martes, 10 de febrero de 2009

COMENTARIO CRÍTICO DEL LIBRO "LA NIÑA Y EL MAR DE VICTORIA PEREIRA (LÍA)

MAREJADAS POÉTICAS EN LA NIÑA Y EL MAR.

Cuando el mundo parece que se cansa bajo la terrible estampida de las armas, las voces de mando de los políticos y los vaivenes de la balanza de la economía; en ese instante agónico y preciso, surgen los poetas.

El canto, la poesía que es un engendro del amor, no nacen ni se hacen exentos de dolor, de agonía y sufrimientos.

La palabra es, ha sido y será la mejor arma o el mejor instrumento para instaurar la paz y la concordia entre los hombres sobre la tierra.

Cuando ensordecemos por causas de la arrogancia, la ceguedad mental o simplemente, porque nos hemos petrificado ante una realidad cada vez más dura para el hombre y la sociedad en su conjunto, el único medio viable para volver a ser, es la palabra.

Nadie mejor, para portar y conducir la palabra, que sus verdaderos cultores: los poetas.

Ante la visión tamaña de la naturaleza y sus componentes, de la que el hombre es sólo un pequeñísimo sujeto, se imponen la grandeza de los montes, los desiertos, el cielo, el mar y las estrellas.

Quizás, porque somos agua, el hombre siempre verá la mar como su referente. Le ama, le teme, la mima y le canta. Somos, en fin, sin lugar a dudas, marineros en tierra.

Sentimientos, playas, olas, arenas, marejadas, ensenadas, acantilados, barcos, timón y sueños, sirven de corolario al mástil de esta nave de ensueño y añoranzas, que en sus días, la niña pequeñita que era entonces puso en proa, para que luego, la niña grande que hoy, con menos temor a las envestidas del oleaje o la calma serena de las profundidad marina, la llevaran aquí y allá, sin carta de marear. Sólo con la mirada atenta y la mente en ristre.

Lía quiere contarnos, mejor relatarnos, aquel encuentro de ella con la mar, de su mar, de ese mar, que en este caso, sirve como telón de fondo, o como pretexto para descarga las visiones, e imágenes internas, que alejadas de las orillas, toman otras sustancias, hechuras y matices, que van signando o marcando los papitos del corazón ante el desgarramiento que nos provocan el amor o el desamor.

Más allá de la mar con sus aguas interminables, undosas y azules, se visualiza en este libro, el gran océano de los sentimientos. El referente está en lo psicológico; pues, de una esquina a otra vuela a hurtadillas la pasión.

Las olas, la pleamar, las ensenadas, a veces no son tales, pero cualquier pretexto es bueno cuando se hace necesario testimoniar o poner en fuga, lo que nos van dejando en sus corridas los dolores.

La niña no sólo describe, sino pinta lo que trae y se llevan el fluyo y el reflujo. Flujo y reflujo de la conciencia, primero en ciernes, luego, desde la plenitud, pero todavía vacilante, porque el hombre nunca termina de sentar sus pies sobre la tierra.

Escuchemos a la poeta como nos marca, claves de orden sinestésicas, para luego insertarnos en su universo de olas.

“Como quien viste los ojos de un ensueño

Me visten esas olas al andar”

Olas al andar como ese mar que teje desde la distancia, desde la lejanía madrileña, donde no se escucha ni se percibe el sonido de las olas. Pero su mar interior es así, con sus escapadas, de encuentros y desencuentros. Es ahí, donde los dominios seriados o niveles sindéticos y asindeticos de su expresión, adquieren sonoridad de brisa, se enmarisman, como si el soplo que llega de barlovento o sotavento se enfiestara con el crepúsculo y entrara al oleaje, para luego estallar entre los acantilados de la orilla, o revertirse de concha, para quedar eternamente inserto en las arenas.

Declara Lía.

Agua para el dulce encuentro, sólo agua.

Ante ella, el mar adquiere esa dimensión inconmensurable de la que nada ni nadie puede escapar.

En ocasiones se siente “barco a la deriva”, “blanca espuma que surca las aguas” Es decir, se enfrenta al mar, lo trasunta, porque quiere conocer de cerca sus misterios.

En “LA NIÑA Y EL MAR” Victoria Pereira, Lía, nos deja un poco de sus emociones contenidas. Las dice y las canta, a sabiendas que otros, con la misma urgencia que ella, las tomarán como testigo.

Ogsmande Lescayllers.





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