PRIMERA CONVERSACIÓN.
Yo sólo sé de amor, tiemblo espantado cuando,
Las pasiones del hombre, envuelven tercas, mi rodilla.
JOSÉ MARTÍ.
Yo sólo sé de amor, tiemblo espantado cuando,
Las pasiones del hombre, envuelven tercas, mi rodilla.
JOSÉ MARTÍ.
Tengo por encomiendas los murmullos,
la piedra rompeolas
y la ausencia inusual de los sentidos.
Ya no es posible, Karla,
hemos pasado la noche parloteando
pero tú das la espalda
y te pones a contemplar el muro.
El tiempo es breve, Karla.
Él sabe darnos sublimes latigazos.
Ovillar sabe el tiempo su ademán de comediante.
El tiempo tiene sus manos sueltas
sobre el desnudo de la eternidad
y nosotros golpeándonos,
en contra de las líneas tonales de la luz.
Yo de espaldas corriendo.
Tú de espaldas corriendo
y el árbol puesto en cruz
y la cruz desalentando la inscripción.
Y el pie sin un apoyo
para quitar los brotes del camino.
Y las voces repartidas en cántaros.
Y el cántaro vacío
y otra vez la distancia entre los dos.
Estos amaneceres tienen tus ojos, Karla.
Tú estás sentada en una confitura de jazmines.
En una catedral de mariposas.
En unos de esos sábados que parecen menguantes,
tras las columnas verticales del tiempo.
Yo caminé en silencio el estalaje de las sombras.
Calenté el hongo frígido de un muerto;
los tonos de la luz,
las alas blancas de las sombras negras.
Un ancla verde, en tinta de torpedo,
se juega el corazón en cada salto.
Un augurio de palos
y el gongorino soplo de los cuencos.
Kid dolor perdió un roung por impaciente.
El orden no es un pájaro,
pero sabe escudarse entre sus alas.
Mi padre pintó un jardín de nubes.
Mi madre pintó el árbol de la vida.
Yo no he pintado nada,
pero me gusta ver las acuarelas.
Karla y los recuerdos juegan al ajedrez,
pero faltan las damas y las torres.
la piedra rompeolas
y la ausencia inusual de los sentidos.
Ya no es posible, Karla,
hemos pasado la noche parloteando
pero tú das la espalda
y te pones a contemplar el muro.
El tiempo es breve, Karla.
Él sabe darnos sublimes latigazos.
Ovillar sabe el tiempo su ademán de comediante.
El tiempo tiene sus manos sueltas
sobre el desnudo de la eternidad
y nosotros golpeándonos,
en contra de las líneas tonales de la luz.
Yo de espaldas corriendo.
Tú de espaldas corriendo
y el árbol puesto en cruz
y la cruz desalentando la inscripción.
Y el pie sin un apoyo
para quitar los brotes del camino.
Y las voces repartidas en cántaros.
Y el cántaro vacío
y otra vez la distancia entre los dos.
Estos amaneceres tienen tus ojos, Karla.
Tú estás sentada en una confitura de jazmines.
En una catedral de mariposas.
En unos de esos sábados que parecen menguantes,
tras las columnas verticales del tiempo.
Yo caminé en silencio el estalaje de las sombras.
Calenté el hongo frígido de un muerto;
los tonos de la luz,
las alas blancas de las sombras negras.
Un ancla verde, en tinta de torpedo,
se juega el corazón en cada salto.
Un augurio de palos
y el gongorino soplo de los cuencos.
Kid dolor perdió un roung por impaciente.
El orden no es un pájaro,
pero sabe escudarse entre sus alas.
Mi padre pintó un jardín de nubes.
Mi madre pintó el árbol de la vida.
Yo no he pintado nada,
pero me gusta ver las acuarelas.
Karla y los recuerdos juegan al ajedrez,
pero faltan las damas y las torres.
SEGUNDA CONVERSACIÓN.
NO SABES QUE NO HAY VENTURA,
NI SI QUIERA PARECIDA
A LA DEL AMOR DE UN HOMBRE.
LOS NIBELUNGOS.
NO SABES QUE NO HAY VENTURA,
NI SI QUIERA PARECIDA
A LA DEL AMOR DE UN HOMBRE.
LOS NIBELUNGOS.
Estamos lejos, Karla.
Tierra y agua separan nuestros cuerpos,
somos dos tenedores en el confín del mundo,
dos manos que se buscan, pero se encuentran.
He discado el teléfono,
para escuchar lentamente tus palabras.
Ya estoy de vida por que oigo tu voz
y he sentido de pronto un sonar de campanas;
Un trinar de pájaros silvestres
y tu sonrisa Karla,
como un reloj de mar en mis sentidos.
Estos son los jinetes que no apagó la bruma.
Un espejo guarda tus marcas siderales
y tus palabras, Karla,
descansan blandamente en mis oídos.
Hoy vi partirse en círculos la luz de las estrellas.
La luna era un arquito y el mar no se veía.
Todo estaba en silencio,
menos la siempreviva de mi corazón
y la arboleda de tu lejanía.
El trigo y las linternas se nos hicieron polvo
y hasta se nos gastaron los pronósticos.
Y los recuerdos, Karla, los recuerdos,
ellos llevan mi cuerpo hasta la cima.
Mañana será martes,
Hoy no sé que lugar corresponde a este día.
Hoy ando patrullado por los sentimientos.
Soy un santo indefenso que Satanás golpea.
Soy un trozo de escarcha en la puerta del horno.
Soy la punta de un ala quebrada por el viento.
Esta es mi circunstancia
que el tiempo lentamente transformará en espigas.
¿De qué me estoy doliendo,
si el dolor no es mi canto personal?
Tengo el mundo a mis pies.
La noche es mía.
Soy dueño absoluto de una legión de estrellas.
¿Por qué le estoy cantando al dolor?
¿Por qué invoco el silencio, la distancia,
y la ausencia de Karla?
Es que estoy refundido en la nostalgia
y en esta soledad que me hace compañía.
Esta parte es mi canto,
pero la otra mitad la tengo dentro
y veo pasar las horas,
como una escuadra de húsares insomnes.
He consumido todo,
lo que quedaba en mi botella verde.
La luz echaba el tiempo boca arriaba.
Karla está sentada en un rincón del mundo.
El pájaro voló, y hasta su jaula,
quiso seguir su vuelo.
TERCERA CONVERSACIÓN
"CON FRECUENCIA ASOMABA UNA LIGERA SONRIA
DE BONDAD EN SUS LABIOS, PERO HABÍA EN ELLA,
TANTA DEFENSA Y TANTA OCULTACIÓN
COMO AMOR INCITANTE".
STFAN ZWEIG.
Las canículas, Karla,
le quemaron las hojas a los crotos.
En torno al mar se oye el aleluya de los peces
y la noche se llena de lamentos.
El mar se rompe contra los arrecifes.
Contra la voz del hombre se levanta un muro.
Y nosotros sin armas,
para tejer la paz de los vivientes.
Yo coloqué en tu puerta este panal,
esta flauta de viento con ojos de cometa
y un reloj, para medir el llanto de la tierra.
He buscado a los hombres pero no los encuentro.
Los hombres se me han vuelto una cancha de piedras,
una caja de ecos,
como los parpadeos de La Osa Mayor.
Soy un triángulo, Karla.
Soy un triángulo.
La cofia que sostiene mi eternidad de árbol
navega como un pez en la corriente.
Lo que hay de guitarra en mi garganta
ha sido colocado sobre tu corazón.
Lo que hay de país en mis palabras,
son estos cantos, Karla,
con los que voy naciéndole a la vida.
Estoy de amor y muerte,
con una pesadilla de silencios y dudas.
He tornado a la tierra para besar tus ojos,
pero la tierra vuela
y el tiempo es una lámpara silente.
Ahí están los metales frente a ti.
Se alzan como escaleras por encima del mar
y caen, levitativamente,
como estatuas de nieve hechas con impaciencia.
Hemos atado el mar con estas cuerdas.
Con estas riendas frías amarré al Minotauro
y lo encerré en una caja de aros.
¿Adónde vamos, Karla?
¿Hacia qué punto vamos?
Hay un tótem sentado al costado del brazo de Jesús.
Hay una escuadra rota en la casa del Hombre.
Hace falta un panal y una linterna.
Y tus palabras, Karla, tus palabras…
¿A qué región del mundo partieron tus palabras?
Ahora voy dando saltos.
Busco la huella de tus sentimientos.
Busco un pez en el agua,
un árbol en la tierra.
Busco dentro de ti mi yo incondicional,
la columna y el zócalo preciso,
para fijar mis huesos después de esta jornada.
Karla, no te desnudes nunca;
porque pueden caerse las estrellas.
CUARTA CONVERSACIÓN.
TEJER UNA CORONA ES MÁS FÁCIL
QUE HALLAR UNA CABEZA QUE PUEDA USARLA.
GOETHE.
Tierra y agua separan nuestros cuerpos,
somos dos tenedores en el confín del mundo,
dos manos que se buscan, pero se encuentran.
He discado el teléfono,
para escuchar lentamente tus palabras.
Ya estoy de vida por que oigo tu voz
y he sentido de pronto un sonar de campanas;
Un trinar de pájaros silvestres
y tu sonrisa Karla,
como un reloj de mar en mis sentidos.
Estos son los jinetes que no apagó la bruma.
Un espejo guarda tus marcas siderales
y tus palabras, Karla,
descansan blandamente en mis oídos.
Hoy vi partirse en círculos la luz de las estrellas.
La luna era un arquito y el mar no se veía.
Todo estaba en silencio,
menos la siempreviva de mi corazón
y la arboleda de tu lejanía.
El trigo y las linternas se nos hicieron polvo
y hasta se nos gastaron los pronósticos.
Y los recuerdos, Karla, los recuerdos,
ellos llevan mi cuerpo hasta la cima.
Mañana será martes,
Hoy no sé que lugar corresponde a este día.
Hoy ando patrullado por los sentimientos.
Soy un santo indefenso que Satanás golpea.
Soy un trozo de escarcha en la puerta del horno.
Soy la punta de un ala quebrada por el viento.
Esta es mi circunstancia
que el tiempo lentamente transformará en espigas.
¿De qué me estoy doliendo,
si el dolor no es mi canto personal?
Tengo el mundo a mis pies.
La noche es mía.
Soy dueño absoluto de una legión de estrellas.
¿Por qué le estoy cantando al dolor?
¿Por qué invoco el silencio, la distancia,
y la ausencia de Karla?
Es que estoy refundido en la nostalgia
y en esta soledad que me hace compañía.
Esta parte es mi canto,
pero la otra mitad la tengo dentro
y veo pasar las horas,
como una escuadra de húsares insomnes.
He consumido todo,
lo que quedaba en mi botella verde.
La luz echaba el tiempo boca arriaba.
Karla está sentada en un rincón del mundo.
El pájaro voló, y hasta su jaula,
quiso seguir su vuelo.
TERCERA CONVERSACIÓN
"CON FRECUENCIA ASOMABA UNA LIGERA SONRIA
DE BONDAD EN SUS LABIOS, PERO HABÍA EN ELLA,
TANTA DEFENSA Y TANTA OCULTACIÓN
COMO AMOR INCITANTE".
STFAN ZWEIG.
Las canículas, Karla,
le quemaron las hojas a los crotos.
En torno al mar se oye el aleluya de los peces
y la noche se llena de lamentos.
El mar se rompe contra los arrecifes.
Contra la voz del hombre se levanta un muro.
Y nosotros sin armas,
para tejer la paz de los vivientes.
Yo coloqué en tu puerta este panal,
esta flauta de viento con ojos de cometa
y un reloj, para medir el llanto de la tierra.
He buscado a los hombres pero no los encuentro.
Los hombres se me han vuelto una cancha de piedras,
una caja de ecos,
como los parpadeos de La Osa Mayor.
Soy un triángulo, Karla.
Soy un triángulo.
La cofia que sostiene mi eternidad de árbol
navega como un pez en la corriente.
Lo que hay de guitarra en mi garganta
ha sido colocado sobre tu corazón.
Lo que hay de país en mis palabras,
son estos cantos, Karla,
con los que voy naciéndole a la vida.
Estoy de amor y muerte,
con una pesadilla de silencios y dudas.
He tornado a la tierra para besar tus ojos,
pero la tierra vuela
y el tiempo es una lámpara silente.
Ahí están los metales frente a ti.
Se alzan como escaleras por encima del mar
y caen, levitativamente,
como estatuas de nieve hechas con impaciencia.
Hemos atado el mar con estas cuerdas.
Con estas riendas frías amarré al Minotauro
y lo encerré en una caja de aros.
¿Adónde vamos, Karla?
¿Hacia qué punto vamos?
Hay un tótem sentado al costado del brazo de Jesús.
Hay una escuadra rota en la casa del Hombre.
Hace falta un panal y una linterna.
Y tus palabras, Karla, tus palabras…
¿A qué región del mundo partieron tus palabras?
Ahora voy dando saltos.
Busco la huella de tus sentimientos.
Busco un pez en el agua,
un árbol en la tierra.
Busco dentro de ti mi yo incondicional,
la columna y el zócalo preciso,
para fijar mis huesos después de esta jornada.
Karla, no te desnudes nunca;
porque pueden caerse las estrellas.
CUARTA CONVERSACIÓN.
TEJER UNA CORONA ES MÁS FÁCIL
QUE HALLAR UNA CABEZA QUE PUEDA USARLA.
GOETHE.
Es difícil ser uno y ser el otro,
caminar de rodillas
con la cabeza hundida entre las piernas.
Dilapidar la luz, llevando dentro estrellas y luceros.
Es tortuoso el camino cubierto de silencio.
Es lástima la vida sin un tajo de sol
para purificar los sentimientos.
Es mortal la caída
para el que no asegura los pasos del mañana.
Aquí, donde me paro, hay una puerta rota
y no se ven las calles;
las calles, Karla, que son como tus manos.
Así es el mundo, anda con la cabeza para abajo,
con los ojos vacíos y va nadando contra la corriente.
Estas son las Segunda epístolas de Pablo.
Los guantes del dolor
que se arrastran en medio de la noche.
Estos son los brocales
donde tú y yo jugamos cuando niños.
Estas son las navajas, y los cuchillos, Karla,
con las que nos castraban las palabras.
Vivo como un vigía,
oteando la distancia desde el palo mayor de mis ideas.
Hay una marca celestial en mí
y una espiga de pueblos reencontrados,
por eso no me alejo un segundo de ti,
porque los muros, Karla,
intoxican las ánimas del hombre,
las queman, Karla, les queman los sentidos.
Entre tú yo,
hay una franja de agua y una punta de tierra.
Hay un camino dentro del corazón,
en las agujas del amor y las palabras.
Karla, no te quedes ahí,
afuera está lloviendo
y te hará mucho bien,
observar como crecen las
QUINTA CONVERSACIÓN.
"NOSEAN ESTOS LOS DEUDOS QUE YO DIGO".
SANTA TERESA DE JESÚS.
caminar de rodillas
con la cabeza hundida entre las piernas.
Dilapidar la luz, llevando dentro estrellas y luceros.
Es tortuoso el camino cubierto de silencio.
Es lástima la vida sin un tajo de sol
para purificar los sentimientos.
Es mortal la caída
para el que no asegura los pasos del mañana.
Aquí, donde me paro, hay una puerta rota
y no se ven las calles;
las calles, Karla, que son como tus manos.
Así es el mundo, anda con la cabeza para abajo,
con los ojos vacíos y va nadando contra la corriente.
Estas son las Segunda epístolas de Pablo.
Los guantes del dolor
que se arrastran en medio de la noche.
Estos son los brocales
donde tú y yo jugamos cuando niños.
Estas son las navajas, y los cuchillos, Karla,
con las que nos castraban las palabras.
Vivo como un vigía,
oteando la distancia desde el palo mayor de mis ideas.
Hay una marca celestial en mí
y una espiga de pueblos reencontrados,
por eso no me alejo un segundo de ti,
porque los muros, Karla,
intoxican las ánimas del hombre,
las queman, Karla, les queman los sentidos.
Entre tú yo,
hay una franja de agua y una punta de tierra.
Hay un camino dentro del corazón,
en las agujas del amor y las palabras.
Karla, no te quedes ahí,
afuera está lloviendo
y te hará mucho bien,
observar como crecen las
QUINTA CONVERSACIÓN.
"NOSEAN ESTOS LOS DEUDOS QUE YO DIGO".
SANTA TERESA DE JESÚS.
Vamos volando sobre el confort de un ala.
Los humanos nos miran taciturnos.
Vienen con lentitud a saludarnos.
Hay una lengua alfilerada que habla de nosotros.
Vamos rodeados de fantasmas, Karla.
El mundo es un campo de hojas amarillas
en la cabina postila que no percibe el día,
ni el encanto ancestral de las estrellas.
Lo que tenemos, Karla,
hay que guardarlo para que no se escape.
Estos mapas de luz y estas sábanas blancas.
Estas yemas azules y estos cardos;
todo lo que tenemos entre el pecho y los sueños:
los trinos de la luz,
los trinos, Karla,
andan sueltos, con los compases idos;
con los compases rotos por los golpes del tiempo.
Pero vendrá otro día.
Otros hombres vendrán.
A estos escombros le irán naciendo alas,
otro sol cubrirá nuestras cabezas,
y tu sonrisa, Karla;
le nacerá un lucero a tu sonrisa.
Por el ferrocarril de los recuerdos
va caminando un hombre,
tiene los pies marcados por los rieles
y el alma como un pájaro,
queriendo zafársele del cuerpo.
Somos dos corazones.
Dos almas.
Dos tildes y una huella.
El caos envuelve en sombra los incisos.
Nadie guarece a nadie ni le tiende una mano
para evitar que lo arrastre la tormenta.
De qué materia insólita habrán hecho estos seres.
En qué concilio crearon estas leyes.
Santificados sean el odio y el dolor.
Purificada sea la paciencia.
Canonizados, el amor y el beso.
Y nosotros lanzados a un rincón de la gloria,
aunque tengamos parches en los sueños.
Lo que tenemos dentro,
es nuestra única riqueza.
Todo termina allí, sobre esa cuesta,
donde están relinchando los caballos.
Los humanos nos miran taciturnos.
Vienen con lentitud a saludarnos.
Hay una lengua alfilerada que habla de nosotros.
Vamos rodeados de fantasmas, Karla.
El mundo es un campo de hojas amarillas
en la cabina postila que no percibe el día,
ni el encanto ancestral de las estrellas.
Lo que tenemos, Karla,
hay que guardarlo para que no se escape.
Estos mapas de luz y estas sábanas blancas.
Estas yemas azules y estos cardos;
todo lo que tenemos entre el pecho y los sueños:
los trinos de la luz,
los trinos, Karla,
andan sueltos, con los compases idos;
con los compases rotos por los golpes del tiempo.
Pero vendrá otro día.
Otros hombres vendrán.
A estos escombros le irán naciendo alas,
otro sol cubrirá nuestras cabezas,
y tu sonrisa, Karla;
le nacerá un lucero a tu sonrisa.
Por el ferrocarril de los recuerdos
va caminando un hombre,
tiene los pies marcados por los rieles
y el alma como un pájaro,
queriendo zafársele del cuerpo.
Somos dos corazones.
Dos almas.
Dos tildes y una huella.
El caos envuelve en sombra los incisos.
Nadie guarece a nadie ni le tiende una mano
para evitar que lo arrastre la tormenta.
De qué materia insólita habrán hecho estos seres.
En qué concilio crearon estas leyes.
Santificados sean el odio y el dolor.
Purificada sea la paciencia.
Canonizados, el amor y el beso.
Y nosotros lanzados a un rincón de la gloria,
aunque tengamos parches en los sueños.
Lo que tenemos dentro,
es nuestra única riqueza.
Todo termina allí, sobre esa cuesta,
donde están relinchando los caballos.
1 comentario:
que maravilla de poema, me ha conmovido y me siento totalmente identificada en él,
Gracias por escribir así, es un gozo muy grande,tu paisana,
Ana Valdés-Miranda
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