miércoles, 30 de enero de 2013


LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y LA DESINFORMACIÓN COMO CABELLO DE TROYA.

Por Ogsmande Lescayllers.

La libertad de expresión no es más que una quimera. Los mismos que debieran defenderla son los que la violan constantemente. Lo mismo ocurre con los derechos humanos, la democracia, la justicia, la constitución y todo documento o acto social que vaya en beneficio de las masas o de la ciudadanía en general. Los poderes, que debieran ser los garantes del derecho y protectores de la ley, la equidad y el respeto, son ellos y no otros, los primeros que se saltan la norma y echan en sacos rotos todas las garantías creadas y hecha para el bien común.

Hasta tanto una información no sea bien contrastada no debiera hacerse pública. Mientras un hecho no sea confirmado verazmente, no debiera publicarse. Pero la prensa actual y los medios de información prefieren el beneficio de la duda a la autenticidad de las cosas. En muchos casos; el objetivo de las transnacionales de la información no es informar, sino desinformar, pues, mientras el bulto rueda, ellos siguen sacando beneficios.
Desinformar es mentir. Mentir es un delito de lesa humanidad, pero en el mundo globalizado se ha convertido en gozo y marca de los poderes.

Nadie quiere un mentiroso en casa, en el trabajo, ni siquiera de vecino o amigo, pero la práctica de la mentira por lo visto se ha institucionalizado en los estamentos del poder para protegerse de sus malas acciones. Los medios de comunicación manejados y manipulados por el poder se prestan para servir a tan grotesco y criminal acto.
La ética ha sido desplazada por la impunidad y la falta de decoro de los poderes.
En un mundo globalizado por las finanzas, donde el poder ha suplido a la autoridad y la autoridad se ha convertido en un vicio para necios, no tiene cabida la justicia, el honor, ni la moral.

Vivimos en mundo de inmorales a nivel global. Los peores en esta trama macabra son los políticos o los que ejercen el poder político, que llevan en sus grupas, enhorquetados como salamandras, a todos los demás agentes que forman o que debieran formar el tejido social. La prensa o los medios de comunicación les siguen el juego a cambio de beneficios y prebendas que les garanticen su estado de supervivencia.

La prensa ataca, constantemente ataca a los más débiles, ha tomado el camino de la “justicia”. Los poderosos han creado su prensa y sus “marcos legales”, para de este modo actuar impunemente. Ven el mal allí donde no está o donde pudiera estar. Tenemos el caso de las armas nucleares, los países que tienen sus arsenales repletos, listos para usarlos contra los demás, no quieren ni oír hablar de que otros pretenden seguir sus mismos derroteros, inmediatamente se ponen en pie de guerra y meten el grito al cielo.

La prensa debía ser, en estos tiempos de crisis económica y de valores, un instrumento de defensa de los derechos del hombre y no una vedete de pacotilla que se vende al mejor postor, pero para ello debía tener independencia absoluta, alejada de las prebendas y el clientelismo político y empresarial.

Se critica cierta prensa totalitaria porque no se ajusta a la verdad, pero no existe ninguna diferencia entre mentir y difamar para servir a un grupo determinado a cuando se hace para ocultar o proteger los desmanes de un gobierno.

La dignidad sólo debe tener el perfil de la dignidad. Mentir, sólo en brumas, para que los payasos no pierdan sus puestos de trabajo. Troya jamás hubiera dejado de serlo con, o sin el caballo; la argucia vale, pero el engaño no nos educa ni garantiza las buenas convivencias.

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