lunes, 27 de abril de 2009

Canción en Estambul


CANCIÓN EN ESTAMBUL.


Era muy tarde y me senté a la sombra
De algunos versos míos.
Me eché sobre mi espalda,
Y mientras oía las voces que me traían los versos,
Buscaba en la memoria aquel lugar
Donde hace algún tiempo,
Dejé los signos de mis huellas pasadas.

Si intenté reeditar aquellas cosas,
Fue, porque otra tarde distinta
A esta que vivo,
Caminando a orillas del mar del Mármara,
Muy cerquita del puente;
La ciudad de Estambul me saludaba.

A las 11 y 50 de la noche,
En un catamarán cruzaba el Bósforo
Contemplando el andar de las mujeres,
Y el vaivén de las olas que bailaban con ellas
Una danza de vientre.

Aquellos versos míos,
Que parecían dormidos,
Me llevaban de nuevo hasta Estambul.
Aquellos versos,
Diseñaban de nuevo,
Sobre el paraíso de la imaginación,
La danza que las muchachas de ojos
Centellantes y afilados,
Bailaban para mí,
Como si el reino de mi silencio
Les perteneciera,
Y yo fuera esa noche, el rey del firmamento.

Mis versos y Estambul bailaban solos.
Las muchachas sonrientes bailaban para mí.
Y yo soñaba con las tejas del cielo,
O con la indiscutible placidez de las aguas
Que mi catamarán cruzaba lentamente,
Como el si el mundo girara con nosotros.

Fátima era una de ellas.
Amarilis la otra.
Fadwa, la más hermosa,
La que mejor baila y sonreía,
Mientras yo acariciaba la cintura del viento
Y su pelo caía sobre mis pecho.

Estambul,
La catedral azul,
El puente interminable sobre el Mármara,
El Bósforo y las tintas de mi nombre,
Así el amanecer nos dios la vuelta,
Cuando Fadwa me dijo: “no te duermas,
Que Estambul nunca duerme,
Aunque los barcos se hundan en el Bósforo.

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