Disculpa si al decir, a veces dudo.
Si al fiarme de la voz me quedo manco
con dos o tres palabras monocordes:
ínsulas de silencio en mi garganta.
Disculpa si al mirar me quedo ciego,
con el gesto entreabierto y sosegado.
Con los deseos sin formas en el pecho,
Híbrido, como un dios, que se nos gasta.
Perdóname si al verte te acaricio,
con el lente interior de la mirada;
yo que he buscado siempre abrir los sueños,
ínclito y montarás, como las aguas.
Disculpa si al oírte me convierto,
en el eco inusual de tus palabras
y sudo corazones por los poros
y padezco de insomnio y me atormento.
Discúlpame si al verte, me insurrecto.
Y me incendio y me indulto de mis penas
y me ato y me suelto de los clavos;
brasa de aliento que a mi pecho incendia.
Disculpa, por favor, esta locura,
que tú me haces morder frente a los hierros,
siendo yo tan de dios, y tan de nadie;
rubrícame si quieres, cuando puedas.
Si al fiarme de la voz me quedo manco
con dos o tres palabras monocordes:
ínsulas de silencio en mi garganta.
Disculpa si al mirar me quedo ciego,
con el gesto entreabierto y sosegado.
Con los deseos sin formas en el pecho,
Híbrido, como un dios, que se nos gasta.
Perdóname si al verte te acaricio,
con el lente interior de la mirada;
yo que he buscado siempre abrir los sueños,
ínclito y montarás, como las aguas.
Disculpa si al oírte me convierto,
en el eco inusual de tus palabras
y sudo corazones por los poros
y padezco de insomnio y me atormento.
Discúlpame si al verte, me insurrecto.
Y me incendio y me indulto de mis penas
y me ato y me suelto de los clavos;
brasa de aliento que a mi pecho incendia.
Disculpa, por favor, esta locura,
que tú me haces morder frente a los hierros,
siendo yo tan de dios, y tan de nadie;
rubrícame si quieres, cuando puedas.
ALEGORÍAS.
Un beso es sólo eso;
es algo que se da y jamás regresa.
Si intentas revocarlo es otro beso,
que despierta en el fuego de otros labios.
Un beso no es un beso;
son dos besos,
que se dan por perdidos mientras besas.
Alrededor de un patio se me quiebran
las ganas de vivir y de morirme.
Se me quiebran la voz y la mirada,
al ver mi patria hundida en el abismo.
Y me quiebro yo mismo a dentellas,
al no poder llenar este vacío,
que separa mi almohada de mis sueños,
mi modo de pensar y mi desgano.
Los cuchillos del aire me destripan,
la sangre se me escapa de las venas;
salgo del hemiciclo hacia la puerta,
roto en las sombras y desaparezco.
A intervalos me busco, me descubro.
A intervalos me crecen los deseos;
me hago un pelo en la crin de mi caballo,
una estatua en la plaza de mi pueblo.
Me hago un tendón en los cotiledones
y en el algodonal unas tijeras,
para podar las breñas de mis sueños,
donde ensarté todos mis pensamientos.
Alrededor de un patio, al fondo de la vida,
veo girar las poleas en los esteros,
las hormigas surcando los caminos,
la soledad clavada entre dos cepos.
Giro a la izquierda, me quito la derecha;
digo dios, digo paz, digo pan, tierra,
y el disoluto inclina la cabeza,
como un sufí, en tiempo de cuaresmas.
Ninguna fantasía tiene nombre.
la unión está en el ojo y en la oreja,
la palabra en el seno de la boca;
la eternidad gravita en las ideas.
Pero el hombre, el hombre con mayúsculas,
no tiene edad, ni tiempo, ni raleza,
es polvo cósmico, noción, experimento,
un eslabón perdido en el trayecto,
sin cumbres, sin misterios,
vestido de intensiones y palabras.
Sé la nada en el todo y, sin embargo,
de vez en vez escribo, para no aburrirme.
las ganas de vivir y de morirme.
Se me quiebran la voz y la mirada,
al ver mi patria hundida en el abismo.
Y me quiebro yo mismo a dentellas,
al no poder llenar este vacío,
que separa mi almohada de mis sueños,
mi modo de pensar y mi desgano.
Los cuchillos del aire me destripan,
la sangre se me escapa de las venas;
salgo del hemiciclo hacia la puerta,
roto en las sombras y desaparezco.
A intervalos me busco, me descubro.
A intervalos me crecen los deseos;
me hago un pelo en la crin de mi caballo,
una estatua en la plaza de mi pueblo.
Me hago un tendón en los cotiledones
y en el algodonal unas tijeras,
para podar las breñas de mis sueños,
donde ensarté todos mis pensamientos.
Alrededor de un patio, al fondo de la vida,
veo girar las poleas en los esteros,
las hormigas surcando los caminos,
la soledad clavada entre dos cepos.
Giro a la izquierda, me quito la derecha;
digo dios, digo paz, digo pan, tierra,
y el disoluto inclina la cabeza,
como un sufí, en tiempo de cuaresmas.
Ninguna fantasía tiene nombre.
la unión está en el ojo y en la oreja,
la palabra en el seno de la boca;
la eternidad gravita en las ideas.
Pero el hombre, el hombre con mayúsculas,
no tiene edad, ni tiempo, ni raleza,
es polvo cósmico, noción, experimento,
un eslabón perdido en el trayecto,
sin cumbres, sin misterios,
vestido de intensiones y palabras.
Sé la nada en el todo y, sin embargo,
de vez en vez escribo, para no aburrirme.
BUSCANDO ENTRE LARVAS.
Confío que esta noche, cuando el viento
susurra como un lobo en las paredes,
los menos y los más armados de otros,
vendrán a definirse en solitario.
Y se darán la mano en un despegue,
saltando sobre el arco de la puerta
los menos y los más armados de otros,
vendrán a definirse en solitario.
Y se darán la mano en un despegue,
saltando sobre el arco de la puerta
a media estancia del primer latido.
He bebido esta noche el mismo trago
que me dieron ayer los emisarios
cuando dije que no los conocía,
mientras me agujereaban la garganta.
No estoy donde me encuentro, ni me dejan
marcar las profecías que me dieron
mientras iba contando las monedas,
del último jubón que hallé en el agua.
que me dieron ayer los emisarios
cuando dije que no los conocía,
mientras me agujereaban la garganta.
No estoy donde me encuentro, ni me dejan
marcar las profecías que me dieron
mientras iba contando las monedas,
del último jubón que hallé en el agua.
Les hablo de ayer, entre cartones
cuando vislumbro la última jornada,
sobre los pararrayos de la puerta
y el lóbulo interior de una navaja.
Otros sí y otros no, rotando en seco;
andando de cuclillas por las tablas,
donde se ven los vivos y los muertos
cuando vislumbro la última jornada,
sobre los pararrayos de la puerta
y el lóbulo interior de una navaja.
Otros sí y otros no, rotando en seco;
andando de cuclillas por las tablas,
donde se ven los vivos y los muertos
marcados por los clavos de la estancia.
No hay camino en el aire, ni en el agua
donde puedes andar sin dejar huellas,
sobre los horizontes y las horas.
Puedes contar los pasos que da el viento,
o el color interior de la distancia,
donde un recién nacido reaparece,
como al principio de todos los comienzos.
sobre los horizontes y las horas.
Puedes contar los pasos que da el viento,
o el color interior de la distancia,
donde un recién nacido reaparece,
como al principio de todos los comienzos.