domingo, 21 de febrero de 2010

POEMAS DE AMOR. TEXTOS DE OGSMANDE LESCAYLLERS.












ALEJANDRA.
para Alejandra Esguerra.
Todo ángel es terreble.
Rainier María Rilke.
Alejandra, no es ella.
Es un susto arrancado de las sombras;
Omnipresente a veces,
Y otras espiritual como la lluvia.

No es fácil encontrarla.
Ella viene saliendo de la tierra,
Trae de sandalias el viento
Y por risa las piedras de Santiago.

Si le pedimos fuego,
Del recuerdo que trae de la montaña,
Saca un par de fogatas,
De madera maciza y luz verde
Y enciende la ciudad con un latido.

Si le pedimos agua,
Abre sus ojos claros
Y empieza a lloviznar sobre Santiago.

Y si el tiempo es de música
Y buscamos un romance en la yerba;
Alejandra, abre la boca, canta,
Y llena el universo con su canto.

Alejandra, no es ella.
Es un susto arrancado de las sombras;
Irritan los relámpagos de mayo
Y Alejandra amanece sobre el mar,
Tejiendo el mundo.

Hay un rito en las hojas,
Que Alejandra desteje con sus manos
Y el viento enfurecido,
Le declara la guerra a las hormigas,
Y Alejandra se va,
Y vuelve por la noche con la brisa.

En la playa, el coral
Espero su regreso
Para hacerle una fábula en su pelo.
¿Una fábula dije?
Porque Santiago duerme
Y Alejandra se ha ido con los duendes.

TERNAS LÍRICAS.

Luz, sierva de mis antojos,
Ajuar de mis sentimientos.
Hacia el naciente transitas,
Tierna luz, de mis deseos.

Aguas incontaminadas
Que remansan mis recuerdos,
Fiesta de mis pensamientos,
Senda que forma mis sueños.

La fina estela del río
Moja de luz mis recuerdos
Y hace canciones del soplo;
Hojas nuevas, frutos secos.
¿En qué punto de este dársena
He dejado mis arreos?
¿En qué región de la cábala
Se hace el aguado convexo?

Son tejidos mis amores.
Por que si tejiendo vengo,
Amores como estos lances,
En las crestas de los cerros,
No hay espina en esta casa,
Y entre silencios y arpegios,
De aguamanil y kiriales
De runas, rumbos y acechos.

Enrumbo los colorines,
El panal y los destellos
Y con la orquesta del viento
Encomparso mis deseos.

Y me quedo salmodiando
Mis versos de amor al viento.

YOHAIRA.
“ El que no ha visto la tristeza,
Nunca conocerá la alegría”.


Por ahí va Yohaira,
Anunciando el día con sus ojos.
Yo la estuve esperando
Frente a la puerta azul del colegio moravo,
Pero el torrente derramó su candor
Y se bebió mi calma.

Por las calles sin nombres
De la ciudad de Bluefields,
La gente va mascando sus manías.
Hablan en varias lenguas,
Pero sólo se entienden cuando piden pan.

En aquel campo azul,
Del que vine cargado de recuerdos,
Yo conocí a Yohaira
Y el origen más cruel,
De la miseria.
Bluefields, Nicaragua, julio de 1987.

HISTORIA DE UNA MUJER SIN NOMBRE.

Toda luna es atroz y todo sol amargo.
Arthur Rimbaud.

Como un pez, como un arco, como la muerte
En la escala de un sueño, ella, sin preguntarlo,
Giró hacia adentro, porque sabía que allí,
Entre restos de alfombras y recortes de prensa,
Estaba la respuesta que buscaba.

Nadie sabía su nombre, ni conocía su origen.
Quizás, por esas cosas difíciles de creer,
Fue por lo que llegamos a fabricarle un don imaginario.
En tanto, tropezamos con nuestras propias trampas,
Y el hallazgo jamás se hizo posible.

Hoy la veo, cubierta por los años,
Pero con el semblante
Y la mirada de una quinceañera.
Y no hago más que levantar las sombras,
Alborotar el fuego, o sacudir las redes
Con las que pretendían desterrarla.

Y me imagino el mundo y las tarántulas,
Corriendo bajo tierra,
O por la superficie de las aguas,
Conforme a los confines, donde saltan mareas,
Mangas de viento,
Hechas para arrancar las celosías;
O una partida ganada a contraluz,
Teniendo por delante un almacén de candelabros,
O mil antorchas,
Capaces de incendiar el firmamento.

Osiris no, esta vez,
Él ignoraba el dictamen de los dioses.
La profecía estaba en manos de la esfinge,
Y de un anciano,
Médico de faraones y hechicero del reino,
Durante más de cinco dinastías.

Ella sabía que todo era posible;
Que con la pluma de una garza real,
Dos varitas de mimbre,
Tres palmos de ceniza y un papiro,
Podía mover el mundo a sus antojos.

Esa fue la razón por la que vino,
Y aunque los cocodrilos tenían hambre,
Ninguno se movió,
La noche que se metió en el río,
Envuelta en una bata blanca,
Profundamente perfumada,
Con perfumes de Arabia,
Perlas de Doha
Y sobre los cabellos le crecían palmeras,
Cedros del Líbano, yerbas de los oasis.
Y hasta un nido de halcones le florecía en las cejas.

Era ella, lo sé, porque la vi desnuda.
Tenía su cuerpo metido en la aljofaina,
Como una espiga recién aparecida en el trigal
Y sus ojos de luz, tenían la expresión
De un mar de brasas, ribeteado de negro,
Donde de vez en vez,
Se descorría una sombra apocalíptica.

La flama y los augurios, el recuerdo vencido,
Y las palabras que repetían los muertos.
Esas eran las armas con las que contaban los profetas.
Los hechiceros y los duendes,
Remarcaban, sobre una gran pared recién pintada,
Los nombres más ilustres del lugar.

Pero cayó la noche
Y todo el firmamento quedó a oscuras.
Sólo se oía, en alguna ocasión,
Un trueno en la distancia.
Todos enmudecieron,
Las estrellas del cielo se apagaron
Y apareció la muerte en pañales.
Iba hacia donde ella la esperaba sentada,
Pintando una sonrisa para el anochecer;
Como si dibujara una aurora boreal,
O un amanecer de corazones.

Esa es la razón,
Por la que los nombres de los dioses
Quedaron grabados en una estela,
Bajo la sombra de una gran pirámide,
Que no ha sido descubierta todavía.

Pero hay otras razones que no digo.
Y no las digo, porque fueron cosas del amor,
Que es mejor no tocarlas,
Por si algún día despiertan,
Sigan vírgenes,
Como cuando fueron sepultadas.

La veo todos los días;
Algunas noches va y se acuesta conmigo.
Hacemos el amor bajo las sábanas,
Subiendo y bajando
Por entre los rescoldos de la tierra,
Por las quillas del viento,
O por la inmensidad del paraíso,
Donde toda sospecha es anulada.

Una noche me dijo que había quedado encinta.
Que tenía nueve meses naturales;
Los suficientes, para que una flor diera su fruto.
Palpé, indagué, busqué el fruto que anunciaba,
Pero no encontré nada,
Y nunca supe si lo que me decía era cierto.

Después salió volando
En una nube de espumas y hojarascas.
Se elevó, sobre el cielo, como un gran torbellino,
Y desapareció bajo la luz del sol un mediodía.

Cualquiera puede imaginar que esto es una fábula:
O que son invenciones de mi mente,
Que en medio de las noches solitarias,
Me da por fabular y hacer estas historias misteriosas,
Hasta que me descubran los psicólogos
Y me echen por vida a un manicomio.

Pero quiero que sepan los que lean esta historia,
Que pueden revisar mi testamento,
Donde dejo mis vienes, a una mujer sin nombre,
Para que lo reparta entre los suyos,
El día que el gallo del amor, cante tres veces.

HAZLO.

Hazlo verde en la copa.
Hazlo verde en el agua.
Hazlo azul en el viento.
Hazlo rojo en la tierra.
Hazlo negro en los sueños,
Entre sábanas blancas.
Hazlo que como te nazca;
Pero hazlo que vuele, que camine y que arda,
Con pies, manos y alas,
Con hélices, tendones y luces de bengalas.
Vigila, estate alerta;
Ensarta y desensarta,
La estación de los vientos,
Las crecidas del agua,
El vaivén de las olas que en la brisa se ensancha,
O el humo que se inserta en una nube lánguida,
Hasta que se deshace sin que sepamos nada.

Hazlo de coco y mango;
De limón y guayaba;
De azúcar y guanábana,
Con melismas y acentos,
Con voces y palabras,
Hasta que el higo verde, de la tierra madura,
Se nos haga rocío y moje tus pestañas.
Hasta que los ejércitos abandonen las armas,
Y hagan con los gatillos y los disparadores,
Un himno y una danza.

Espérame en la puerta,
Espérame en el río
Espérame en la calle
Espérame en la plaza.

Hazlo, no te arrepientas.
Hazlo como te hicieron,
Con dos pétalos blancos
Cuando despunte el alba
Y la luna menguante termine su jornada
Bajo el arco del cielo o encima de tu cama.

Hazlo por los nacidos
Hazlo para los muertos
Hazlo, para que sepan, que las cosas se hacen,
Aunque nadie comprenda ni una sola palabra.
ERÓTICA.

He construido mi casa en mitad de tu cuerpo.
El ombligo es el reino y más abajo,
Comienzan los enigmas.
Allí bajo a bañarme a esa región lacustre;
Allí saldo mis cuentas con mis ansias,
Con mis deseos y mi tormenta erótica.
Allí, como un reloj, marco las horas;
Largas horas sin tiempo que no terminan nunca,
O que jamás comienzan,
Porque nunca hay final en el deseo.

Vivo inserto en tu ombligo, donde tengo mi casa.
Navego como un pez sobre tu vientre
Y penetro en tu boca para acallar las voces
Y muerdo, tiernamente, tu cuello de gacela,
Y tus labios de pan queman mi boca.

Entro en tu pelo convertido en tormenta.
Me bebo el río de luz que hay en tus ojos
Y entro a la luz, para soñar contigo,
Entre las espirales y las cábalas.
Yo regreso a tu ombligo, es decir, a mi casa.
Donde tengo mi reino y mis demonios.

EPIGRAMA.

Qué lindo suena la palabra
DEMOCRACIA…
Es como si dijeras:
Demos, gracias.

DULCE Y TIERNA MUJER DE HIERRO Y MELODÍAS.
A Doralina, mi madre.

Dulce y tierna mujer, de hierro y melodías.
Tú que siempre has estado a la vanguardia,
Alzando tus retoños como la savia fértil de la tierra.
Desbrozando el sendero,
Para que no se quiebren tus deseos.

Hoy, bajo el mudo dictamen del silencio
Quiero cruzar los cielos y los mares,
Acuñarte en mis brazos
Como tú me acunaste en los tuyos.
Pero los hombres, madre, los falsos hombres,
Que habitan este mundo,
No dejan que tus manos y las mías
Entren en comunión como en los sueños.

Todos son imposibles.
Aquí y allá, los hombres te miran como a perros,
Te secuestran de facto, e intentan convencerte,
Que hay normas en la vida que no deben saltarse,
Aunque una madre enferma
Te esté diciendo adiós en la distancia.

Me gustaría poner en mi lugar
A esos hijos de madres…
Que cuando vas a ellos mostrando tus razones,
Te miran como a perros, ignorando tal vez,
Que a lo mejor mañana
Sean ellos lo que toquen a tu puerta,
Para relatarte su infortunio.

Madre, que lejos estás ahora,
En este instante minúsculo del día.
He abierto las ventanas y las puertas;
He levantado un poco las paredes,
He achicado también el horizonte,
La niebla del camino,
Los párpados del día y de la noche.
Y he comenzado a hilar con mis agujas
Las ternas frías de este exilio de sombras.

Pero a los hombres, madre,
No les importa el dolor ajeno.
Viven en la mentira y en el lodo,
Del miedo que provoca la verdadera libertad;
La que tú me enseñaste el día que me dijiste:
“Respeta y ama a tus semejantes,
No entres en política.
Sal de la algarabía
De los que buscan a Dios en las iglesias,
Y se olvidan del hambre y la pobreza
O del dolor, que hoy bien puede ser mío,
Mañana tuyo.
No culpes ni perdones que eso es cosa de Dios.
Záfate los miedos que haya en ti,
Sé fiel a tus ideas y, sobre todas las cosas,
Hijo mío, no te quedes dormido frente al mundo.
Que una vez te despiertes comprenderás,
Que tú y el Universo son una misma cosa;
Como un soplo de mar, como una idea”.

Bueno, ya te conozco y me conoces,
Tu hechura es la mía.
Quizás, por eso, es por lo que me duele tanto tu dolor.
Porque siento esta ausencia como una pesadilla,
De la que quiero despertar, pero no puedo.

Ahora madre,
Dulce y tierna mujer de hierro y melodías,
Quiero invocar a Dios, si tú me lo permites,
Para que una tus sueños y los míos.

CASIDA PARA ELLA.

Podo el viento y me quedo con su siembra.
Con esta miel fabrico la colmena.
Me desnudo en tu alcoba, te desnudas;
La danza del océano es la marea.

Vuelvo donde quedamos; te acaricio.
Hago hilos de aromas y cordeles.
Duplico los deseos sobre las hojas,
Y me quedo con ella bajo el agua.

Busco la perfección en lo imperfecto.
Rompo todas las piedras del camino;
Escarbo en los sonidos y en las sombras.

Reinvento al hombre, con huesos de la tierra.
Recorto aquí y allá, me quedo y vuelvo;
Como un ajiaco, en la sartén del viento.

ANTONOMASIA.

Me culpo de ser palabra.
Me culpo de ser silencio.
Me culpo de todo aquello,
Que amordaza mis deseos.

Me alargo y me quedo corto.
Me acorto y me quedo largo.
Me amargo y me vuelvo dulce.
Me endulzo y me vuelvo amargo.

Me columpio y me detienen.
Me detengo y me columpian.
Soy un objeto del tiempo.

Soy silencio y me hago bulla
Y cuando me vuelvo bulla;
Entonces es cuando callo.

AMODIO.

Te imaginas que ahora
No sean posibles las calles ni los parques.
Que el día se comporte como...
Y salgan de imprevisto de una región a otra
El dictamen y los sucesos,
Que van a través del aire y de los cables subterráneos.

Te imaginas que ahora
Te llamen con un pitazo desde la esquina.
Y se confundan el pitazo del amolador de tijeras,
Con el del vendedor de rosas
Y el muchacho travieso,
Con el pitazo imperativo y sugestivo del policía.

Te imaginas que ya no puedas soñar a piernas sueltas.
Que las parejas acarameladas,
Al filo de la noche,
Tengan que quedarse en el deseo
Y dejen todo a un lado para irse a otra parte.

Te imaginas que todos los colmillos
Se te claven de pronto en la garganta.
Que tengas que zafarte los caminos.
Que andes lejos en ti mismo.
Que flotes, a la intemperie,
Como un bosque de cedros.
Que se te cierre el puño
En una pesadilla repentina,
Como un canal que pasa despacito por tus venas.

Te imaginas que el tiempo se permute como un objeto.
Que no haya luz ni oscuridad;
Días, ni noches.
Que repentinamente te hagas estático
Y no seas una estatua.
Que las estatuas pasen frente a ti,
Y se rían de ti,
Y tú las mires indefenso;
Insensible a lo que está pasando a tu alrededor.

Te imaginas que dejes de comer y de dormir.
Que únicamente sepas amar,
Pero que nadie te haga caso.
Que viajes a lugares desconocidos.
Que veas las cosas en su ritmo, en su tiempo,
Y únicamente puedas captar, sutilmente,
El sonido de las guitarras.

Te imaginas que las personas hablen de ti,
Se rían de ti...
Que celebren incluso,
Tu desaparición y tu caída,
El olvido al que todos estamos condenados.

Te imaginas que el mundo de pronto deje de serlo
Y haya que empezar por el comienzo
Y tú seas, el único indicado,
para decir como se hace...

JUDIT.
Judit,
hoy el mar está triste.
Está deforme y hondo
frente al abismo cruel de la distancia.
La noche está vacía;
en el muro se hicieron pedazos los diafragmas
Y el mar,
ha estado gris,
toda esta tarde.

Judit,
seguramente las aves no han volado
en torno a tu cabeza como ayer.
No has sentido el aliento de la lluvia,
el rumor de las olas,
que atraviesan el golfo enternecidas:
no hemos sabido nada
y la noche ulula en los cristales de mi puerta
como un perro furioso de angustias soterradas.

El mar,
Judit;
tiene un rostro de tímido ermitaño
y aquella luz,
con la que jugamos tantas veces,
se marchado de pronto
sin nosotros saberlo.

Hoy el mar está triste.
Quizás estemos por debajo
del susto de sus aguas
y los ojos no queden sumergidos
y no sepamos el motivo de sus penas.
Hoy el mar está triste.
Tú no lo puedes ver;
Ni yo tampoco.

EPIGRAMA.

La noche tiene cuerpo de mujer
Mientras tú duermes;
Después,
Cuando despiertas,
Tú eres la mujer
Y la noche es el sueño.







1 comentario:

jordainles dijo...

DULCE Y TIERNA MUJER DE HIERRO Y MELODÍAS...
Tu madre que es mi abuela,Dios la tenga en la Gloria..
Gracias a esos que por desgracia manejan la nave de la locura y torturan al amor filial condenándolo al abismo de las distancias; a esos que se creen que viven,con sus vidas falsas e hipócritas y sus manos llenas del lamento ajeno...
Atte: tu sobrino