lunes, 15 de noviembre de 2010

ELEGIAS DE BAYAMO. Ogsmande Lescayllers.




















ELEGÍAS DE BAYAMO.


PRIMER ELEGÍA.

Ser desde el agua y en el agua
La clara fiebre que nos da la vida;
La transparencia que nos invita al gozo.

El gozo salmodiado,
Tejido con las mismas suturas del milagro
Sin que sea el desencuentro
Otra razón para irse a luchar a la manigua.


A sorbos los instantes,
Los días encalados,
Un poco más adentros que la pregunta
Que todo hombre o todo ser,
Quiere mover desde el razonamiento.


Estar vivo a destajo;
Estar donde el vivir midiendo el paso,
No exento de caídas
Ni ajeno al desamparo,
A la virtud o al gozo,
Refrenda su partida hacia otra parte.


Todas las eras
Reunidas sin saberse;
Todas volando desde la pechina
O entrando entre balaustras
Como un ejército mesiánico,
Que va por las calzadas y los mares
A conquistar la luz.


Ser desde la neblina
Un suspiro de mínimos.
Ser un mínimo paso
Tierno o resbaladizo
Que escapa sin motivos
Por la puerta trasera de la huerta.


Lo irreal se pierde
Entre su misma irrealidad de sombra.
Lo irreal como acertijo
A veces se promulga
Y vuelve a tras, soltando dentelladas,
Hasta que pone en fuga su existencia.


Son esas lenguas de alcorces y sabores;
Ollas del paladar que parpadean
En la romanza del iris de la tarde,
O en la nariz de un ave planetaria.


Quedo invicto al vestirme o al voltearme
Bajo estas claraboyas de aguas puras,
Como si la radial del mundo fuera
Una hebra de luz en mi garganta.
He visto y he observado
Desde el fondo del agua,
Como se aniña el mundo entre mis brazos.
He visto la razón quemarse sola
Frente al dictamen de los poderosos.

El agua más allá,
Vuelve a mis cuentas,
Me tala toda ella,
Mientras quedo en un susto de corrientes.


Ya nada es,
Porque aquí en esta tierra
Grietada por mis pasos,
Sigo estando de tránsito
Como los arrecifes que duermen en la costa
Olvidados del mundo,
Sin ganas de moverse hacia otra parte.


Dichas mis profecías
Manejo el aire,
El viento,
Las sonoridades de los peces,
La vuelta al rumbo
Que viene como anuncio en las espadas
O en la cresta del mar que hacen las olas.


Despéjense las dudas;
La voz dual de los muertos,
La quiebra de la sisa
Que se anuncia al desgaire de los remos,
Arenada de sueños infinitos
Como las superficies,
Que se hacen lloviznas en las nubes.



Esta tierra lanceada,
Bañada de llanuras hasta el golfo;
Lámpara de la idea en otros tiempos,
Preñada de adoquines y cenizas
Que el incendio animó al darle nombre.
Virilidad de un sueño hecho bandera.
Páginas y canciones rotuladas,
Con las marcas del himno en el estribo;
Voz libertaria que remarca el viento.


Agua del ser
Anidada en el seno de mi frente.
Ríos de mi infancia
Que viajan hacia el mar desde estos puertos:
Nos queda el sol,
El aire;
La palabra.



SEGUNDA ELEGÍA.

Siempre vendrán las aguas;
Siempre tendré esa dicha de tenerlas,
Por eso cuando vengo a repujarlas
Pongo notas de lirios en la orilla.


Siembras de voces,
Anuncios y palabras,
Así vuelven después de la crecida
Los verdes logaritmos de la tarde.
Así vuelven las garzas a los campos,
Los peces y las prédicas del hombre
A sembrar en el agua sus preguntas.


Siempre hay unos que pasan más solemnes.
Un aire que penetra en las rendijas,
Un trocito de humo que se cuela
Sobre el esmalte de la madrugada.


Estas tierras de árboles no duermen.
Aquí y allá se van poblando solas:
En una esquina se alza un limonero
Un dátil se habilita en otra parte
Y en el patio trasero de la casa
Un campo vegetal puebla la tierra.


Sol y sonidos al son de la corriente
Vienen del arco iris hasta el pozo,

De la flor al tejido de los parques,
De la ventana al corazón del hombre.


Por las laderas de la sierra madre
Verdeando sus banderas bajo el cielo,
Un compás de caminos pulsa el aire,
El río guarda la noche en sus paredes.


¡Ay, sofocada tierra!,
Mapa indemne,
Vengo de ti al lugar de los sucesos
No para verte arder desde la historia,
Sino para ofrecerte mis dominios
Como el amante que penetró en tus fábulas.


Aquí tus aborígenes danzaban.
Aquí danzaba dios junto con ellos
Hasta que se cruzaron las espadas
Y la muerte brotó de las espigas.


Tejida con la luz
Siempre la noche vuelve.
La luz azul de Yara la penetra
Sentada a las zancas de un caballo,
Verde de pedernales en la tarde,
Cuando un sueño se enquista en la llanura
Para broncear las cañas,
O las yerbas del río de mi infancia.


Ciudad de gozos, nacida con el gozo,
Nunca quisiste hacerte marinera,
El agua de tu río
Traía la trasparencia más profunda
Y el ritmo de las claves de la tierra,
Que imitaban los ecos de los dioses.


Todo el deseo del mundo en la palabra
Hecha con voces de hombres
Y el latido ancestral de los relámpagos,
Sobre la torre de Saragoitía,
Un cinco de noviembre en la estadística.


TERCERA ELEGÍA.

Si la nada es nombrada algo tiene;
Lo mismo le sucede al vacío.
Con esas notas, al filo de la tarde,
Se azuzaron las chispas del incendio.
Las llamas no iban solas,
El dolor perfumaba los caminos.


La muerte se fugaba
Hacia los cuatro puntos cardinales:
Casas y hombres cayendo,
Nadie le dijo no a las heridas.
El ideal hervía en las palabras.
Nadie miró hacia atrás;
Allí sólo quedaban las cenizas.


El resplandor subiendo.
El resplandor marcando la parábola.
Pintada sobre el monte
La senda de los vivos y los muertos.

La voz, siempre va acompañada por el canto.
La orquesta ya no era
El rumor de otros tiempos en el centro del parque;
Ahora los sonidos venían de las aguas,
Las ramas secas,
La voz de mando
O el silencio cifrado en el tejado.


La música seguía merodeando,
Un día entró a la ciudad
Para anunciar la muerte del pirata.
Venía de las calles a la puerta del templo,
Del templo al río,
Del río a las ventanas,
Así rotó por todos los hogares,
Hasta volverse luz
En las notas del himno.

La música también
Aquella tarde,
Ensilló su caballo,
Se fue al monte;
Atrás sólo quedaron las cenizas.


CUARTA ELEGÍA.

Si algo te mereces,
Es cantarte en la cima de este sueño.
Ahora ya no eres
Una figura isósceles del tiempo,
Ni un pajarito gris que pía en el aire
O un rumor de caídas y proyectos
Que van a la estación
A ver partir los trenes.

Que viene o van sin prisas,
Al paso de los coches,
Oyendo el dos por tres de las maracas
Sobre una palma de pencas adventicias.


Con la poesía hacia ti,
En ti se hizo más fuerte.
Fueron tus labradores sus cultores,
En la danza del negro de Abisinia
Con la pleura del dios sobre una manta,
O el trepidar del trueno en la llanura.
El hipo de la tierra cuando tiembla
Para sudar con los emancipados,
Cuando salda sus cuentas con los hombres,
En días de advientos,
Cuando el sudor del llano crespa el monte.


Ya el cacique no está,
Ahora son otros
Los que vienen plisando tu memoria.
Tus ríos caen hacia abajo y hacia arriba
En esas presas de aguas postergadas,
A una canal de sueños y deseos,
Donde la medianía de la noche
Escribe notas de aguas al olvido.


Bayamo de perfil.
Bayamo al centro;
Entro por la derecha o por la izquierda.
Entro por las terrazas de mi padre,
Por la plaza mayor
O por los cuatro puntos cardinales.

Ella me espera,
Sentada de perfil
Sobre la cama.
Ella me espera sin percibir mi ausencia,
Domeñando los besos de la tarde,
En la mil que nos da la campanilla.


De pie,
Sobre un plantel,
Allá en el fondo,
Cuando el mundo parece que dormita
Siento la voz del hombre en las ventanas,
Oigo cruzar el himno por mi puerta
Y entro en él,
Con mis versos de antorchas,
Para peinar la tierra y sus afluentes.


Hoy se anuncian Perucho y Aguilera,
Mármol y Luis Marcano,
Céspedes llegó ayer;
Marcaba el paso.
Venía tras él una legión de negros
Libres de compromisos y apetencias,
Venían con ellos,
La libertad y el viento.


Bayamo volvió a ser para la historia,
Un arco iris que busca el horizonte.


QUINTA ELEGÍA.

Cuando las cosas a penas tenían nombre
Alguien te nominó bajo la lluvia.
No había libros, escuelas ni caminos,
Toda la tierra era una palabra.


Como un cardumen de estrellas cimarronas
La llanura testó frente a mi puerta,
Los tilos vocingleros se enfiestaron,
Se oyeron las campas de la iglesia;
El leño de la cruz tensó la tierra.
Sobre un panteón de luces nominadas
Detenidas allí en el campo santo
Mil espirales alzaron sus razones.
Por Jucaibama, las cañas se inmolaban,
Por Babiney sin prédicas los vientos,
Fueron a destejerse en la retina
De Peralejos danzando por los campos.


Al sitio de caída y nacimiento
Líricas notas dejó correr Fornaris,
De las mieles del ser nacían dos rosas:
Luz y Adriana.
Híbrido en la estación de las plegarias,
Puso Zenea al albur del aire.
Fidelia al filo frigio de los vientos
De pasamanos buscó desde el calvario,
En el foso mortal de La cabaña.
José Joaquín, estética pregunta,
Al palmeral que sueña en las arcadas.


Brisas nietas de dios y de los hombres;
Palomas que al volar forman escarchas.
Entre cortado el vuelo de mi nombre,
Bayamo en la estación de una guitarra.


Palomas van,
Sabían las palomas
Al volar encima del incendio,
Que aunque el dolor persigue la inocencia
El amor se levanta y se hace pueblo.

Cremar la luz es tarde algunas veces.
Destejer acertijos memorables
Cuando el canto y las leyes se aproximan
A una ciudad que se hizo rebeldía.


Llegado al punto con mágica paciencia,
Al quicio de Silvestre enamorado,
Mirando al Camagüey por la cornisa,
Que va hacia el Cauto por tierras de las Tunas.


El brío del mármol vuelve,
Aquí, pongo distancia.
Aquí se aniña el sol cuando despierta
Con un nido de luz sobre la cama.


Vienen de los suburbios de la noche,
A esconderse allá por la Guadiana,
Del Dátil a las berzas de los chinos,
Del girasol al mango o al caimito,
Del higo a la raíz del tamarindo.


Pucheros de rosquitas perfumadas
Con miel de abejas traída de la huerta
Donde no se acantonan los colores,
Ni los gallos se quitan las espuelas.


Viril como la espada mi Bayamo
Sobre un plano de estelas y arcabuces,
Fértil razón de ser para los mangos
Entre el hueso del aire y las preguntas.


Fértil la mediatriz de la corriente
Al filo de la estancia de mi abuelo,
En un serón de amor, llega la noche,
A fornicar con las enredaderas
En una barbacoa planetaria
Y las fecunda a todas
Todas ellas,
Perplejas de deseos foguean la tarde,
Cuando Sindo Garay le aplica el soplo
A un compás de guitarra enamorada.


Versátil vuelve dios sobre la estancia.
El huracán empuja la maestra
Hasta preñar de voces los acentos
Como las garzas que mueven las mamparas.


Arriba el campanario,
Aquí la tierra,
El amor
Y la siembra;
Bayamo haciendo historia en mi memoria.


SEXTA ELEGÍA.


Todas las religiones de la tierra
Caben en una hoja mortecina.
Sólo el amor perdura si en su danza
Se hace luz y alimento,
Sueño y casa.
Lo vamos descubriendo en cada lápida
Y en las voces que el tiempo no ha vencido.


Por aquí pasó Hatuey,
Luego su muerte
Quedó cifrada al pie de un tamarindo.
Los buitres le anunciaban el informo;
Lo destripaban con ansias carroñeras
Mientras su voz se alzaba por los montes.


En esos tiempos el sol era pequeño,
La luna una ramita entre la arena;
Entre el sopor y el tedio,
Iban y venían los murciélagos.


Iba la luz de Yara por la cima.
Cenaban en los ríos las biajacas.
El curujey crecía sobre los árboles
Con su pelambre anciana de artificios.


El hombre se movía de sombra en sombra
En su reino de voces celestiales,
Tendido en las hamacas del silencio
Y el trinar de los pájaros silvestres.


Un sueño de alfareros y entresijos,
Mudo, a la caída de la tarde,
Ponía el ritmo en la canoa del viento
Y con el viento se iba por los mares.


Tierra, agua, sonidos de la selva,
Venían de sotavento a barlovento,
Teñidos de caguamas y lechuzas
Sobre la costa del Guacanayabo.


Bayamo entretejido sacó un brazo,
Puso sus comisiones en la brecha,
Entre una palma real y una yagruma:
Mil perros mudos ladrando por las noches.
Mil colmenas sacadas de la tierra
Entre yareyes y hojas de tabaco.

La luz de nuevo, volvió a palpar la idea,
Desde las claraboyas del recuerdo.



SEPTIMA ELEGÍA.


Las despedidas nunca tienen nombre.
No existe una razón para nombrarlas;
A veces sin querer hacen de fuga,
Otras veces queriendo se deshacen.


Era la hora de partir y el tiempo
Con sus flautas de aguas navegables,
Se fue a los ríos para mojar los sueños
Sobre la eternidad de los caminos.


Bayamo seguía ahí inconmovible
Tierno y frutal como una amanecida,
En la voz de los hombres y la historia
Sobre los ventanales de la tierra.


Un aluvión del sur lo trajo al centro,
Un fino aliento de aguas abisales,
Le rozaron la frente y en el acto
Resurgió de las llamas del incendio.


Cuesta entender a veces las razones
Por las que un corazón se vuelve templo.
Cuesta entender que un muerto salga andando,
Y tras él vaya un pueblo en pos del viento.


Esta elegía de soles y clamores,
Páramo real, hecho por las termitas;
Tiestos del hombre tejidos a distancia,
Tras las orillas opuesta del océano,
Salen a saludar la simetría


Que el Manegua supuso cuando el aire,
Con sus tijeras de podar el orden,
Aliñó la justicia sobre el monte,
Donde los aborígenes dormían,
Vestidos de cocuyos, como lámparas.


Me quedo aquí o allá,
Bayamo al flexo,
Un corazón robusto de palmeras
Entre almanaques y hojas de la historia,
Bordean los mares hasta albanar al hombre,
En el edén que al fin pobló la tierra,
Entre ribazos de olas y horizontes;
Mujer púrpura y granas en mis ojos,
Bayamesa estación,
Donde los sueños, jamás dejan de ser,
Y se repiten.



1 comentario:

carlitos - casas en venta dijo...

por la foto se ve que es un pueblito muy tranquilo.. buen post..