sábado, 21 de marzo de 2009

Texto del libro "Los poemas de las sombras", de Ogsmande Lescayllers.


YO NO SOY OTRA COSA.

Para Orestes Adán, in memoria.

Yo no soy otra cosa más que la poesía.
Soy eso simplemente y no lo niego.
Soy la Palabra, envuelto en la Palabra.
Me anuncio a través del tiempo
Con todas las sílabas posibles;
Los tonos y las voces,
Las inflexiones de la lengua
Forman una espiral
Que se abre y se rompe en el gris de los vértigos,
En la curvatura de la puerta
O en el tránsito aéreo de los ecos.
Vengo dispuesto a alcanzar desde abajo,
Las líneas, las fronteras, los puntos cardinales.
Soy el barro.
La arcilla con la que se hizo el hombre,
La juntura que le sirve de cierre
A los altos muros piramidales
Y la estación de lluvia que va de abril a mayo,
Emparrando la noche y el camino.
Convierto el agua en nubes;
Las preguntas en truenos y relámpagos.
Hago fosforescente esta caña de pan,
Estas moscas azules que platican conmigo
Y me ofrecen rarísimos morfemas.

Vivo en un mar de dudas.
Una ciudad gaseosa habitada de muertos
Que los cartógrafos no fijan en los mapas.
Vivo en un mar lleno de barcos y fantasmas;
Porque los hombres fusilan la ternura.

Yo no soy otra cosa,
Eso lo saben el viento y las guitarras,
Los truenos y las claves,
Los astros y las piedras
Que han conjurado el dictamen de mi boca.

Escapo de estas lágrimas,
De estas cavernas en penas.
Me largo de este mundo en un acorazado
Donde las olas y los truenos se barruntan
Y vuelvo a salir como una espiga,
Como un altar que laza sus alfiles
Y sus bombillas de armazón roja y negra.


Mi paz va a reanimarse en los brazos del viento,
Con los tejidos de la sangre,
Con la llovizna de los ojos de Dios;
Con la luz de mis huesos mi paz será encendida.
Caminaré descalzo por el camino de los peregrinos
Y dejaré mi nombre en la llanura,
En las aguas aureales del Bayamo:
En sus laderas fértiles
Que me vieron crecer hecho sueño y palabras,
Canción y libertad,
Brisas e incendios;
Galopando desnudo por los campos
Con la luz matricial de los emancipados.

Cuento de arriba abajo.
Saco tu nombre por los cuatro costados.
Vivo en el fuste,
En la espina dorsal de mis ideas.

Al romperse el silencio todo será posible.
Todo será posible cuando estas comisiones
Que anuncian mis palabras enciendan sus fogatas
Y el humo de los tiempos caiga sobre nosotros.
La noche cantará, y con ella los pájaros.
Las estrellas festejarán también
Y las piedras se juntarán para irse a bailar
Donde la orquesta de mis labios las convide.

Los libros, cuando me ven pasar,
Abren sus puertas colegiales para que yo penetre;
Ellos son como duendes,
En la punta encendida de mi lengua.

El comienzo y el fin nacen en mi garganta,
Pero reciben órdenes desde la caja de mi pecho.
Ese gran continente donde guardo todos los secretos,
Todas las voces y las cicatrices de los tiempos.

Mi cuerpo es un erial:
Una montaña con doce cumbres vírgenes,
Una casa cubierta de magnolias,
De campanillas y tusílagos;
Con siete minaretes custodiados por ríos emisarios.
Desde allá adentro, se afluenta la poesía,
Se desgaja por todos los rincones de la tierra,
Se arropa entre las nubes
Y se sienta en el cielo e indica a los doctores
Como se escribe un salmo.

Eso soy yo,
Un universo que camina y canta.
Una ola en pleamar
Que atraviesa el peñasco de la costa
Y mueve los océanos,
Las grandes cordilleras
Y puede confinarse hasta los brotes microscópicos
Y convertirse en polen,
O en una simple semilla migratoria.

Eso soy,
Un pedacito de ternura en la escama de un pez,
Pero puedo viajar hasta los continentes
Para llevar mi identidad a cualquier parte.
Así son los mandatos de la poesía,
La masa subterránea del poema,
El corazón de los ejércitos:
Sus armas y uniformes,
Todos y cada uno de sus nombres
Atados a estos cantos,
Saliendo de sus compuertas,
De sus redes elásticas,
Saliendo desde el fondo,
Como si fuera la lava de un volcán.

El mar lanza sus piernas sobre las horas tristes.
Son hombres de montañas los que vienen con él,
A montar sus covachas,
En cualquier dirección del planisferio.
Por ahí van incendiario las llanuras,
Las verdes plantaciones de la cuenca del Cauto,
Los altos picos de la Sierra Maestra;
Los que desaparecen en el Golfo de México.

Aquel día era viernes.
Mi madre hacía sus preparados de Semana Santa.
Armaba cruces a la entrada de la puerta.
Yo iba al campo a recoger naranjas,
A zambullirme en los charcos más profundos.

Esas aguas y yo,
Éramos un ejército de tunantes.
Cantábamos un himno;
Todo mi corazón era un poema,
En él estaba el hombre,
Los hechos de 1604 que cantara Silvestre de Balboa.
Mis dedos eran cuerdas:
Yo era el dueño de la más bella sinfonía del mundo
Y el amor y la luz, se apelmazaron en mis labios.

De un lado las ideas.
Al centro del carril, iban los sueños.
Entre dos horizontes, la esperanza;
El hombre hecho maíz,
Para que no faltara alimento en la tierra.

Mi abuelo decía estas palabras:
“El pueblo más feliz,
Es el que tiene muchos poetas y pocos generales”.
Los poetas no necesitan armas ni caballos,
Uniformes ni ejércitos.
La lluvia y los jardines son sus armas,
Saben curar los males;
Alimentan la vida,
No odian ni maldicen.
Viven de las censuras que los agentes
Fabrican contra ellos.
Yo no soy otra cosa,
Y guardaré el misterio,
Hasta que despierten las estrellas.


Texto: Ogsmande Lescayllers.

3 comentarios:

lichazul dijo...

las palabras del abuelo lo dicen todo

ahhh, si se hiciése más caso a la experiencia que a los impulsos, otro gallo cantaría en el amanecer humano...

Un saludo de paz
elisa

le dejo mi espacio para cuando tenga un tiempo
http://lichazul.blogspot.com

Ele Bergón dijo...

Hola Mandy.

Ya sabes que me gustan tus poemas y más cuando los lees tú.

Ayer te fuiste antes de que yo leyera. Creo que hoy no te veré.

Te prometo ir el próximo día a los Diablos Azules.

Besitos.

Angeles Fernangómez dijo...

¡Vaya! A través del Blog POEKAS de Elena Moratalla, he dado contigo, Mandy.
Qué bueno.
He leído tu poema, ¡entero! y eso que eres el rey de los poemas largos... Me ha gustado, es muy bueno.
Pues nada, que ya te tengo fichado.
Un abrazo grande.