ALGO HAY DE LARGO EN MÍ.
En la te de la cruz,
Horas dormidas,
El viento dilapida otro concepto.
Ya nada es igual,
Ya nada queda
De la marca cifrada en la escritura.
Del clavo y el cincel en la madera;
De la estancia que ayer era un sepulcro.
Al tiempo le han quitado voz y mando.
El tiempo ya no es lo que era entonces
Cuando todos creían en los milagros
Y la palabra dios,
Se colocaba encima de los hombres.
Hoy la palabra hombre es un desmarque,
Una especie de sombra o un fetiche
Vacía de autoridad y de concepto,
Desde que el hombre se hizo mercancía.
Duele y apesta el mundo.
Tantos muertos
Insepultos y ahogados en un hoyo.
Tantos vivos muriendo a quema ropa,
Porque las armas matan sin preguntas.
El mundo apesta,
Duele y se deshace
Bajo la luz de un sol melodramático,
Que nos coloca en llantas sobre el vértigo
De un mundo que se va quemando solo.
Muerta la libertad en dos palabras.
Las justicia borrada de un plumazo,
Las voces censuradas al instante.
La palabra sin eco ni conceptos
Secuestrada en la puerta de la boca.
La luz medio asfixiada por las sombras
Se arrastra hacia el hades moribunda,
Marcada por los pasos del silencio,
Que le prohíbe andar y hacerse verso.
Nada nos queda de aquella transparencia
Con la que amanecían nuestros sueños.
Lo que ayer era grande hoy es pequeño,
Frivolidad de incienso y pasarelas,
Melismas de carbones en la lengua,
Índicos de pupilas y cartones
O de algodones recién desvencijados,
Contra la voz neutral de los que sienten.
Como duele pensar y hacerte hombre
Para que luego un necio te repela,
O autorice tu marcha hacia el exilio,
Donde vas a engrosar las estadísticas,
De los que se alimentan de nostalgia.
Cuánta luz,
Cuánto amor cabe en el hueco
De tu mano derecha o de la izquierda,
O en el campo estelar de tus ideas
Que se quedan varadas, bajo mínimos,
Donde nadie te escucha ni te entiende.
Frivolidad del mundo que sospecha
Que con la muerte todo está resuelto.
Frivolidad del vivo que imagina
Que al desterrarte resuelve sus problemas.
Algo hay de largo en mí,
Más, las palabras,
Aprendidas de siempre en mi memoria,
Van a destajo ardiendo por el mundo,
Proclamando la vida en todas partes;
Pidiendo libertad,
Prendiendo antorchas,
De justicia y amor para mi pueblo.
En la te de la cruz,
Horas dormidas,
El viento dilapida otro concepto.
Ya nada es igual,
Ya nada queda
De la marca cifrada en la escritura.
Del clavo y el cincel en la madera;
De la estancia que ayer era un sepulcro.
Al tiempo le han quitado voz y mando.
El tiempo ya no es lo que era entonces
Cuando todos creían en los milagros
Y la palabra dios,
Se colocaba encima de los hombres.
Hoy la palabra hombre es un desmarque,
Una especie de sombra o un fetiche
Vacía de autoridad y de concepto,
Desde que el hombre se hizo mercancía.
Duele y apesta el mundo.
Tantos muertos
Insepultos y ahogados en un hoyo.
Tantos vivos muriendo a quema ropa,
Porque las armas matan sin preguntas.
El mundo apesta,
Duele y se deshace
Bajo la luz de un sol melodramático,
Que nos coloca en llantas sobre el vértigo
De un mundo que se va quemando solo.
Muerta la libertad en dos palabras.
Las justicia borrada de un plumazo,
Las voces censuradas al instante.
La palabra sin eco ni conceptos
Secuestrada en la puerta de la boca.
La luz medio asfixiada por las sombras
Se arrastra hacia el hades moribunda,
Marcada por los pasos del silencio,
Que le prohíbe andar y hacerse verso.
Nada nos queda de aquella transparencia
Con la que amanecían nuestros sueños.
Lo que ayer era grande hoy es pequeño,
Frivolidad de incienso y pasarelas,
Melismas de carbones en la lengua,
Índicos de pupilas y cartones
O de algodones recién desvencijados,
Contra la voz neutral de los que sienten.
Como duele pensar y hacerte hombre
Para que luego un necio te repela,
O autorice tu marcha hacia el exilio,
Donde vas a engrosar las estadísticas,
De los que se alimentan de nostalgia.
Cuánta luz,
Cuánto amor cabe en el hueco
De tu mano derecha o de la izquierda,
O en el campo estelar de tus ideas
Que se quedan varadas, bajo mínimos,
Donde nadie te escucha ni te entiende.
Frivolidad del mundo que sospecha
Que con la muerte todo está resuelto.
Frivolidad del vivo que imagina
Que al desterrarte resuelve sus problemas.
Algo hay de largo en mí,
Más, las palabras,
Aprendidas de siempre en mi memoria,
Van a destajo ardiendo por el mundo,
Proclamando la vida en todas partes;
Pidiendo libertad,
Prendiendo antorchas,
De justicia y amor para mi pueblo.
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