CÓMO ARMAR UN MAR SIN QUE TE VEAN.
Una línea por encima de otra.
Una línea encima de otra línea.
Una cabeza debajo de un sombrero.
Un sombrero que no encuentra cabeza.
Una cabeza que no encuentra sombrero.
Todo es posible.
Hay cosas como estas
que parecen un juego,
pero en verdad,
cuando vamos cargados por la vida,
cuando nos van rodeando los fantasmas,
no está de más, echarte a un lado,
y seguir el camino en solitario.
Mis primeras lecturas las hice sin maestros.
Las segundas, las hice por mi cuenta.
Las terceras las hago con la naturaleza.
Las cuartas, la comparto con mis libros.
Estas últimas son las más difíciles,
pues, no me llevo bien con los autores.
Descreo de los que escriben libros voluminosos,
o los que siguen dictados académicos;
los lees y, te percatas, que no nos dicen nada.
Ya está bien de:
“hacía un día bonito y salimos a encontrarnos”.
o “mis experiencias amorosos se iniciaron con ella”,
y también, “había una vez…”;
claro, que siempre hay una vez.
Al diablo, con tantas tonterías,
estando en un mundo como este
donde apenas te dejan respirar.
Hay que decir verdades como puños,
subvertir el orden de las cosas,
hacer de nuestra voz la lengua de este siglo.
Entrar al fundamento
de nuestras realidades inmediatas;
ser más que estos que somos,
para que dejen de mirarnos como a locos,
para que dejen de creer que estamos locos.
Para que no nos vean como fantasmas
y nos tomen en serio.
Hay quien insiste,
tal vez, por falta de talento,
en seguir enamorando las estrellas,
cantándole a la luna,
husmeando entre la yerba,
contemplado y soñando con la mar,
haciéndoles poemas,
a la pintura de algún aficionado
y leyendo después, emocionado,
la melopea de sus versos de agua.
Aquí estoy,
mirando en solitario
con este espejo y estos catalejos,
con mis uñas desérticas y mis tijeras líticas,
y dos cábalas menos que hace un año;
cribando, cada noche los esmaltes,
de este mundo de infartos
donde el hombre,
sueña con meteoritos
y arrayanes
sin invitar al pueblo,
a hacerse con las luces y los sueños.
Sin invitar al hombre,
a que asuma de cierto la palabra
y haga para todos las verdades:
la libertad, si puede,
si le dejan,
sin entrar al convite de los necios.
Cuesta hacer eso en medio de las nubes,
pero en la tierra,
donde las cosas cada vez
son menos claras,
se pueden levantar las espirales
y cambiar los manejos de estos tiempos,
de disparos al blanco
y tiros en la nuca,
donde se prevarica con un beso
y de paso te llenas los bolsillos,
con el dinero de los contribuyentes.
Aquí,
aunque no lo creas,
se pueden hacer cosas disímiles,
pero antes, hay que desistir:
de los amigos que no son tus amigos,
de las amantes, que no son tus amantes,
de los higos, que te traen de la huerta del vecino,
bien envasados al vacío,
con la tecnología de estos tiempos.
Aquí se puede,
pero ojo con los que van a tus espaldas;
con los que están al frente merodeando,
con los del blogs, que ensalzan tus poemas;
con los comisionados que van sin comisiones,
y los Analfa-letras de corrillos.
Prevaricar se puede,
engordarte también,
hacerte un número;
rogarle a dios, y hacer como los curas
que se masturban detrás de la sotana.
Todo se puede,
mientras hoy se haga ayer,
y mañana no tengas más remedio,
que mirar hacia atrás
arrepentido,
de que el futuro es algo tan incierto,
que por más que lo buscas no lo encuentras.
Por eso es preferible ser ahora;
o estar en hoy,
con los pies en la tierra, sin complejos.
Una línea por encima de otra.
Una línea encima de otra línea.
Una cabeza debajo de un sombrero.
Un sombrero que no encuentra cabeza.
Una cabeza que no encuentra sombrero.
Todo es posible.
Hay cosas como estas
que parecen un juego,
pero en verdad,
cuando vamos cargados por la vida,
cuando nos van rodeando los fantasmas,
no está de más, echarte a un lado,
y seguir el camino en solitario.
Mis primeras lecturas las hice sin maestros.
Las segundas, las hice por mi cuenta.
Las terceras las hago con la naturaleza.
Las cuartas, la comparto con mis libros.
Estas últimas son las más difíciles,
pues, no me llevo bien con los autores.
Descreo de los que escriben libros voluminosos,
o los que siguen dictados académicos;
los lees y, te percatas, que no nos dicen nada.
Ya está bien de:
“hacía un día bonito y salimos a encontrarnos”.
o “mis experiencias amorosos se iniciaron con ella”,
y también, “había una vez…”;
claro, que siempre hay una vez.
Al diablo, con tantas tonterías,
estando en un mundo como este
donde apenas te dejan respirar.
Hay que decir verdades como puños,
subvertir el orden de las cosas,
hacer de nuestra voz la lengua de este siglo.
Entrar al fundamento
de nuestras realidades inmediatas;
ser más que estos que somos,
para que dejen de mirarnos como a locos,
para que dejen de creer que estamos locos.
Para que no nos vean como fantasmas
y nos tomen en serio.
Hay quien insiste,
tal vez, por falta de talento,
en seguir enamorando las estrellas,
cantándole a la luna,
husmeando entre la yerba,
contemplado y soñando con la mar,
haciéndoles poemas,
a la pintura de algún aficionado
y leyendo después, emocionado,
la melopea de sus versos de agua.
Aquí estoy,
mirando en solitario
con este espejo y estos catalejos,
con mis uñas desérticas y mis tijeras líticas,
y dos cábalas menos que hace un año;
cribando, cada noche los esmaltes,
de este mundo de infartos
donde el hombre,
sueña con meteoritos
y arrayanes
sin invitar al pueblo,
a hacerse con las luces y los sueños.
Sin invitar al hombre,
a que asuma de cierto la palabra
y haga para todos las verdades:
la libertad, si puede,
si le dejan,
sin entrar al convite de los necios.
Cuesta hacer eso en medio de las nubes,
pero en la tierra,
donde las cosas cada vez
son menos claras,
se pueden levantar las espirales
y cambiar los manejos de estos tiempos,
de disparos al blanco
y tiros en la nuca,
donde se prevarica con un beso
y de paso te llenas los bolsillos,
con el dinero de los contribuyentes.
Aquí,
aunque no lo creas,
se pueden hacer cosas disímiles,
pero antes, hay que desistir:
de los amigos que no son tus amigos,
de las amantes, que no son tus amantes,
de los higos, que te traen de la huerta del vecino,
bien envasados al vacío,
con la tecnología de estos tiempos.
Aquí se puede,
pero ojo con los que van a tus espaldas;
con los que están al frente merodeando,
con los del blogs, que ensalzan tus poemas;
con los comisionados que van sin comisiones,
y los Analfa-letras de corrillos.
Prevaricar se puede,
engordarte también,
hacerte un número;
rogarle a dios, y hacer como los curas
que se masturban detrás de la sotana.
Todo se puede,
mientras hoy se haga ayer,
y mañana no tengas más remedio,
que mirar hacia atrás
arrepentido,
de que el futuro es algo tan incierto,
que por más que lo buscas no lo encuentras.
Por eso es preferible ser ahora;
o estar en hoy,
con los pies en la tierra, sin complejos.
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