pares, unos lo saben y otros no, esa es la diferencia". A lo largo de la lectura de Poemas de las sombras el lector va tomando conciencia de que las cosas no son tal y como nos las muestran las apariencias. Se establece una dialéctica entre lo uno y lo otro, entre la vida y la muerte, entre contrarios para entendemos, con la finalidad de conducimos hacia un mar donde todo desemboca para explicarnos en su complejidad: "El tiempo es esto, pero también puede que no sea el tiempo". Es curioso que en una poesía de grandes vuelos y anchas aspiraciones metafísicas, su lenguaje no se vaya por las ramas, no se quede vagando por las estratosferas del pensamiento. Al contrario, sus materiales son sencillos, justos, sensoriales, cotidianos a veces, discursivos y familiares que nos facilitan el acceso a un mundo espiritual y lleno de matices, en el que se nos invita a participar de la búsqueda vital del poeta. Búsqueda no exenta, por otra parte, de compromiso con su tiempo, con sus contemporáneos, con su gente y con su conducta moral, como bien se expone en el poema "Alfa y omega", ejemplo de un nuevo compromiso social, alejado del viejo panfleto o la manoseada consigna. Sin embargo, no hay mayor compromiso en la poesía de Ogsmande que consigo mismo, con su Dios en la forma más humana, a través de su palabra, que es llave de luz para abrir e iluminar el mundo que descubre paso tras paso: un mundo que no está afuera sino dentro del ser. "Cuando un caballo marcha/ el mundo va en sus cascos...”
Cuando se leen de seguido, los poemas de este libro parecen ríos torrenciales donde se precipitan las metáforas, las imágenes y los versos. Se tiene la sensación de estar frente a un poderoso caudal, al que uno espera para dejarse llevar por sus aguas. Sus largos discursos pertenecen a un ritmo, no derivado de la métrica, sino dictado por el pulso natural del hombre. Más que estar ante una proposición razonable, ante un pensamiento elaborado, el lector se encuentra ante un mosaico de sensaciones, donde cada detalle puede contemplarse por separado, pero que al retirarnos y obtener la perspectiva adecuada, vemos que cada motivo es el componente de un todo. Esto es aplicable a la forma y al contenido, si es que en poesía podemos separar tales conceptos. El anhelo del poeta es sentirse nada porque ya es el todo. Su integración con la totalidad depende del grado de amor a la naturaleza y a cuanto le rodea, pero también de acercamiento a la palabra, de ajuste a la hora de nombrar.
Así, en este ejercicio más que literario, Ogsmande Lescayllers, con acento circunflejo e y griega, se sitúa también en un terreno ambiguo, entre el cuerpo y el alma, híbrido como su linaje, aprendiendo a conocer la parte más sincera de si mismo, al tiempo que nos muestra, como un espejo, su experiencia para ayudar a descubrirnos.
Madrid 16 de octubre de 2002.
* José Ramón Ripoll, escritor y periodista, nació en Cádiz (España) en 1952. Es director de Revista Atlántica de Poesía, publicación especializada en la difusión en España de la poesía iberoamericana. Estudió en los conservatorios de Cádiz, Sevilla y Madrid. Obtuvo una Maestría en Arte de la New York University , en la especialidad de Literatura Comparada. Actualmente se dedica a la promoción de la música clásica a través de las ondas de Radio Clásica, Radio Nacional de España y Radio Exterior de España.
Obtuvo la beca “Fulbraight" para ampliar conocimientos en Estados Unidos, y fue elegido escritor visitante en el "International Writing Program II” en la Universidad de Iowa, siendo nombrado posteriormente Profesor Honorario.
En el año 1983 se le concedió el Premio de Poesía Rey Juan Carlos I en su primera convocatoria por el libro El humo de los barcos. Además de este poemario ha escrito varios libros de poesía, entre los que destacan Tauromaquia (Madrid, 1979), Sermón de la Barbarie (1980), Las sílabas ocultas (Sevilla, 1991) y Música y Pretexto. Antología (Granada, 1991) y Niebla y confín (Madrid, 2000).
Con el poemario Niebla y confín, obtuvo el "Premio Tiflos" de Poesía.
Niebla y confín configura el final de un trilogía con El humo de los barcos y Las sílabas ocultas, que la editorial Visor de poesía ha publicado recientemente bajo el título de Hoy es niebla.
Es autor de varias monografías y artículos musicales, publicados en periódicos y revistas especializadas españolas e iberoamericanas.
Ha sido invitado como profesor o conferenciante por varias universidades americanas y europeas.
Obtuvo la beca “Fulbraight" para ampliar conocimientos en Estados Unidos, y fue elegido escritor visitante en el "International Writing Program II” en la Universidad de Iowa, siendo nombrado posteriormente Profesor Honorario.
En el año 1983 se le concedió el Premio de Poesía Rey Juan Carlos I en su primera convocatoria por el libro El humo de los barcos. Además de este poemario ha escrito varios libros de poesía, entre los que destacan Tauromaquia (Madrid, 1979), Sermón de la Barbarie (1980), Las sílabas ocultas (Sevilla, 1991) y Música y Pretexto. Antología (Granada, 1991) y Niebla y confín (Madrid, 2000).
Con el poemario Niebla y confín, obtuvo el "Premio Tiflos" de Poesía.
Niebla y confín configura el final de un trilogía con El humo de los barcos y Las sílabas ocultas, que la editorial Visor de poesía ha publicado recientemente bajo el título de Hoy es niebla.
Es autor de varias monografías y artículos musicales, publicados en periódicos y revistas especializadas españolas e iberoamericanas.
Ha sido invitado como profesor o conferenciante por varias universidades americanas y europeas.
Por REMO RUIZ *
PRESENTACION DEL LIBRO
EN LAS TERMAS DEL ANGEL,
DE OGSMANDE LESCAYLLERS
Agradezco en primer lugar la gentil invitación del profesor Dr. Ogsmande Lescayllers para presentar su novela "En las Termas del Ángel". En ocasiones, el encuentro con una persona depara la sorpresa ante el hallazgo de revelaciones compartidas entre espíritus afines y de alerta sensibilidad. Esto es, precisamente, lo que sucedió entre Lescayllers y yo al conocernos. Inmediatamente surgieron lecturas comunes, obras y autores admirados que producen hondas resonancias y dejan sus huellas indelebles en la memoria a través de los años.
Al día siguiente me dispuse a leer con atención el libro citado, y confirmé la impresión inicial: la novela “En las Termas del Ángel” se halla imbuida de una atmósfera que procede de las mejores lecturas, no sólo literarias sino filosóficas, y aun míticas. Ello suscitó mi interés, y es la causa de esta presentación.
Más que la calidad de la obra, que no me parece discutible, quiero resaltar la herencia y asimilación por parte del autor de esas fuentes que han acompañado e iluminado a la humanidad desde tiempos antiguos. A ellas, pues, voy a referirme seguidamente.
Pero antes conviene afirmar que “En las Termas del Ángel” es una novela de búsqueda, participante de la condición iniciática. En ella encontramos un protagonista impelido a buscar la razón de la existencia, siguiendo una flecha que traza su camino. Así, en el primer párrafo puede leerse:
Sebastián Llosa no sabía dónde ir. Buscó a los cuatro vientos y lo único que le pareció interesante fue una flecha que indicaba el Norte y un letrero borroso donde apenas se podía leer, en letras grandes, tal vez el nombre de un lugar o una dirección: LAS TERMAS DEL ÁNGEL.
Y esa busca, a la manera del Almotásim borgeano o del Enrique de Ofterdingen de Novalis, marcará el sentido del personaje.
La narración de Lescayllers abunda en metáforas, alusiones y símbolos, de los que sería prolijo ocuparse aquí. No obstante, el conocimiento de algunos resulta esclarecedor para la comprensión del libro, tal es el caso, por ejemplo, de la gruta donde entra el protagonista. De inmediato surge el recuerdo del mito platónico, pero únicamente como referencia, pues aquí “La entrada de la gruta era amplia y tenía una claridad inusual para estos casos”. Quiero entender que esta gruta denota el recinto espiritual, templo recóndito donde se halla la verdadera y diáfana esencia del hombre. Ha de recordarse que este lugar posee un significado místico desde los primeros tiempos. Ciertos autores lo han considerado como centro, mientras otros lo asimilan a un elemento femenino, expresando así el retorno al origen, a la madre universal. Es también el sitio en que lo numinoso se produce o puede tener acogida. Por esta razón, desde la prehistoria -y no sólo por esconder y preservar las imágenes- se realizaron en la profundidad de las grutas las pinturas simbólicas de los correspondientes cultos y ritos.
Así también está el símbolo del agua, estrechamente vinculado a la gruta. En la cueva se pide al que llega que renuncie a sus cargas y evite mirar hacia atrás; es decir, el hombre debe ser capaz de liberarse del tiempo, que lo condena a la mortalidad, y "En las Termas el hombre es como un recién nacido”. El agua es, como sabemos, un agente purificador y bautismal, que otorga la vida. Para los chinos es la residencia del dragón, ya que todo lo viviente procede de ella. También en los Vedas hindúes las aguas reciben el apelativo de "las más maternas”, pues en el principio todo era como un océano oscuro. En general, en la India, el agua es el mantenedor de la vida, y circula por toda la naturaleza en forma de lluvia, savia, leche o sangre.
También se produce la asimilación del agua y la sabiduría intuitiva, aquélla que trasciende la razón: por ejemplo, en la cosmogonía mesopotámica, el abismo de las aguas se consideraba como símbolo de la insondable sabiduría impersonal.
Por tanto, la inmersión en las aguas expresa el retorno a lo preformal, tanto con el sentido de muerte y disolución como con el de renacimiento y nueva circulación, ya que la inmersión expresa la vida en su plena potencia. Éste es el significado del bautismo, y así leemos en el relato de Lescayllers: “Llosa, sin darse cuenta, entró a las aguas, mientras María y Samuel lo contemplaban desde la orilla; entonces empezó a flotar en otra dimensión donde no existen los límites ni el tiempo es lo que es, ni las cosas son lo que pensamos”.
Junto a estos conceptos de tipo general, las páginas 26 y 27 del libro ofrecen las claves que sustentan este relato, concretadas en los grandes textos sagrados del mundo: los vedas, Las upanishads, el Bhagavad-Gita, el Mahabharata, el Pancha tantra, el Hitopadesa, el Avesta, el Poema de Gilgamesh, el Talmud, el Código de Hammurabi, el I Ching o Libro de las Mutaciones, y otros.
Pues bien, todas estas tradiciones nutren el relato de Lescayllers para mostrarnos cómo el hombre dispone siempre de guías luminosas a las cuales puede acogerse en su incierto transitó por el mundo. Sospecho, sin embargo, que para él -como para mí-, la más importante de estas guías es la Poesía, y así lo expresa con hermosas palabras que definen a uno de sus personajes:
“El acto de la poesía, callada o manifiesta, era su búsqueda. [...] Él era un artista del silencio y de la luz, un dios y un visionario, es decir, un poeta. Un poeta [...] es el que va creando y forjando nuevas sustancias que sirven para que los demás ennoblezcan sus sueños, sus deseos.”
Nosotros deseamos, en esta tarde y siempre, que esta luz nos acompañe y dirija nuestros pasos hacia la realidad última, más allá de las contrariedades, más allá de las apariencias, más allá de los límites ilusorios del tiempo.
* Dr. Remo Ruiz. Poeta, crítico, ensayista e investigador de origen español nacido en París, Francia, en 1964. Dr. De Filología por la U.C.M. Ha obtenido diversos premios de poesía, entre los cuales destaca el Premio Internacional “Carilda Oliver Labra”, y el “Blas de Otero” de la Universidad Complutense. Ha publicado varios libros de ensayos sobre los poetas, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda y Sergio Macías. Como investigador ha participado en diferentes Congresos Nacionales e Internacionales de Literatura.
PRESENTACION DEL LIBRO
EN LAS TERMAS DEL ANGEL,
DE OGSMANDE LESCAYLLERS
Agradezco en primer lugar la gentil invitación del profesor Dr. Ogsmande Lescayllers para presentar su novela "En las Termas del Ángel". En ocasiones, el encuentro con una persona depara la sorpresa ante el hallazgo de revelaciones compartidas entre espíritus afines y de alerta sensibilidad. Esto es, precisamente, lo que sucedió entre Lescayllers y yo al conocernos. Inmediatamente surgieron lecturas comunes, obras y autores admirados que producen hondas resonancias y dejan sus huellas indelebles en la memoria a través de los años.
Al día siguiente me dispuse a leer con atención el libro citado, y confirmé la impresión inicial: la novela “En las Termas del Ángel” se halla imbuida de una atmósfera que procede de las mejores lecturas, no sólo literarias sino filosóficas, y aun míticas. Ello suscitó mi interés, y es la causa de esta presentación.
Más que la calidad de la obra, que no me parece discutible, quiero resaltar la herencia y asimilación por parte del autor de esas fuentes que han acompañado e iluminado a la humanidad desde tiempos antiguos. A ellas, pues, voy a referirme seguidamente.
Pero antes conviene afirmar que “En las Termas del Ángel” es una novela de búsqueda, participante de la condición iniciática. En ella encontramos un protagonista impelido a buscar la razón de la existencia, siguiendo una flecha que traza su camino. Así, en el primer párrafo puede leerse:
Sebastián Llosa no sabía dónde ir. Buscó a los cuatro vientos y lo único que le pareció interesante fue una flecha que indicaba el Norte y un letrero borroso donde apenas se podía leer, en letras grandes, tal vez el nombre de un lugar o una dirección: LAS TERMAS DEL ÁNGEL.
Y esa busca, a la manera del Almotásim borgeano o del Enrique de Ofterdingen de Novalis, marcará el sentido del personaje.
La narración de Lescayllers abunda en metáforas, alusiones y símbolos, de los que sería prolijo ocuparse aquí. No obstante, el conocimiento de algunos resulta esclarecedor para la comprensión del libro, tal es el caso, por ejemplo, de la gruta donde entra el protagonista. De inmediato surge el recuerdo del mito platónico, pero únicamente como referencia, pues aquí “La entrada de la gruta era amplia y tenía una claridad inusual para estos casos”. Quiero entender que esta gruta denota el recinto espiritual, templo recóndito donde se halla la verdadera y diáfana esencia del hombre. Ha de recordarse que este lugar posee un significado místico desde los primeros tiempos. Ciertos autores lo han considerado como centro, mientras otros lo asimilan a un elemento femenino, expresando así el retorno al origen, a la madre universal. Es también el sitio en que lo numinoso se produce o puede tener acogida. Por esta razón, desde la prehistoria -y no sólo por esconder y preservar las imágenes- se realizaron en la profundidad de las grutas las pinturas simbólicas de los correspondientes cultos y ritos.
Así también está el símbolo del agua, estrechamente vinculado a la gruta. En la cueva se pide al que llega que renuncie a sus cargas y evite mirar hacia atrás; es decir, el hombre debe ser capaz de liberarse del tiempo, que lo condena a la mortalidad, y "En las Termas el hombre es como un recién nacido”. El agua es, como sabemos, un agente purificador y bautismal, que otorga la vida. Para los chinos es la residencia del dragón, ya que todo lo viviente procede de ella. También en los Vedas hindúes las aguas reciben el apelativo de "las más maternas”, pues en el principio todo era como un océano oscuro. En general, en la India, el agua es el mantenedor de la vida, y circula por toda la naturaleza en forma de lluvia, savia, leche o sangre.
También se produce la asimilación del agua y la sabiduría intuitiva, aquélla que trasciende la razón: por ejemplo, en la cosmogonía mesopotámica, el abismo de las aguas se consideraba como símbolo de la insondable sabiduría impersonal.
Por tanto, la inmersión en las aguas expresa el retorno a lo preformal, tanto con el sentido de muerte y disolución como con el de renacimiento y nueva circulación, ya que la inmersión expresa la vida en su plena potencia. Éste es el significado del bautismo, y así leemos en el relato de Lescayllers: “Llosa, sin darse cuenta, entró a las aguas, mientras María y Samuel lo contemplaban desde la orilla; entonces empezó a flotar en otra dimensión donde no existen los límites ni el tiempo es lo que es, ni las cosas son lo que pensamos”.
Junto a estos conceptos de tipo general, las páginas 26 y 27 del libro ofrecen las claves que sustentan este relato, concretadas en los grandes textos sagrados del mundo: los vedas, Las upanishads, el Bhagavad-Gita, el Mahabharata, el Pancha tantra, el Hitopadesa, el Avesta, el Poema de Gilgamesh, el Talmud, el Código de Hammurabi, el I Ching o Libro de las Mutaciones, y otros.
Pues bien, todas estas tradiciones nutren el relato de Lescayllers para mostrarnos cómo el hombre dispone siempre de guías luminosas a las cuales puede acogerse en su incierto transitó por el mundo. Sospecho, sin embargo, que para él -como para mí-, la más importante de estas guías es la Poesía, y así lo expresa con hermosas palabras que definen a uno de sus personajes:
“El acto de la poesía, callada o manifiesta, era su búsqueda. [...] Él era un artista del silencio y de la luz, un dios y un visionario, es decir, un poeta. Un poeta [...] es el que va creando y forjando nuevas sustancias que sirven para que los demás ennoblezcan sus sueños, sus deseos.”
Nosotros deseamos, en esta tarde y siempre, que esta luz nos acompañe y dirija nuestros pasos hacia la realidad última, más allá de las contrariedades, más allá de las apariencias, más allá de los límites ilusorios del tiempo.
* Dr. Remo Ruiz. Poeta, crítico, ensayista e investigador de origen español nacido en París, Francia, en 1964. Dr. De Filología por la U.C.M. Ha obtenido diversos premios de poesía, entre los cuales destaca el Premio Internacional “Carilda Oliver Labra”, y el “Blas de Otero” de la Universidad Complutense. Ha publicado varios libros de ensayos sobre los poetas, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda y Sergio Macías. Como investigador ha participado en diferentes Congresos Nacionales e Internacionales de Literatura.
EL POETA OGSMANDE LESCAYLLERS EN MADRID.
Por Ramiro Lagos *
Por Ramiro Lagos *
Ogsmande Lescayllers poeta de la cubanía lírica madrileña, publica sus antológicas reminiscencias de juventud bajo el titulo de Los Poemas de las sombras. (Ediciones Vulcano, Madrid, 2OO2). Con este poemario de 118 páginas, resurge la palabra donosa de un escritor que ya se había lanzado a poetizar su vida y la de su entorno desde niño, a los 18 años publica su primer libro, Decir la palabra. Ya a su edad madura la sombra de sus plateadas ondas otoñales, deja ver los pétalos crepusculares enlabiados de flor de lis que se convierten en otras ensoñaciones de penumbra alboreada, donde aletea el espíritu del poeta como pájaro canoro frente al paisaje de la vida. Un poeta que quería ser árbol, aquí lo es por sus frutos y por sus hojas de luz y también por sus raíces de cósmicas ramificaciones ancestrales.
Palma real cubana con ramazones extendidos hacia los cuatro punto cardinales, evócanse en su simbología lo que étnicamente hay en sus venas de galo, de catalán y damasquino, para matizar su gama poética con esa su peculiar cubanidad cosmopolita de manos abiertas como la palma guantanamera, de donde cree la poesía real martiana de su solar nativo. Confieso que su arábico nombre afrancesado me tuvo intrigado después de que Mandy, tal como lo conocía, me entregó su libro con su auténtica firma exótica, más me intrigó cuando conociendo la proverbial verbosidad del caribeño, se me había presentado con esa voz suavisonda, gentilmente arábica y tocada de cierta galanura melancólica. Rasgos de su personalidad y de su raigambre hay en su estilo. Y en la expresión de su lenguaje poético de palabras selectamente damasquinadas... Hasta donde lo he leído, sin profundizarlo, porque mas lo veo luz arriba hacia la copa de su palmar genealógico, este poeta sorprende por el esmerado manejo de su palabra poética que crece cuando el poeta mismo la declama con la eclosión de sus significantes iridiscentes.
El culto a la palabra y su tácita apología a su poder creador, se afirman en el tópico con que abre su libro, cuyo epígrafe tomado de Hermes Trismegisto, prohíja Lescayllers como anticipo de su poética: “El gran obrero ha hecho al mundo no con sus manos, sino con la palabra...” Y si desde el génesis de la creación, al principio fue el verbo que se pronunció sonoro y diáfano, para que se hiciera la luz, la palabra surgió así abierta a la claridad, como primera ventana metafórica del lenguaje poético, en cuyos reflejos se aclaran las oscuridades o matizaciones de todo destello lírico que se llame poesía. Y el logro del poeta Lescayllers es que en su poesía poco hay que aclarar sino más bien disfrutar de las ricas manifestaciones de su lenguaje traslaticio o directo bajo sus transparentes sombras.
Un lenguaje clarividente, como si vidente el mismo, se propusiera ver más allá de las palabras, particularmente cuando las despetrifica, les da vida, las humaniza, cuando les salen a flor de piel y las convierte en palabras cósmicas como en "celestiales ubres", “reminiscencias de piedras incendiarias", "nubes o acróbatas", antes de que la palabra misma se convierta en amor, en vida, para luego transformase en canto, o en velado manifiesto de osadías. Esto lo ha conseguido el poeta y algo más, que cuando se le lee deja una sensación de satisfacción y apego al buen gusto, que es como si dejara las huellas de su peregrinaje lírico.
Y estoy seguro de que este joven, ya maduro poeta cubano, las va dejando a medida que nos damos un paseo por su poemario. Yo me lo he leído verso a verso y me han dejado sus poemas un cúmulo de placenteras sensaciones que me animan a darle otra lectura de satisfacción reiterada. Lo que más impacta es el aporte de su creatividad, su discreto barroquismo airoso, sus reflexiones ideológicas y su emotividad al control de una cabeza bien estructurada en lecturas de esteticismo ecléctico. Hay en su poemario originales títulos que de por si asumen visos de creatividad como la "La fábula y el resplandor del ojo", "Júpiter y yo", pero el poema cenital que en mi concepto forma el corazón y el cerebro de su personalidad poética es el que titula "Yo no soy otra cosa". Valga citar lo que su propio Yo protagoniza:
"Yo no soy otra cosa más que la poesía.
Soy eso simplemente no lo niego.
Soy la palabra envuelta en la palabra.
Los tonos y las voces.
Las inflexiones de la lengua
Forman un espiral
Que se abre y se rompe en el gris de los vértigos".
A través del paseo ontológico por sus Poemas de las Sombras, quisiera detenerme en varios de los poemas de atractiva comunicación lírica e intelectual. Y me inclino a este campo en que su poesía comulga con mi veterana tendencia hacia la poesía testimonio en que se pretende dimensionar el socio-martirológico problema de América latina.
Su poesía ondulante de reminiscencias conlleva ritmos vitales evocadores de su mar habanero. Ritmos convividos a la sombra de sus recuerdos garridos y de su mar de fondo en que trascienden su “Alfa y Omega” de compromisos, frustraciones y denuncias. Es cuando escéptico del todo, relata la tensión de sus testimoniales acosos:
“Vienen a interrogarme las mareas difusas.
Quieren pruebas para juzgarme,
Para ponerme de una vez por todas
Detrás de los barrotes".
Convertido de revolucionario contagiado, a libre pensador se entrega al caos del confusionismo espiritual e ideológico y acudiendo a San Agustín, a Rousseau y a Santa Teresa, deja a un dios vigilante en la entrada de su sombra.
Cuando las sombras se le enredan en su mente poetiza la autobiográfica peregrinación por el imperio del consumismo, de su culto al dólar y de su vacilante repudio. “Alfa y Omega” es el poema en que los asomos de poesía testimonial cumplen su misión de compromiso circunstancial y de denuncia abierta. Es cuando el poeta, situado en La Quinta Avenida ve los supermercados
"abarrotados de tristeza"
sin nada por dentro y por fuera".
Entonces su reacción fue rebelarse contra los dólares y objetos de consumo. Fue cuando le llenaron la mente de gritos y consignas. Ahora en el exilio este poeta cubano, enarbola la bandera de la libertad y adquiere más compromiso con la poesía que con la propaganda ideológica. Su poesía la comanda él mismo a su edad de capitán garrido frente a un ejército de palabras optimistas y creadoras y con este libro de poemas da un sólido paso editorial hacía el éxito que le deseo y todos le deseamos esta noche de tertulia madrileña y de abrazos calurosamente solidarios con su arte de hacer poesía, y amigos de la poesía.
* Dr. Ramiro Lagos, nació en Zapoteca, Colombia, procede de la tierra legendaria donde se escribió La epopeya del cóndor. Antólogo y poeta, Profesor emérito de la Universidad de Greensboro, Carolina del Norte, Estados Unidos. Su cultura es vasta y profunda, ha publicado obras de eco internacional, como el Mester de rebeldía de la poesía hispanoamericana, Voces femeninas del mundo hispánico y Ensayos surgentes e insurgente, etc.
Palma real cubana con ramazones extendidos hacia los cuatro punto cardinales, evócanse en su simbología lo que étnicamente hay en sus venas de galo, de catalán y damasquino, para matizar su gama poética con esa su peculiar cubanidad cosmopolita de manos abiertas como la palma guantanamera, de donde cree la poesía real martiana de su solar nativo. Confieso que su arábico nombre afrancesado me tuvo intrigado después de que Mandy, tal como lo conocía, me entregó su libro con su auténtica firma exótica, más me intrigó cuando conociendo la proverbial verbosidad del caribeño, se me había presentado con esa voz suavisonda, gentilmente arábica y tocada de cierta galanura melancólica. Rasgos de su personalidad y de su raigambre hay en su estilo. Y en la expresión de su lenguaje poético de palabras selectamente damasquinadas... Hasta donde lo he leído, sin profundizarlo, porque mas lo veo luz arriba hacia la copa de su palmar genealógico, este poeta sorprende por el esmerado manejo de su palabra poética que crece cuando el poeta mismo la declama con la eclosión de sus significantes iridiscentes.
El culto a la palabra y su tácita apología a su poder creador, se afirman en el tópico con que abre su libro, cuyo epígrafe tomado de Hermes Trismegisto, prohíja Lescayllers como anticipo de su poética: “El gran obrero ha hecho al mundo no con sus manos, sino con la palabra...” Y si desde el génesis de la creación, al principio fue el verbo que se pronunció sonoro y diáfano, para que se hiciera la luz, la palabra surgió así abierta a la claridad, como primera ventana metafórica del lenguaje poético, en cuyos reflejos se aclaran las oscuridades o matizaciones de todo destello lírico que se llame poesía. Y el logro del poeta Lescayllers es que en su poesía poco hay que aclarar sino más bien disfrutar de las ricas manifestaciones de su lenguaje traslaticio o directo bajo sus transparentes sombras.
Un lenguaje clarividente, como si vidente el mismo, se propusiera ver más allá de las palabras, particularmente cuando las despetrifica, les da vida, las humaniza, cuando les salen a flor de piel y las convierte en palabras cósmicas como en "celestiales ubres", “reminiscencias de piedras incendiarias", "nubes o acróbatas", antes de que la palabra misma se convierta en amor, en vida, para luego transformase en canto, o en velado manifiesto de osadías. Esto lo ha conseguido el poeta y algo más, que cuando se le lee deja una sensación de satisfacción y apego al buen gusto, que es como si dejara las huellas de su peregrinaje lírico.
Y estoy seguro de que este joven, ya maduro poeta cubano, las va dejando a medida que nos damos un paseo por su poemario. Yo me lo he leído verso a verso y me han dejado sus poemas un cúmulo de placenteras sensaciones que me animan a darle otra lectura de satisfacción reiterada. Lo que más impacta es el aporte de su creatividad, su discreto barroquismo airoso, sus reflexiones ideológicas y su emotividad al control de una cabeza bien estructurada en lecturas de esteticismo ecléctico. Hay en su poemario originales títulos que de por si asumen visos de creatividad como la "La fábula y el resplandor del ojo", "Júpiter y yo", pero el poema cenital que en mi concepto forma el corazón y el cerebro de su personalidad poética es el que titula "Yo no soy otra cosa". Valga citar lo que su propio Yo protagoniza:
"Yo no soy otra cosa más que la poesía.
Soy eso simplemente no lo niego.
Soy la palabra envuelta en la palabra.
Los tonos y las voces.
Las inflexiones de la lengua
Forman un espiral
Que se abre y se rompe en el gris de los vértigos".
A través del paseo ontológico por sus Poemas de las Sombras, quisiera detenerme en varios de los poemas de atractiva comunicación lírica e intelectual. Y me inclino a este campo en que su poesía comulga con mi veterana tendencia hacia la poesía testimonio en que se pretende dimensionar el socio-martirológico problema de América latina.
Su poesía ondulante de reminiscencias conlleva ritmos vitales evocadores de su mar habanero. Ritmos convividos a la sombra de sus recuerdos garridos y de su mar de fondo en que trascienden su “Alfa y Omega” de compromisos, frustraciones y denuncias. Es cuando escéptico del todo, relata la tensión de sus testimoniales acosos:
“Vienen a interrogarme las mareas difusas.
Quieren pruebas para juzgarme,
Para ponerme de una vez por todas
Detrás de los barrotes".
Convertido de revolucionario contagiado, a libre pensador se entrega al caos del confusionismo espiritual e ideológico y acudiendo a San Agustín, a Rousseau y a Santa Teresa, deja a un dios vigilante en la entrada de su sombra.
Cuando las sombras se le enredan en su mente poetiza la autobiográfica peregrinación por el imperio del consumismo, de su culto al dólar y de su vacilante repudio. “Alfa y Omega” es el poema en que los asomos de poesía testimonial cumplen su misión de compromiso circunstancial y de denuncia abierta. Es cuando el poeta, situado en La Quinta Avenida ve los supermercados
"abarrotados de tristeza"
sin nada por dentro y por fuera".
Entonces su reacción fue rebelarse contra los dólares y objetos de consumo. Fue cuando le llenaron la mente de gritos y consignas. Ahora en el exilio este poeta cubano, enarbola la bandera de la libertad y adquiere más compromiso con la poesía que con la propaganda ideológica. Su poesía la comanda él mismo a su edad de capitán garrido frente a un ejército de palabras optimistas y creadoras y con este libro de poemas da un sólido paso editorial hacía el éxito que le deseo y todos le deseamos esta noche de tertulia madrileña y de abrazos calurosamente solidarios con su arte de hacer poesía, y amigos de la poesía.
* Dr. Ramiro Lagos, nació en Zapoteca, Colombia, procede de la tierra legendaria donde se escribió La epopeya del cóndor. Antólogo y poeta, Profesor emérito de la Universidad de Greensboro, Carolina del Norte, Estados Unidos. Su cultura es vasta y profunda, ha publicado obras de eco internacional, como el Mester de rebeldía de la poesía hispanoamericana, Voces femeninas del mundo hispánico y Ensayos surgentes e insurgente, etc.
¿POR QUE LEER A OGSMANDE?
Por Manuel Mñoz Santos. *
Por Manuel Mñoz Santos. *
¿Por qué leer a Ogsmande Lescayllers?, me preguntan, y la contestación es bien sencilla, casi fácil. Leer a Ogsmande Lescayllers da siempre la satisfacción de disfrutar algo que está al alcance de todo el mundo, una satisfacción, creo yo, muy superior a la de aquel que se sabe en el secreto de lo inaccesible. La literatura de Lescayllerseana se comparte y se comenta, así su prosa como su poesía. Es realmente un libro abierto que se explica por sí solo, que como obra de la imaginación tiene principio y final en sí misma, pero que como referencia vital abarca la experiencia personal razonable, a la vez que la experiencia colectiva conocida, pues el autor no pretende destacarse del común de los mortales -no estamos ante el artista divino que nos ciega por su contemplación radiográfica o su indiferencia-, sino que lo que quiere ante todo es participar junto al lector de una andadura amable durante la cual conversar con palabras sencillas. Y digo conversar, y no instruir. Leer a Ogsmande Lescayllers da siempre derecho a réplica.
¿Y por qué leer a Ogsmande?, continúan preguntándome. Pues porque rezuma vitalismo en cada línea, porque es mejor lo positivo que el lamento destructor de la esperanza y el trágico sentido que otros tienen de existir. Si estar aquí es un milagro, ¿por qué no disfrutarlo y agradecerlo y contemplarlo como algo bello en sí, que merece compartirse en todo instante con quien piensa a pies juntillas que la vida es, sobre todo, muy hermosa? Para Ogsmande Lescayllers la vida, y no la muerte, nos iguala, y la muerte no es final, sino estación -quiero creer que una estación de tren antigua, en la que aún resoplan las máquinas de vapor-, con todo lo que se abre a nuestros ojos en el término de un viaje nada más que hemos llegado. La muerte no es soborno de la vida, como rezan algunas religiones, no nos debe coaccionar ni debe limitamos ni frenarnos en el paso. Leer a Ogsmande Lescayllers es darse impulso para andar por el camino más contento y esbozando una sonrisa.
¿Y por qué leer a Ogsmande?, terminan ya de preguntarme más o menos convencidos. Sobre todo porque es bello. Ir discurriendo por las líneas de su literatura es darse un gozo de belleza, recrearse en el sonido, en la imagen sustancial que despierta las sensibilidades más dormidas y echa leña al fuego que, en todo ser humano, no ha dejado de latir, no se ha extinguido nunca. Ogsmande Lescayllers recurre tanto a los paisajes de su Cuba y su Caribe con los que todos una vez hemos soñado, como a los otros que son tierra universal en que cualquiera puede reconocerse, aunque nunca hasta el momento se haya detenido a respirar el aire puro o a contemplar aquel detalle hermoso que siempre está presente, por mucho que se intente despreciarlo. Y cuenta sentimientos en tiempo en que los sentimientos avergüenzan, sin censura, igual que cuenta ideas en días en que a todos nos cuesta Dios y ayuda mantener la lucidez y el pensamiento de que somos algo más que cierto número: somos hombres, y eso es bien precioso.
Entonces ya lo saben: leer a Ogsmande es muy sencillo, alegre y muy bonito; por eso hay que leerlo. Les invito.
¿Y por qué leer a Ogsmande?, continúan preguntándome. Pues porque rezuma vitalismo en cada línea, porque es mejor lo positivo que el lamento destructor de la esperanza y el trágico sentido que otros tienen de existir. Si estar aquí es un milagro, ¿por qué no disfrutarlo y agradecerlo y contemplarlo como algo bello en sí, que merece compartirse en todo instante con quien piensa a pies juntillas que la vida es, sobre todo, muy hermosa? Para Ogsmande Lescayllers la vida, y no la muerte, nos iguala, y la muerte no es final, sino estación -quiero creer que una estación de tren antigua, en la que aún resoplan las máquinas de vapor-, con todo lo que se abre a nuestros ojos en el término de un viaje nada más que hemos llegado. La muerte no es soborno de la vida, como rezan algunas religiones, no nos debe coaccionar ni debe limitamos ni frenarnos en el paso. Leer a Ogsmande Lescayllers es darse impulso para andar por el camino más contento y esbozando una sonrisa.
¿Y por qué leer a Ogsmande?, terminan ya de preguntarme más o menos convencidos. Sobre todo porque es bello. Ir discurriendo por las líneas de su literatura es darse un gozo de belleza, recrearse en el sonido, en la imagen sustancial que despierta las sensibilidades más dormidas y echa leña al fuego que, en todo ser humano, no ha dejado de latir, no se ha extinguido nunca. Ogsmande Lescayllers recurre tanto a los paisajes de su Cuba y su Caribe con los que todos una vez hemos soñado, como a los otros que son tierra universal en que cualquiera puede reconocerse, aunque nunca hasta el momento se haya detenido a respirar el aire puro o a contemplar aquel detalle hermoso que siempre está presente, por mucho que se intente despreciarlo. Y cuenta sentimientos en tiempo en que los sentimientos avergüenzan, sin censura, igual que cuenta ideas en días en que a todos nos cuesta Dios y ayuda mantener la lucidez y el pensamiento de que somos algo más que cierto número: somos hombres, y eso es bien precioso.
Entonces ya lo saben: leer a Ogsmande es muy sencillo, alegre y muy bonito; por eso hay que leerlo. Les invito.
* Profesor. Manuel Muñoz Santos, Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid. Escritor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario