viernes, 7 de agosto de 2009

Texto de Ogsmande Lescayllers tomado del Xornal.com, Xornal de Galicia. Fotos ogsmande Lescayllers.

Foto: calle 7ma. Miramar, ciudad Habana.

Foto: en la ciudad de Bayamo, cuna del poeta.


















Foto: Ave de los presidentes, frente a la facultad de Artes y Lestras Universidad de La Habana, donde me Licencié de Arte y Literatura y en la que fui profesor.

De Cuba traigo un cantar
Ogsmande Lescayllers. Escritor e Xornalista.
Actualizado 05/08/2009 - 02:52 h.

Después de veinte años, bajo un sol de justicia y un calor asfixiante llegué a mi isla amada. Aquellos días lejanos que me parecían interminables e inalcanzables, muchas veces, se fueron diluyendo poco a poco. Ante mí, se empezaba a dibujar un escenario diferente. Muchas cosas de las que había dejado, ahora ya no estaban: mi madre muerta hace tres años y mi hermana menor, fallecida hace uno, y una lista larguísima de personas mayores que se habían marchado al otro mundo.
Seguro, pero desconfiado de todos y de todo, observaba sin pausas todo lo que se movía a mi alrededor. Olfateé aquí y allá, pero nada me apestaba, al contrario, la tierra olía a flores, la brisa a campo fértil.

La Cuba que encontré, como toda nación tenía su claroscuro, pero la gente sigue cantando y bailando, riendo y soñando, a la espera que las cosas comiencen a cambiar para forjarse un futuro mejor.
Ciertamente, el pueblo tiene cifradas sus esperanzas en el general Raúl Castro Ruz, actual presidente del gobierno. Aguardan a un cambio progresivo en lo económico, que les permita mejorar sus vidas.
El país está enteramente verde, la arboleda florida, el cielo despejado y un sol que imita al fuego. De esto se colige, que en el país habita la esperanza y que a pesar de los pesares, aún se puede soñar con un luminoso porvenir.
Veinte años es casi una vida, aunque Gardel dijera que no es nada. Veinte años ausente de los tuyos, de tu pueblo y la gente que amas, si piensas fijamente, son una eternidad, como eternos se vuelven los deseos del que aguarda el retorno.
Para no perderme nada de este encuentro, viajé a lo largo y ancho de la isla, allí, como otros tiempos, dejé sobre la tierra mis sudores. Grabé en mis ojos y en mi mente todas las cosas dignas de reseñar. Alimenté mis sueños con otros sueños nuevos y con los de mis paisanos que escuchaban, como yo, todas y cada una de mis expresiones que no tenían otro matiz que no fuera el amor, porque ya no hay por qué seguirnos lastimando.
Cuba, sin duda, es, como dijera el gran navegante genovés, Cristóbal Colón, “la tierra más fermosa que ojos humanos hayan visto”. Cuba forma parte de mi catálogo de sueños. De mi ideario humanista y filosófico de raigambre martiana. Los cubanos, por nuestro bien y por el bien de esa patria que amos, debemos dejar de lastimarnos. Con nuestra inteligencia, todos, en la unidad y el cariño a la tierra que nos vio nacer, debemos participar para encontrar un punto de encuentro que haga posible la convivencia sin prejuicios, de aquellos que estamos afuera y de los que viven en la isla. Los de allá y los de acá no tenemos porque negarnos el sentido de pertenencia a una patria que es de todos.
Cada hombre tiene sus propios sueños. Cada cual tiene sus propios ideales. Nadie tiene el derecho a imponer ni a disponer, en nombre de ninguna ideología, filosofía, religión o partido, el camino que cada hombre ha de seguir.
José Martí nos enseñó que: “Cuando los pueblos emigran sobran los gobiernos”. De él heredamos, con orgullo, el amor a la patria y a la libertad, “El amor madre, a la patria no es el amor ridículo a la tierra ni a las yerbas que pisan nuestras plantas….” Así lo manifestó a los catorce años nuestro apóstol, en su drama iniciático “Abdala”. Nosotros, los cubanos, somos sus deudores, por eso llevamos, queramos o no, la patria cifrada en nuestras almas.
Es bello ver a Cuba y caminar por ella, habitar sus casas, hablar con la gente, escuchar su música y el susurro del viento entre las palmas. Duele ver la destrucción, la pobreza endémica de sus moradores, el agobio de los que van y vienen sin sosiego.
No tiene sentido, que sigamos lastimándonos, acusándonos unos y otros de ser o de no ser de este o de este otro modo. No es bueno estar permanentemente echándonos en cara, nuestras miserias políticas. La ideología de cada hombre es un principio y ese principio debe basarse en el respeto y la tolerancia. Nada ganamos acusándonos paladinamente de lo que fue y no pudo ser, o de lo que dejamos de ser por desconfiar los unos de los otros. Como dijo Martí, cito de nuevo: “Es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz”. Cuba es un país lleno de luz. Tomémosla y marchemos juntos, con la antorcha del amor por el camino del reencuentro y la fraternidad humana. No dejemos, bajo ningún concepto, que las sombras y las cegueras nos arrastren, porque lo que está en juego es la coronación feliz, de una patria, que es “de todos y para el bien de todos”.
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