martes, 10 de marzo de 2009

El texto forma parte del libro, "La silueta de Ícaro", de Ogsmande Lescayllers.


CON VERSOS DE GALERAS.

Despojado de todo
Un día me arrestaron por sospechas.
Querían que confesara
Mis vínculos internos con la CIA.
Mis relaciones con los disidentes del exilio.
Mis críticas al gobierno y al comandante en jefe.
Lo único cierto era,
Que yo escribía poemas
Ubicado en un mundo imaginario,
Donde el reino del hombre
Era distinto al que ellos me ofrecían.
Lo cierto era,
Que yo no conocía a nadie del exilio ni en la CIA.
Ellos tenían las preguntas y las respuestas
Que yo no podía darles;
Ellos sabían de mí, más que yo mismo.

De esa forma hicieron mi historial:
Una lista de nombres infinita
Donde estaban marcados,
Todos y cada uno de mis pasos:
Lugares, a los que nunca había llegado,
Gente que jamás había visto,
Conversaciones que sólo ellos conocían.
De ese modo tejieron mi historial,
Eso fue suficiente para echarme a la cárcel,
Y condenarme a muerte
Por alta traición a los poderes.

Pensaba en sueño,
O a veces con los ojos bien abiertos:
Así no se construye una nación.
Así no puede un pueblo levantarse
En el reino de dios sobre la tierra.

Los hierros de las cárceles
Y los calabozos de castigos
Eran tan duros,
Que desfallecía por segundo;
Y cuando volvía en mí,
Le gritaba con rabia mis dolores,
Con versos de galeras,
Que dejaba colgados
En las orejas de los carceleros.

Un día imaginaron que a pesar de mi muerte
Yo seguiría cantando,
Entonces me metieron bajo tierra,
En una celda húmeda y oscura,
Donde ni dios ni yo oíamos los lamentos.

Allí, aprendía a contar mis dedos
Y las articulaciones que tenían.
Memorizaba los cantos de mi muerte
Para devolvérselos a la vida.
Tejía y destejía mis razones
Envuelto en la humedad,
Hecho una sombra.

Un día creí soñar y no era un sueño:
Vi una luz que bajaba por la escalera
Y una voz que venía de ultratumba;
Ese día desperté en un hospital
Con los pies y las manos bien atados,
No sé por qué,
Por que apenas me podía mover.
Tenía puesto dos sueros y una transfusión,
Que intentaban quizás, devolverme la vida;
A mi me daba igual,
Ya no era lo que era ni quien era,
No quería imaginar, que la libertad
Costara tanto,
Y mucho menos,
Que mis versos fueran
Los causantes de aquellas tropelías,
De las que me acusaban
De ser, sin ser lo que no era.

Aquella muerte súbita,
Que luego se hizo vida,
Me echó por la escalera del exilio
A un país extraño,
En el que encontré amores y dolores,
La comprensión y el desatino de la gente.
Aquella muerte súbita
Me regaló otras muertes
Que llenaron mi piel de escalofríos
Y aprendí la desidia de los hombres.

En soledad,
Ausencias,
Desafíos,
Aprendí a caminar y a liberarme.
En silencio tejí todas mis cuentas,
Idee nuevos soles en mi pecho;
Otros versos nacieron en mi sangre
Y construí la luz,
Desde las sombras,
Que me tendían mis persecutores,
En ella vivo,
Dichoso de ser hombre
Riéndole al mundo,
Mis signos de esperanza.




Texto: Ogsmande Lescayllers.


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