sábado, 15 de agosto de 2009

Texto Ogsmande Lescayllers, tomado de XORNAL.COM

Hillary Clinton y Juanes. Plaza de la Revolución José Martí
























O. Lescayllers
Escritor e xornalista.
El exilio cubano: insensatez y demagogia.

El cantautor de origen colombiano, Juanes, ganador de cinco Grammys latinos está siendo objeto de un severo linchamiento por algunos sectores de la llamada “disidencia cubana en el exilio”. Los aldabonazos lanzados contra el afamado músico, según el comentario de los voceros de estos grupúsculos, se hace porque Juanes va a cantarle a la paz en un país donde no existe y, para ellos, lo que el músico debía hacer en vez de cantar por la felicidad del pueblo cubanos, es llevar la 82 División Aerotransportada de la Armada de los Estados Unidos, o colocar una bomba de neutrones más grande que la de Hiroshima y Nagasaki en medio de la Plaza de la Revolución, donde presumiblemente el 20 de septiembre se ofrecerá el concierto.
Tamañas barbaridades sólo son propias de mentes enfermas, insatisfechas de sí mismas y enemigas de la libertad, el derecho y la democracia.
Cómo es posible que ahora vengan, los que siempre han criticado al gobierno cubano de faltar a la libertad, la democracia y los derechos humanos, a juzgar, groseramente, con chantajes y amenazas de quemarles y no comprar más sus disco, a un autor que lo único que ha dicho es que va a cantar en la Plaza de la Revolución en un acto cívico, que se titula “Concierto por la paz”.
Si no supiéramos qué es lo que tienen esta gente en la cabeza y cual es el trasfondo de sus ideas, pesaríamos que todos están locos. Pero al escucharles, ya sentimos el tufo a estiércol putrefacto que se les escapa por las ideas.
Se puede ser tonto y eso es respetable en honor a la razón humana, lo que no es correcto ni digno del más mínimo respeto, es ser tonto y, además, presumir de listo, sensato e inteligente.
La sociedad actual está regida y gobernada en su inmensa mayoría por manipuladores de izquierdas y de derechas. Pocos son los políticos serios que intentan gobernar sabiamente a sus países con arreglo al derecho, la democracia, la justicia y la razón. Cada uno, incluso desconociendo qué es la democracia, qué es lo que rige el derecho y cuál es el sentido y significado de la libertad, habla de ellos como si fuera un artículo de uso que tuviera en propiedad.
La dictaduras me parecen un horror, los estados militares o policiales un insulto a la inteligencia y la convivencia humana. De ese mismo modo, creo que la insensatez, la demagogia y el torticerismo infundado en el que caen algunas personas, hacen tanto daño a los pueblos, como la acción desenfrenada de un tsunami de 9 grado en la escala de Richter.
Algunos llegan al oprobio y al colmo de la ignorancia, como es el consabido caso de Zoe Valdés, quien acusa al cantautor cubano Silvio Rodríguez de firmar la pena de muerte de 3 jóvenes balseros que en un acto de piratería, a punta de ametralladoras secuestraron una lancha, amenazaron a sus tripulantes con matarles, e hirieron a un niño, como si el señor Rodríguez fuera el fiscal general de la isla; sin embargo, esos mismos groseros ignorantes, jamás alzaron sus voces contra George W. Bush, que fue, cuando era gobernador del estado de Texas, el hombre que más penas de muerte firmó en los Estados Unidos, tampoco denunciaron las masacres de Irak, el genocidio de Pinochet en Chile, las torturas del ejército de Estados Unidos en Abu Ghraib o en la cárcel de Guantánamo. De ese mismo modo, estos señores demócratas libertarios, jamás han alzado sus voces malolientes, para criticar y demandar de los Estados Unidos, que suspenda de una vez y para siempre el criminal embargo unilateral impuso hace cerca de 50 años sobre la isla de Cuba. Estos cerebritos son los mismos que apoyan el golpe militar de Raúl Micheletti, contra el gobierno constitucional de Manuel Celaya en Honduras, el genocidio sionista de Israel contra los palestinos y las acciones mercenarias de la CIA contra el pueblo cubano.
Nos gustaría que no sólo Juanes, sino todos los artistas del mundo, músicos o de otra manifestación visitaran Cuba y, no sólo ellos, sino todos los ciudadanos respetuoso del derecho y la soberanía de una nación. Nos gustaría que lo hicieran para que vean, se enteren, comparen, aprueben y desaprueben se hagan una idea de lo que ocurre allí y se acabe el juego manipulador de una y otra parte.
Claro que no estoy de acuerdo con muchas cosas que existen en Cuba. Como cubano, es mi deber criticar aquello que desde mi punto de vista no está bien y hace falta mejorar o perfeccionar civilizadamente. “Criticar no es morder”, decía José Martí. Pero mentir, manipular y falsear el sentido de las cosas, sólo es propio de personas malintencionadas que les interesa más el protagonismo personal que el sufrimiento del pueblo cubano, que es, en definitiva, quien debe decir y decidir si Juanes o quien sea canta o no en la Plaza de la Revolución o en la Bodeguita del Medio.
Acaso la Cuba que quiere construir la llamada “disidencia cubana en el exilio”, es la que proclamaba George Bush, José María Aznar, los Republicanos de Estados Unidos, Los sionistas de Israel, o los seudos intelectuales plagiadores, falsos periodistas, locos arrabaleros que se hacen pasar por insignes poetas, o mercachifles panfletarios que van detrás de la presidenta de la Comunidad de Madrid a colgar el MEA Culpa en la sotana del obispo Rauco Varela. ¿Acaso son estos los que quieren darnos lecciones de democracia, libertad y derechos humanos?
En honor a la libertad, la igual, la justicia, la democracia, la tolerancia y el respeto, a Cuba debían ir todos los hombres que sean y se sientan libres. No olvidemos, “señores” disidentes del exilio cubano, dentro o fuera de la isla, que “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Que no es manipulando ni señalando con el dedo acusador a quien nada ha de temor, como vamos a resolver nuestros problemas.
Quien no sea capaz de poner brisas de calma en camino, que se guarde sus viento de guerra para que limpien sus decoros y sus miserias y deje, como debieran de hacer los círculos de poder estadounidense, y los faranduleros de la disidencia cubana en el exilio, en paz a los habitantes de la isla.
Conocemos a esos que desde dentro y fuera del país, ladran más altos que los perros. Los conocemos bien y sabemos que lo que les duele, no es que en Cuba haya una dictadura que oprime al pueblo, como ellos dicen, sino no, ser ellos ese dictador o dictadores que al dictado del imperio se arrastran como serpientes, sobre la tierra que les vio nacer, echando sus aces pestilentes.
Quien diga amar a Cuba y a su pueblo debía agradecer a Juan Esteban Aristizábal, Juanes, que vaya a echar, sobre el viento de la isla, las notas casi perfectas de su laureada música. Si ayer en la Plaza de la Revolución se abogaba por la muerte y hoy se canta a la paz y a la reconciliación, es por que ahora, más que nunca, esa plaza está viva y la esperanza empieza a florecer entre canciones.


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